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Las mil y una noches:540

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 540: Pero cuando llegó la 541ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 541ª NOCHE

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Ella dijo:

"... advirtió que se trataba de una belleza humana, y que la tal pertenecía a una joven cual la luna. "¡Por Alah! ¡Voy a subir en seguida a alcanzarla y a preguntarle su nombre! ¡Porque se parece de un modo asombroso al retrato admirable que de la princesa Gema me hizo mi tío Saleh! ¿Y quién sabe si no será ella misma? ¡Quizá emprendiera la fuga desde el palacio de su padre en cuanto comenzó el combate!" Y en extremo emocionado, saltó sobre sus pies, y erguido bajo el árbol, alzó los ojos hacia la joven, y le dijo:

"¡Oh cima suprema de todo deseo! ¿Quién eres y por qué motivo te encuentras en esta isla y en la copa de este árbol?" Entonces inclinose un poco la princesa hacia el hermoso joven y le sonrió, y dijo con una voz cantarina como el agua: "¡Oh joven encantador! ¡Oh hermosísimo! ¡Yo soy la princesa Gema, hija del rey Salamandra el marino! ¡Y estoy aquí porque he huido de mi patria, y de las moradas de mi patria, y de mi padre y de mi familia, para escapar a la triste suerte de los vencidos! Porque a esta hora el príncipe Saleh ha debido reducir a la esclavitud a mi padre después de exterminar a todos sus guardias. ¡Y debe estar buscándome por todo el palacio!

¡Ay! ¡Ay! ¡Qué duro será el lejano destierro de los míos!

¡Qué desgraciada suerte la de mi padre, el rey! ¡Ay! ¡Ay!" Y de sus hermosos ojos cayeron gruesas lágrimas sobre el rostro de Sonrisa-de-Luna, que alzó los brazos con un ademán de emoción y sorpresa, y acabó por exclamar: "¡Oh princesa Gema, alma de mi alma! ¡Oh ensueño de mis noches sin sueño! ¡Baja de este árbol, por favor, pues soy el rey Sonrisa-de-Luna, hijo de Flor-de-Granada, la reina oriunda del mar, como tú! ¡Oh! ¡Baja, porque soy el que asesinaron tus ojos, el esclavo cautivo de tu belleza!"

Y exclamó, entusiasmada la joven: "¡Ya Alah! ¡Oh mi señor! ¿Conque eres tú el hermoso Sonrisa-de-Luna, sobrino de Saleh e hijo de la reina Flor-de-Granada?"

El joven dijo: "¡Claro que sí! ¡Pero te ruego que bajes!" Ella dijo: "¡Oh, qué poco acertado estuvo mi padre al rehusar para su hija un esposo como tú! ¿Qué más podía desear? ¡Oh querido mío! no te enfades por la negativa irreflexiva de mi padre, pues te amo yo. ¡Y si tú me amas un poco, yo te amo una inmensidad! ¡Desde que te vi, el amor que por mí sientes se albergó en mi hígado, y me he convertido en víctima de tu hermosura!"

Y después de pronunciar estas palabras, se deslizó a lo largo del árbol hasta caer en brazos de Sonrisa-de-Luna, que la apretó contra su pecho en el límite del júbilo y la devoró a besos dados por todas partes, mientras ella le devolvía cada caricia y cada movimiento. Y con aquel contacto delicioso, sintió Sonrisa-de-Luna que cantaban todos los pájaros de su alma, y exclamó: "¡Oh soberana de mi corazón! ¡Oh princesa Gema tan deseada, por quien también abandoné, en verdad, mi reino, mi madre y el palacio de mis padres! ¡Mi tío Saleh apenas me detalló la cuarta parte de tus encantos, siendo insospechables para mí las otras tres cuartas partes! Y no pesó en presencia mía más que un quilate de los veinticuatro quilates de tu belleza, ¡oh toda de oro!"

Habiendo dicho estas palabras, siguió cubriéndola de besos y acariciándola de mil maneras. Luego, abrasándose de deseos por deleitarse al fin con aquella grupa de bendiciones, deslizó su mano hacia las borlas del cordón. Y cual si quisiera ayudarle en esta operación, se levantó la joven, alejóse algunos pasos, y de repente extendió la mano rectamente en dirección a él, y escupiéndole en el rostro seco, le gritó:

"¡Oh terrestre, abandona la forma humana, y conviértete en un pajarraco blanco con el pico y las patas rojos!" ¡Y al punto Sonrisa-de-Luna, en el límite de la estupefacción, quedó transformado en un pájaro de plumas blancas, de alas pesadas e incapaces de volar, y con pico y patas rojos!

¡Y se puso a mirar a la joven con lágrimas en los ojos!

Entonces la princesa Gema llamó a su servidora Mirta, y le dijo "¡Coge a este pájaro, que es el sobrino del mayor enemigo de mi padre, de ese Saleh el alcahuete que combatió a mi padre, y llévale a la Isla Seca, que no está lejos de aquí, a fin de que se muera de sed y de hambre. . .

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.