Las mil y una noches:720
PERO CUANDO LLEGO LA 754ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"¡... Ten piedad de mí, pues, ¡oh padre mío! y deja que tu oído y tu corazón se compadezcan de mis penas y de mi emoción!" Y como entonces no sentía la presencia de su esposa, el sultán, que tenía un corazón compasivo, se inclinó hacia su hija, y la besó y la acarició y apaciguó su inquieta alma. Luego le dijo: "¡Y ahora, hija mía, calma tu espíritu y refresca tus ojos! ¡Y con toda confianza cuéntale a tu padre detalladamente los incidentes que esta noche te han puesto en tal estado de emoción y de terror!" Y apoyando la cabeza en el pecho de su padre, la princesa le contó sin olvidar nada, todas las molestias que había sufrido las dos noches que acababa de pasar, y terminó su relato añadiendo: "Mejor será, ¡oh padre mío bienamado! que interrogues también al hijo del visir, a fin de que te confirme mis palabras!"
Y el sultán, al oír el relato de aquella extraña aventura, llegó al límite de la perplejidad, y compartió la pena de su hija, y como la amaba tanto, sintió humedecerse de lágrimas sus ojos. Y le dijo él: "La verdad, hija mía, es que yo solo soy el causante de todo esto tan horrible que te sucede, pues te casé con un pasmado que no sabe defenderte y resguardarte de esas aventuras singulares. ¡Porque lo cierto es que quise labrar tu dicha con ese matrimonio, y no tu desdicha y tu muerte! ¡Por Alah, que en seguida voy a hacer que venga el visir y el cretino de su hijo, y les voy a pedir explicaciones de todo esto! ¡Pero, de todos modos, puedes estar tranquila en absoluto, hija mía, porque no se repetirán esos sucesos! ¡Te lo juro por vida de mi cabeza!" Luego se separó de ella, dejándola al cuidado de sus mujeres, y regresó a sus aposentos, hirviendo en cólera.
Al punto hizo ir a su gran visir, y en cuanto se presentó entre sus manos, le gritó: "¿Dónde está el entrometido de tu hijo? ¿Y qué te ha dicho de los sucesos ocurridos estas dos últimas noches?" El gran visir contestó, estupefacto: "No sé a que te refieres, ¡oh rey del tiempo! ¡Nada me ha dicho mi hijo que pueda explicarme la cólera de nuestro rey! ¡Pero, si me lo permites, ahora mismo iré a buscarle y a interrogarle!" Y dijo el sultán: "¡Ve! ¡Y vuelve pronto a traerme la respuesta!" Y el gran visir, con la nariz muy alargada, salió doblando la espalda, y fué en busca de su hijo, a quien encontró en el hammam dedicado a lavarse las inmundicias que le cubrían. Y le dijo: "¡Oh hijo de perro! ¿por qué me has ocultado la verdad? Si no me pones en seguida al corriente de los sucesos de estas dos últimas noches, será éste tu último día!" Y el hijo bajó la cabeza y contestó: "¡Ay! ¡oh padre mío! ¡sólo la vergüenza me impidió hasta el presente revelarte las enfadosas aventuras de estas dos últimas noches y los incalificables tratos que sufrí, sin tener posibilidad de defenderme ni siquiera de saber cómo y en virtud de qué poderes enemigos nos ha sucedido todo eso a ambos en nuestro lecho!". Y contó a su padre la historia con todos sus detalles, sin olvidar nada. Pero no hay utilidad en repetirla.
Y añadió: "¡En cuanto a mí, ¡oh padre mío! prefiero la muerte a semejante vida! ¡Y hago ante ti el triple juramento del divorcio definitivo con la hija del sultán! ¡Te suplico, pues, que vayas en busca del sultán y le hagas admitir la declaración de nulidad de mi matrimonio con su hija Badrú'l-Budur! ¡Porque es el único medio de que cesen esos malos tratos y de tener tranquilidad! ¡Y entonces podré dormir en mi lecho en lugar de pasarme las noches en los retretes!"
Al oír estas palabras de su hijo, el gran visir quedó muy apenado. Porque la aspiración de su vida había sido ver casado a su hijo con la hija del sultán, y le costaba mucho trabajo renunciar a tan gran honor. Así es que, aunque convencido de la necesidad del divorcio en tales circunstancias, dijo a su hijo: "Claro ¡oh hijo mío! que no es posible soportar por más tiempo semejantes tratos. ¡Pero piensa en lo que pierdes con ese divorcio! ¿No será mejor tener paciencia todavía una noche, durante la cual vigilaremos todos junto a la cámara nupcial, con los eunucos armados de sables y de palos? ¿Qué te parece?" El hijo contestó: "Haz lo que gustes, ¡oh gran visir, padre mío! ¡En cuanto a mí, estoy resuelto a no entrar ya en esa habitación de brea!"
Entonces el visir separóse de su hijo, y fué en busca del rey. Y se mantuvo de pie entre sus manos, bajando la cabeza. Y el rey preguntó: "¿Qué tienes que decirme?" El visir contestó: "¡Por vida de nuestro amo, que es muy cierto lo que ha contado la princesa Badrú'l-Budur! ¡Pero la culpa no la tiene mi hijo! De todos modos, no conviene que la princesa siga expuesta a nuevas molestias por causa de mi hijo. ¡Y si lo permites, mejor será que ambos esposos vivan en adelante separados por el divorcio!"
Y dijo el rey: "¡Por Alah, que tienes razón! ¡Pero, de no ser hijo tuyo el esposo de mi hija, la hubiese dejado libre a ella con la muerte de él! ¡Que se divorcien, pues!" Y al punto dió el sultán las órdenes oportunas para que cesaran los regocijos públicos, tanto en el palacio como en la ciudad y en todo el reino de la China, e hizo proclamar el divorcio de su hija Badrú'l-Budur con el hijo del gran visir, dando a entender que no se había consumado nada y que la perla continuaba virgen y sin perforar.