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Las mil y una noches:696

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Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 696: Pero cuando llegó la 729ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 729ª NOCHE

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Ella dijo:

"... Y fué a visitar al príncipe Zein, y entró en la sala reservada a los visitantes. Y se inclinó hasta la tierra en presencia del príncipe, que le devolvió su zalema y le recibió con cordialidad y le invitó a sentarse en el diván al lado suyo. Luego mandó que le sirvieran de comer y de beber, y le hizo compañía, compartiendo la comida con él y con Mubarak. Y charlaron como dos excelentes amigos. Y el derviche, completamente conquistado por los modales del príncipe, le preguntó: "¡Oh mi señor Zein! ¿piensas iluminar por mucho tiempo nuestra ciudad con tu presencia?" y Zein, que, no obstante su tierna edad, era muy avisado y sabía sacar provecho de las ocasiones deparadas por el Destino, le contestó: "Sí, ¡oh mi señor imán! ¡Mi intención es vivir en Bagdad hasta que logre mi propósito!" Y Abu-Bekr dijo: "¡Oh mi señor emir! ¿cuál es el noble propósito que persigues? ¡Tu esclavo estará muy contento de poder ayudarte en algo, y se interesará por ti de todo corazón amistoso!" Y contestó el príncipe Zein: "Sabe entonces, ¡oh venerable jeique Abu-Bekr! que mi anhelo se cifra en el matrimonio. En efecto, deseo encontrar, para tomarla por esposa, una joven de quince años que sea a la vez excesivamente bella y virgen en absoluto. Y es preciso que su belleza sea tal, que no tenga ella par entre las jóvenes de su tiempo, y que su virginidad sea de buena ley, por fuera y por dentro. Y ése es el propósito que persigo y el motivo que me condujo a Bagdad tras de impulsarme a residir en Egipto y en Siria". Y contestó el derviche: "¡En verdad, ¡oh amo mío! que eso es cosa muy rara y muy difícil de encontrar! Y si Alah no me hubiera puesto en tu camino, tu estancia en Bagdad no habría visto jamás su término, y en vano hubieran perdido el tiempo en pesquisas todas las casamenteras. ¡Pero yo sé dónde podrás encontrar esa perla única, y te lo diré si es que me lo permites!"

Al oír estas palabras, Zein y Mubarak no pudieron por menos de sonreír. Y Zein le dijo: "¡Oh santo derviche! ¿estás bien seguro de la virginidad de la que me hablas? Y de ser así, ¿cómo te arreglaste para adquirir esa certeza? Si viste por ti mismo a esa joven lo que debe permanecer oculto, ¿cómo quieres que sea virgen? ¡Porque la virginidad reside tanto en la conservación del sello como en que permanezca invisible!" Y Abu-Bekr contestó: "¡Claro que no lo he visto! ¡Pero me cortaría la mano derecha si no estuviese como te he indicado! Y además, ¿cómo vas a arreglarte tú mismo, ¡oh mi señor! para tener una certeza tan completa antes de la noche de bodas?" Y contestó Zein: "¡Es muy sencillo: sólo necesitaré verla un instante, toda vestida y completamente envuelta en sus velos!" Y el derviche no quiso echarse a reír, por consideración a su huésped, y limitóse a contestar: "¡Buen fisonomista debe ser nuestro amo el emir para adivinar de esa manera, sin ver más que los ojos tras el velo, el estado de la virginidad en una joven a quien no conozca!" Y dijo Zein: "¡Así es! ¡Y no tienes más que dejarme ver a la joven, si verdaderamente crees que es posible la cosa! ¡Y ten la seguridad de que sabré corresponder a tus servicios y estimarlos en más de su valor!" Y contestó el derviche: "¡Escucho y obedezco!" Y salió en busca de la consabida joven.

Porque Abu-Bekr conocía a una joven que podía llenar las condiciones requeridas, y que no era otra que la hija del jeique de los derviches de Bagdad. Y su padre habíala criado alejada de todas las miradas, haciéndola llevar una vida sencilla y recatada, con arreglo a los preceptos sublimes del Libro. Y creció ella en la morada ignorando la fealdad, y cuajó como una flor. Y era blanca y elegante y deliciosamente formada, pues había salido sin defecto del molde de la belleza. Y sus proporciones eran admirables, y negros sus ojos, y bruñidos como trozos de luna sus miembros delicados. ¡Y era toda redonda y finísima al mismo tiempo! En cuanto a lo que estaba situado entre las columnas, no sabría describirlo nadie, porque nadie lo había visto. ¡He aquí por qué el espejo mágico será el único que la refleje por primera vez y pueda permitir esta descripción con asentimiento de Alah!

El derviche Abu-Bekr fué, pues, a casa del jeique de la corporación, y tras de las zalemas y cumplimientos por una y otra parte, le espetó un largo discurso, basado en diversos textos del Libro santo acerca de la necesidad que del matrimonio tienen las jóvenes púberes, y acabó por exponerle la situación con todos sus detalles, añadiendo: "¡Porque ese emir tan noble, tan rico y tan generoso, está dispuesto a pagarte la dote que pidas por tu hija; pero en cambio, exige, como única condición, posar una sola mirada en ella estando tu hija vestida por completo y enteramente envuelta en el izar!" Y el jeique de los derviches, padre de la joven, hubo de reflexionar durante una hora de tiempo, y contestó: "¡No hay inconveniente!" Y fué en busca de su esposa, madre de la joven, y le dijo: "¡Oh madre de Latifah! ¡levántate y coge a nuestra hija Latifah y echa a andar detrás de nuestro hijo, el derviche Abu-Bekr, que te conducirá a un palacio donde el destino de tu hija le espera hoy ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.