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Las mil y una noches:676

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 676: Pero cuando llegó la 710ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 710ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Y como una loba, corrió hacia el patricio, y le gritó, mientras su respiración silbaba cual la víbora cornuda: "¡Mal hayas, maldito! ¡Ven aquí para aprender a manejar una maza de armas!"

Cuando el patricio Barbut vió que su adversaria blandía de aquel modo la maza en el aire, creyó que cielo y tierra desvanecíanse a su vista. Y desalentado, olvidando todo valor y toda presencia de ánimo, volvió la espalda, protegiéndose en su fuga con el escudo. Pero la princesa heroica le siguió de cerca, le apuntó, y haciendo voltear la pesada maza de armas, se la lanzó a la espalda. Y la maza voltigeante fué a caer sobre el escudo con más fuerza que una roca disparada por una máquina de guerra. Y derribó del caballo al patricio, rompiéndole cuatro costillas. Y rodó él por el polvo, se revolcó en su sangre y arañó la tierra con sus uñas. Y fué la suya una muerte sin agonía, porque Azrael, ángel de la muerte, se acercó a él a última hora, y le arrancó el alma, que fué a rendir cuenta de sus errores y de su descreimiento a Quien conoce los secretos y penetra los sentimientos.

Entonces la princesa Mariam, a galope tendido, hizo rozar la tierra el vientre de su caballo, recogió la enorme lanza de su enemigo muerto, y se alejó a alguna distancia. Y allá hundió en tierra profundamente la lanza, y haciendo cara a todo el ejército de su padre, detuvo bruscamente su caballo dócil, se apoyó en la larga lanza, y se mantuvo inmóvil en aquella actitud con la cabeza erguida y provocadora. Y de tal modo, formando un solo cuerpo con su caballo y su lanza clavada en el suelo, era inquebrantable como una montaña e inmutable como el Destino.

Cuando el rey de los francos vió sucumbir de tal suerte al patricio Barbut, en su dolor se golpeó el rostro, desgarró sus vestiduras y llamó al segundo patricio jefe de su ejército, que se llamaba Bartú y era un héroe reputado entre los francos pór su intrepidez y su valor en los combates singulares. Y le dijo: "¡Oh patricio Bartú! ¡A ti te incumbe ahora vengar la muerte de Barbut, hermano tuyo en armas!" Y el patricio Bartú contestó, inclinándose: "¡Escucho y obedezco!" Y lanzando su caballo a la arena, corrió hacia la princesa.

Pero la heroína, siempre en la misma actitud, no se movió: y su corcel se mantuvo firme y apuntalado sobre sus patas como un puente. Y he aquí que llegó a ella el galope furioso del patricio, que había soltado las riendas a su caballo y acudía enristrando su lanza cuyo hierro se asemejaba al aguijón del escorpión. Y se verificó tumultuosamente el doble choque.

Entonces avanzaron un paso todos los guerreros para ver mejor las terribles maravillas de aquel combate, parecido al cual jamás lo habían presenciado sus ojos. Y corría por todas las filas un escalofrío de admiración.

Pero ya los adversarios, envueltos en espesa polvareda, se asaltaban de un modo salvaje, y hacían gemir el aire con los golpes que se distribuían. Y así combatieron durante mucho rato, con la rabia en el alma y lanzándose injurias espantosas. Y el patricio no tardó en reconocer la superioridad de su enemiga, y se dijo: "¡Por el Mesías, que llegó la hora de manifestar todo mi poder!" Y asió una pica mensajera de muerte, la enarboló y la lanzó apuntando a su adversaria, y gritando: "¡Para ti!"

¡Pero no sabía que la princesa Mariam era la heroína incomparable de Oriente y de Occidente, la amazona de tierras y desiertos, y la guerrera de llanuras y montañas!

Había ella observado el movimiento del patricio y comprendido su intención. Y cuando la pica enemiga partió al vuelo en dirección suya, esperó que rozase su pecho, la cogió al vuelo de pronto, y encarándose con el patricio estupefacto, le hirió en mitad del vientre con aquella arma, que le salió centelleante por las vértebras dorsales. Y cayó él cual una torre que se derrumba; y el ruido de sus armas hizo retemblar los ecos. Y su alma fué a reunirse para siempre con la de su compañero en las llamas inextinguibles encendidas por la cólera del Juez Supremo...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.