Las mil y una noches:473
Y CUANDO LLEGO LA 474ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"... ¡Ya lo sé perfectamente! ¿Pero qué ser humano podrá afrontar esos formidables talismanes de que hablas y soportar tan terribles peligros?" El moghrabín contestó: "¡Oh Juder, no les tengas ningún temor! ¡Los diversos personajes a quienes verás en las puertas, no son más que vanos fantasmas sin alma! ¡Puedes, pues, estar verdaderamente tranquilo!"
Y pronunció Juder: "¡Pongo mi confianza en Alah!" Al punto comenzó el moghrabín con sus fumigaciones mágicas. Y echó de nuevo incienso en la lumbre del brasero, y se puso a recitar las fórmulas conjuratorias. Y he aquí que el agua del río disminuyó poco a poco y desapareció, y el lecho del río quedó seco, ostentando la enorme puerta del tesoro.
Al ver aquello, Juder, sin dudar ya, avanzó por el cauce del río y se encaminó a la puerta de oro, llamando a ella ligeramente una, dos y tres veces. Y desde dentro se hizo oír una voz que decía: "¿Quién llama a la puerta de los Tesoros sin saber romper los encantos?"
El contestó: "¡Soy Juder-ben-Omar!" Y al instante se abrió la puerta, y en el umbral apareció un personaje que hubo de gritarle, alfanje en mano: "¡Presenta el cuello!" Y Juder le presentó su cuello; y el otro iba a darle con su alfanje, pero cayó en el mismo momento. Y sucedió lo propio con las otras puertas, hasta la séptima, exactamente como se lo había predicho y recomendado el moghrabín. Y a cada vez rompía Juder con gran valor todos los encantos, hasta que se le apareció su madre saliendo de la séptima puerta. Le miró, y le dijo: "¡Contigo todas las zalemas, ¡oh hijo mío!"
Pero Juder le gritó: "¿Y quién eres tú?" Ella contestó: "Soy tu madre, ¡oh hijo mío! ¡Soy la que te ha llevado nueve meses en su seno, la que te ha amamantado y te ha dado la educación que tienes, ¡oh hijo mío!" El exclamó: "¡Quítate la ropa!" Ella replicó: "¿Cómo, siendo mi hijo, me pides que me ponga desnuda?" El dijo: "¡Quítatelo todo, o si no, te derribaré la cabeza con este alfanje!" Y echó mano al alfanje que pendía de la pared, y lo empuñó, gritando: "¡Como no te desnudes, te mato!" Entonces decidiose ella a quitarse parte de sus vestiduras; pero le dijo él: "¡Quítate lo demás!" Y se quitó ella algo más. El le dijo: "¡Más todavía!" Y continuó apremiándola hasta que se quitó ella toda la ropa y no tuvo encima más que el calzón, y hubo de decirle avergonzada: "¡Ah hijo mío! ¡todo el tiempo que empleé en educarte lo perdí! ¡Qué decepción! ¡Tienes un corazón de piedra! ¡Y he aquí que quieres ponerme en una posición vergonzosa, obligándome a mostrar mi desnudez más íntima! ¡Oh hijo mío! ¿no te parece una cosa ilícita y un sacrilegio?"
El dijo: "¡Es verdad! ¡Quédate, pues, con el calzón!" Pero apenas hubo pronunciado Juder estas palabras, exclamó la vieja: "¡Ha consentido! ¡Pegadle!" Y al punto sintió él que le daban en los hombros golpes fuertes y tan numerosos como gotas de lluvia, los cuales le eran asestados por todos los guardianes invisibles del tesoro. ¡Y en verdad que aquello fue para Juder una paliza sin precedentes y que nunca en su vida olvidaría! ¡Luego, en un abrir y cerrar de ojos, los efrits invisibles le echaron a golpes fuera de las salas del tesoro y de la última puerta, la cual dejaron cerrada, como estaba antes!
Y he aquí que el moghrabín vio que le arrojaban de la puerta, y se apresuró a recogerle, pues ya las aguas surgían otra vez con gran estrépito, invadiendo el lecho del río y tornando a su curso interrumpido. Y le transportó a la orilla, desmayado, y se puso a recitar sobre él versículos del Korán hasta que recobró el sentido.
Entonces le dijo: "¡Ya había salvado todos los obstáculos y roto todos los encantos! ¡Fué el calzón de mi madre lo que me hizo perder cuanto gané antes, y me atrajo esa paliza de la que aun tengo señales!" Y le contó todo lo que le había ocurrido en el sitio del tesoro.
Entonces le dijo el moghrabín: "¿No te recomendé que no me desobedecieras? ¡Ya lo ves! ¡Me has defraudado y te has defraudado a ti mismo por no querer obligarla a que se quitara el calzón! ¡Por este año todo ha terminado! ¡Y tendremos que esperar hasta el año próximo para repetir nuestras tentativas! ¡Desde ahora hasta entonces vivirás conmigo!"
Y llamó a los dos negros, que aparecieron en seguida, y plegaron la tienda de campaña, y recogieron lo que estaba por recoger y se ausentaron un momento para volver con las dos mulas, sobre las cuales montaron Juder y el moghrabín, regresando inmediatamente a la ciudad de Fas.
Juder vivió, pues, en casa del moghrabín un año entero, poniéndose cada día un traje nuevo de gran valor y comiendo bien y bebiendo de cuanto salía del saco, conforme a sus anhelos y deseos.
Y he aquí que llegó el día de la nueva tentativa, a primeros del año siguiente, y el moghrabín fué en busca de Juder, y le dijo: "¡Levántate! ¡Y vamos adonde tenemos que ir!"
Juder contestó: "¡Bueno!" Y salieron de la ciudad, y vieron a los dos negros, que les presentaron las dos mulas, y subieron al punto a ellas y las guiaron en dirección del río, a cuyas orillas no tardaron en llegar. Se levantó, y alfombró, y amuebló la tienda de campaña como la vez anterior.
Y después de comer, el moghrabín cogió la caña hueca, las tabletas de cornalina roja, el braserillo con lumbre y el incienso; y antes de comenzar las fumigaciones mágicas, dijo a Juder: "¡Oh Juder, tengo que hacerte una recomendación!"
Juder exclamó: "¡Oh mi señor peregrino, en verdad que no vale la pena! ¡Como no me olvidé de la paliza que recibí, tampoco me olvidé de tus excelentes recomendaciones del año pasado ...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente