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Las mil y una noches:604

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 604: Pero cuando llegó la 605ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 605ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Y al punto precipitóse Hassán al cofre donde estaban sus antiguos efectos, y cogió el mechón de barba, del que hubo de quemar algunos pelos, llamando con el pensamiento al jeique Alí Padre-de-las-Plumas. Y he aquí que retembló el palacio, y de debajo, de tierra surgió el jeique vestido de negro ante Hassán, que se arrojó a sus plantas. Y le preguntó el jeique: "¿Qué quieres, Hassán?" Y el joven le dijo: "¡Por favor, no hagas ruido, que va a despertarse! ¡Y entonces me veré entre sus manos obligado sin remedio a hacer de pájaro!" Y le mostró con el dedo a la giganta dormida. Entonces el jeique le cogió de la mano, y en virtud de su poder oculto, le condujo fuera del palacio. Luego le dijo: "Cuéntame qué te ha sucedido". Y Hassán le contó cuanto había hecho desde su llegada a la tierra de alcanfor blanco, y añadió: "¡Y por Alah, que si hubiese estado un día más junto a esa giganta, se me habría salido el alma por la nariz!"

Y le dijo el jeique: "¡Ya te previne, sin embargo, de lo que tendrías que sufrir! ¡Pero todo eso sólo es el principio! ¡Y además, tengo que decirte, ¡oh hijo mío! por si te decides a volver sobre tus pasos, que en las islas Wak-Wak no surtirá ya efecto la virtud de mis pelos, y te verás abandonado a tus propios recursos!" Y dijo Hassán: "¡A pesar de todo, es preciso que vaya en busca de mi esposa! ¡Y todavía me queda este tambor mágico, que en caso de peligro podrá servirme para sacarme de apuros!" Y el jeique Alí miró el tambor, y dijo: "¡Oh! ¡lo reconozco! ¡Es el que pertenecía a Bahram el Gauro, uno de mis antiguos discípulos, el único que ha dejado de seguir la vía de Alah! ¡Pero ¡oh Hassán! has de saber que tampoco ese tambor podrá servirte en las islas Wak-Wak, donde se deshacen todos los encantamientos, y donde los genios que habitan la isla no obedecen más que a su rey!" Y dijo Hassán: "¡El que ha de vivir diez años no morirá en el año noveno! ¡Si mi destino es morir en esas islas, no tengo en ello inconveniente! ¡Te suplico, pues, ¡oh venerable jeique de los jeiques! que me digas el camino que debo seguir para ir allá!" Y entonces el jeique Alí, por toda respuesta, le cogió de la mano, y le dijo: "¡Cierra los ojos y ábrelos!" Y Hassán cerró los ojos para abrirlos un instante después. Y había desaparecido todo, lo mismo el jeique Padre-de-las-Plumas que el palacio de la hija del rey y que la tierra de alcanfor blanco. Y se vió en la playa de una isla cuyos guijarros eran piedras preciosas de distintos colores. Y no sabía él si por fin había llegado a las islas tan deseadas.

Pero apenas había tenido tiempo de echar una ojeada a la derecha y otra ojeada a la izquierda, cuando de pronto cayeron sobre él bandadas de pájaros blancos muy grandes, salidos de los guijarros marinos y de la espuma de las olas y que cubrieron el cielo con una nube densa y baja. Y el vuelo enemigo avanzó contra él en remolinos, con un estrépito de picos amenazadores y de alas agitadas; y al mismo tiempo lanzaron todos los gaznates aéreos un grito ronco, mil veces repetido, en el cual Hassán reconoció por fin las sílabas Wak-Wak que daban nombre a las islas. Entonces comprendió que había llegado a aquellas tierras prohibidas, y que las aves de allí le consideraban como un intruso y trataban de rechazarle hacia el mar. Y Hassán corrió a refugiarse en una cabaña que se erguía no lejos de allí, y se puso a reflexionar acerca de las circunstancias.

De improviso oyó gemir la tierra y la sintió temblar bajo sus pies; y escuchó, reteniendo la respiración, y en lontananza vió espesarse otra nube, de la que poco a poco surgieron al sol puntas de lanzas y de cascos, y brillaron armaduras. ¡Las amazonas! ¿Adónde huir? Y el galope furioso se aproximó en un abrir y cerrar de ojos, rápido cual el granizo que cae, cual el relámpago que brilla. Y ante él aparecieron, formadas en cuadro movible y formidable, guerreras montadas en yeguas leonadas como el oro puro, de cola larga, de jarretes vigorosos, con las riendas altas y libres, más veloces que el viento del Norte cuando sopla con violencia por el lado del mar tempestuoso. Y cada una de aquellas guerreras, armadas para el combate, llevaba al costado un sable pesado, una larga lanza en una mano y en la otra una porción de armas que asustaban al verlas; y con sus muslos oprimían cuatro javelinas que mostraban sus cabezas espantables.

Pero, no bien aquellas guerreras divisaron al audaz Hassán de pie en el umbral de la cabaña, pararon en seco sus yeguas encabritadas. Y al dar en el suelo toda la masa de cascos hizo volar por el cielo los guijarros de la playa y se hundió profundamente en la arena. Y los nasales dilatados de los animales palpitantes se estremecían al mismo tiempo que las aletas de la nariz de las jóvenes guerreras; y las caras descubiertas bajo los yelmos de viseras altas eran hermosas como !unas; y las grupas redondas y pesadas se juntaban y confundían con las grupas leonadas de las yeguas. Y las luengas cabelleras, morenas, rubias, leonadas y negras, se mezclaban ondulantes con las colas y las crines. Y las cabezas de metal y las corazas de esmeralda refulgían al sol cual inmensas joyas y llameaban sin consumirse.

Pero entonces, de en medio de aquel cuadro de luz, se adelantó una amazona más alta que todas las demás...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.