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Las mil y una noches:616

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 616: Pero cuando llegó la 618ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 618ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Vamos a ver, compañero. Si tuvieras que gastar una broma a esas personas acurrucadas en fila, ¿cómo te arreglarías?" El otro contestó: "¡Lo más indicado sería pasar por detrás de ellas con una escoba de esparto, y como por inadvertencia, haciendo que barría, pincharlas en el trasero con las espinas de la escoba!" El hombre de El Cairo dijo: "Ese procedimiento, compañero, sería algo torpe y grosero. ¡Y verdaderamente resultan soeces semejantes bromas! ¡He aquí lo que haría yo!" Y después de hablar así, se acercó con aire amable y simpático a las personas puestas en cuclillas, diciendo: "Con tu permiso, ¡oh mi señor!" Y cada cual hubo de contestarle, en el límite de la confusión y del furor: "Alah arruine tu casa, ¡oh hijo de alcahuete! ¿Acaso celebramos un festín aquí?" Y al ver la cara indignada de las personas aludidas, reían en extremo todos los circunstantes reunidos en el patio de la mezquita.

De modo que, cuando el hombre de Damasco hubo visto aquello con sus propios ojos, encaróse con el hombre de El Cairo, y le dijo: "¡Por Alah, que me venciste. ¡oh jeique de los bromistas! Y razón tiene el proverbio que dice: "¡Sutil como el egipcio, que pasa por el ojo de una aguja!"

Después Schehrazada todavía dijo aquella noche:


ARDID DE MUJER

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He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que, en una ciudad entre las ciudades, una joven de alto rango, cuyo esposo se ausentaba a menudo para hacer viajes próximos y lejanos, acabó por no resistir ya a la incitaciones de su tormento y escogió para sí, a manera de bálsamo calmante, un muchacho, que no tenía par entre los jóvenes de aquel tiempo. Y se amaron ambos con un amor extraordinario; y se satisficieron mutuamente con toda alegría y toda tranquilidad, levantándose para comer, comiendo para acostarse y acostándose para copular. Y de aquella manera vivieron durante un largo transcurso de tiempo.

Y he aquí que un día solicitó con malas intenciones al muchacho un jeique de barba blanca, un pérfido redomado, semejante al cuchillo del vendedor de colocasias. Pero el joven no quiso prestarse a lo que le pedía el jeique, y enfadándose con él, le pegó mucho en la cara y le arrancó su barba de confusión. Y el jeique fué al walí de la ciudad para quejarse del mal trato que acababa de sufrir; y el walí mandó detener y encarcelar al muchacho.

Entretanto, se enteró la joven de lo que acababa de sucederle a su enamorado, y al saber que estaba preso, tuvo una pena muy violenta. Así es que no tardó en combinar un plan para libertar a su amigo, y adornándose con sus atavíos más hermosos, fué al palacio del walí, solicitó audiencia y la introdujeron en la sala de las peticiones. Y en verdad ¡por Alah! que, nada más que con mostrarse de aquel modo en su esbeltez, habría podido obtener de antemano la concesión de todas las peticiones de la tierra a lo ancho y a lo largo. De manera que, después de las zalemas, dijo al walí: "¡Oh nuestro señor walí! el desgraciado joven, a quien hiciste encarcelar, es mi propio hermano y el único sostén de mi casa. Y ha sido calumniado por los testigos del jeique y por el mismo jeique, que es un pérfido, un disoluto. ¡Vengo, pues, a solicitar de tu justicia la libertad de mi hermano, sin lo cual va a arruinarse mi casa, y yo moriré de hambre!"

Pero no bien el walí hubo visto a la joven, se le afectó mucho el corazón por causa suya; y se enamoró de ella; y le dijo: "¡Claro que estoy dispuesto a libertar a tu hermano! ¡Pero conviene que antes entres en el harén de mi casa, que yo iré a buscarte allí después de las audiencias, para hablar acerca del asunto contigo!" Mas comprendiendo ella lo que pretendía él, se dijo: "¡Por Alah ¡oh barba de pez! que no me tocarás hasta que las ranas críen pelo!"

Y contestó: "¡Oh nuestro señor el walí! ¡es preferible que vayas tú a mi casa, donde tendremos tiempo sobrado para hablar acerca del asunto con más tranquilidad que aquí, en donde al fin y al cabo soy una extraña!" Y le preguntó el walí en el límite de la alegría: "¿Y dónde está tu casa?" Ella dijo: "¡En tal sitio! ¡Y te espero allí esta tarde al ponerse el sol!" Y salió de casa del walí, a quien dejó sumido en un mar agitado, y fué en busca del kadí de la ciudad. Entró, pues, en casa del kadí, que era un hombre de edad, y le dijo: "¡Oh nuestro amo el kadí!" El dijo: "¿Qué hay?"

Ella continuó: "¡Te suplico que detengas tus miradas en mi tribulación, y Alah lo aprobará!"

El preguntó: "¿Quién te ha oprimido?" Ella contestó: "Un jeique pérfido que, valiéndose de testigos falsos, logró que encarcelasen a mi hermano, único sostén de mi casa. ¡Y vengo a rogarte que intercedas con el walí para que suelten a mi hermano!" Y he aquí que, cuando el kadí vió y oyó a la joven, quedó locamente enamorado de ella, y le dijo: "Con mucho gusto me interesaré por tu hermano. Pero empieza por entrar en el harén y esperarme allí. Y entonces hablaremos del asunto. ¡Y todo saldrá a medida de tu deseo!" Y se dijo la joven: "¡Ah hijo de alcahuete! ¡como no me poseas para cuando las ranas críen pelo!" Y contestó: "¡Oh amo nuestro! ¡Mejor será que te espere en mi casa, donde no nos molestará nadie!" El preguntó: "¿Y dónde está tu casa?"

Ella dijo: "¡En tal sitio! ¡Y te espero allí esta misma tarde después de que se ponga el sol!" Y salió de casa del kadí y fué en busca del visir del rey.

Cuando estuvo en presencia del visir, le contó el encarcelamiento del muchacho, que decía era hermano suyo, y le suplicó que diera orden de que le libertaran. Y le dijo el visir: "¡No hay inconveniente! ¡Pero entra ahora a esperar en el harén, adonde iré a reunirme contigo para hablar acerca del asunto!" Ella dijo: "¡Por la vida de tu cabeza, ¡oh amo nuestro! soy muy tímida, y ni siquiera sabré conducirme en el harén de tu señoría! Pero mi casa es más a propósito para conversaciones de ese género, y te esperaré en ella esta misma noche una hora después de ponerse el sol!" Y le indicó el sitio en que estaba situada su casa, y salió de allí para ir a palacio en busca del rey de la ciudad.

Y he aquí que cuando entró en la sala del trono, el rey se dijo, maravillado de su belleza: "¡Por Alah! ¡Qué buen bocado para tomárselo caliente aún y en ayunas!" Y le preguntó: "¿Quién te ha oprimido?"

Ella dijo: "¡No me han oprimido, puesto que existe la justicia del rey!" Dijo él: "¡Sólo Alah es justo! ¿Pero qué puedo hacer en tu favor?" Ella dijo: "¡Dar orden para que pongan en libertad a mi hermano, encarcelado injustamente!" Dijo él: "¡Fácil es la cosa! ¡Ve a esperarme en el harén, hija mía! ¡Y no ocurrirá más que lo que te convenga!"

Ella dijo: "En ese caso ¡oh rey! mejor te esperaré en mi casa. Porque ya sabe nuestro rey que para esta clase de cosas son necesarios muchos preparativos, como baño, limpieza y otros requisitos parecidos. ¡Y nada de eso puedo hacerlo bien más que en mi casa, la cual habrá de ser honrada y bendita por siempre en cuanto pisen en ella los pasos de nuestro rey!"

Y el rey dijo: "¡Sea, pues, así!" Y se pusieron ambos de acuerdo acerca de la hora y el sitio del encuentro. Y la joven salió de palacio y fué en busca de un carpintero...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.