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Las mil y una noches:610

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 610: Pero cuando llegó la 611ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 611ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Sabe, pues, hija mía, ¡oh pupila de mis ojos! que esta noche un ensueño pesó sobre mi sueño y oprimió mi pecho. En efecto, durante mi ensueño, paseábame por entre un tesoro oculto a todas las miradas y cuyas riquezas sólo se mostraban a mis ojos. Y admiraba yo cuanto veía; pero no se detenían mis miradas más que sobre siete piedras preciosas que brillaban con resplandor espléndido en medio de todo lo demás. Pero la más pequeña era la más hermosa y la más atrayente. Así es que, para admirarla mejor y ponerla al abrigo de las miradas, la cogí en mi mano, la apreté contra mi corazón y abandoné el tesoro, llevándomela conmigo. Y cuando la tenía ante mis ojos bajo los rayos del sol, un pájaro de especie extraordinaria, y como nunca se ha visto en estas islas, cayó de pronto sobre mí, me arrancó la piedra preciosa y emprendió el vuelo. Y quedé sumido en el estupor y en el dolor más vivo. Y al despertar, tras de toda una noche de tormentos, hice venir a los intérpretes de ensueños y les pedí la explicación de lo que en mi ensueño había visto. Y me contestaron: «¡Oh rey nuestro! ¡Las siete piedras preciosas son tus siete hijas, y la piedra más pequeña, arrebatada de entre tus manos por el pájaro, es tu hija más pequeña, que por fuerza arrancarán a tu afecto! ¡Y he aquí, hija mía, que ahora tengo mucho miedo a dejarte que te alejes con tus hermanas y la Madre-de-las-Lanzas para ir a ver a tu hermana mayor Nur Al-Huda, pues no sé qué contratiempos pueden surgir en tu viaje, ya al ir, ya al volver!"

Y Esplendor (que ella propia era la esposa de Hassán), contestó: "¡Oh soberano y padre mío! ¡oh gran rey! no ignoras que mi hermana mayor, Nur Al-Huda, ha preparado en honor mío una fiesta, y me espera con la más viva impaciencia. Y hace ya más de dos años que pienso siempre en ir a verla; y debe tener ahora toda clase de motivos para no estar muy satisfecha de mi conducta. Pero no temas nada, ¡Oh padre mío! Y no olvides que hace algún tiempo, cuando hice con mis compañeras un viaje lejano, también me creíste perdida para siempre; y me guardaste luto. ¡Y sin embargo, volví sin contratiempos y con buena salud!

¡De la misma manera me ausentaré esta vez todo lo más un mes, al cabo del cual regresaré, si Alah quiere! Además, si se tratase de alejarme de nuestro reino, comprendo tu emoción; pero aquí, en nuestras islas, ¿a qué enemigo puedo temer? ¿Quién podrá llegar a las islas Wak-Wak, después de haber cruzado la Montaña-de-las-Nubes, las Montañas Azules, las Montañas Negras, los Siete Valles, los Siete Mares y la Tierra de Alcanfor Blanco, sin perder mil veces su alma en el camino? ¡Ahuyenta, pues, de tu espíritu toda inquietud, ¡oh padre mío! refresca tus ojos y tranquiliza tu corazón!"

Cuando el rey de los genn oyó estas palabras de su hija, consintió en dejarla marchar, aunque de muy mala gana, y haciéndole prometer que no estaría con su hermana más que unos días. Y le dió una escolta de mil amazonas, y la besó con ternura. Y Esplendor se despidió de él, y después de ir a besar a sus dos hijos al sitio en donde estaban ocultos, sin que nadie sospechara su existencia, pues desde su llegada se los confió a dos esclavas abnegadas, siguió a la vieja y a sus hermanas, encaminándose a la isla en que reinaba Nur Al-Huda. Y he aquí que, para recibir a sus hermanas, Nur Al-Huda se había puesto un traje de seda roja, adornado con pájaros de oro cuyos ojos, picos y uñas eran de rubíes y esmeraldas; y cargada de atavíos y pedrerías, hallábase sentada sobre el trono en la sala de audiencias. Y ante ella manteníase de pie Hassán; y a su derecha estaban formadas en filas unas jóvenes con espadas desnudas; y a su izquierda había otras jóvenes con largas lanzas puntiagudas.

En aquel momento llegó la Madre-de-las-Lanzas con las seis princesas. Y pidió audiencia, y por orden de la reina introdujo primero a la mayor de las seis, que se llamaba Nobleza-de-la-Raza. Iba vestida con un traje de seda azul y era aún más bella que Nur Al-Huda. Y se adelantó hasta el trono, y besó la mano de su hermana, que hubo de levantarse en honor suyo y la besó y la hizo sentarse a su lado.

Luego se encaró con Hassán, y le dijo: "Dime, ¡oh adamita! ¿es ésta tu esposa?" Y contestó Hassán: "¡Por Alah, ¡oh mi señora! que es maravillosa y bella como la luna al salir; tiene cabellera de carbón, mejillas delicadas, boca sonriente, senos erguidos, coyunturas finas y extremidades exquisitas! y diré, para celebrarla, en verso:

¡Avanza vestida de azul, y se la creería un pedazo arrancado del azul de los cielos!
¡En sus labios trae una colmena de miel, en sus mejillas un pénsil de rosas, y en su cuerpo, corolas de jazmín!
¡Al ver su talle recto y fino y su grupa monumental, se la tomaría por una caña hundida en un montículo de movible arena!
"Así la veo, ¡oh mi señora! ¡Pero entre ella y mi esposa hay una diferencia que se niega a expresar mi lengua!"

Entonces Nur Al-Huda hizo seña a la vieja nodriza para que introdujera a su segunda hermana. Y entró la joven, vestida con un traje de seda color de albaricoque. Y era aún más bella que la primera; y se llamaba Fortuna-de-la-Casa. Y tras de besarla, su hermana la hizo sentarse al lado de la anterior, y preguntó a Hassán si reconocía en ella a su esposa. Y Hassán contestó...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.