Las mil y una noches:686
PERO CUANDO LLEGO LA 720ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"¡... Guárdate, pues, esos doscientos mil dracmas, como recompensa por la feliz noticia que me traes!"
Entonces el califa Abd Al-Malek ben-Merwán, que había oído hablar de la incomparable belleza y del ingenio de Hind, la deseó, y envió a pedirla en matrimonio. Pero ella le contestó con una carta en que, después de las alabanzas a Alah y de las fórmulas de respeto, le decía: "¡Sabe ¡oh Emir de los Creyentes! que el perro ha manchado el vaso al tocarlo con el hocico para olerlo!"
Y cuando recibió esta carta, el califa se echó a reír a carcajadas, y al punto escribió esta respuesta: "¡Oh Hind! ¡si el perro manchó el vaso al tocarlo con el hocico, lo lavaremos siete veces, y con el uso que hagamos de él, lo purificaremos! "
Y al ver que el califa, a pesar de los obstáculos que ella le oponía, continuaba deseándola ardientemente, Hind no pudo por menos de inclinarse. Aceptó, pues, pero poniendo una condición, como se lo escribió en otra carta en que, después de las alabanzas y las fórmulas, decía: "¡Sabe ¡oh Emir de los Creyentes! que no partiré más que con una condición: que Al-Hajage, con los pies descalzos, conduzca de la brida, durante todo este viaje, mi camello hasta tu palacio!"
Esta carta hizo reír al califa aún más que la primera. Y transmitió a Al-Hajage la orden de conducir de la brida el camello de Hind. Y no obstante todo su despecho, como Al-Hajage sabía bien que no podía hacer más que obedecer las órdenes del califa, fué con los pies descalzos hasta la morada de Hind, y cogió al camello por la brida. Y montó Hind en su litera, y durante todo el camino no dejó de divertirse con toda el alma a costa de su conductor. Y llamó a su nodriza, y le dijo: "¡Oh nodriza mía! descorre un poco las cortinas del palanquín!" Y la nodriza separó las cortinas, y sacó Hind la cabeza por la portezuela, y tiró a tierra un dinar de oro que fué a caer en medio del barro. Y se encaró con su antiguo esposo, y le dijo: "¡Oh canciller, devuélveme esa moneda de plata!" Y Al-Hajage recogió la moneda y se la entregó a Hind, diciéndole: "¡Es un dinar de oro y no una moneda de plata!" Y echándose a reír, exclamó Hind: "¡Loores a Alah, que hace convertirse la plata en oro, a pesar de la suciedad del barro!" Y Al-Hajage, al oír estas palabras, comprendió que aquello era una nueva burla de Hind para humillarle. Y se puso muy colorado de vergüenza y de cólera. ¡Pero bajó la cabeza y se vió obligado a ocultar su rencor contra Hind, convertida en esposa del califa!
Cuando Schehrazada hubo contado esta historia, se calló. Y le dijo el rey Schahriar: "Me gustan esas anécdotas, Schehrazada. Pero querría oír ahora una historia maravillosa. ¡Y si es que no sabes más, dímelo para que me entere!"
Y Schehrazada exclamó: "¿Y dónde hay una historia más maravillosa que la que precisamente voy a contar en seguida al rey, siempre que me lo permita?"
Y dijo Schahriar: "¡Te lo permito!"