Las mil y una noches:792
PERO CUANDO LLEGO LA 826ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
... Una vez que regresaron al palacio, el califa dijo a su guía: "¡Oh mi señor! después de lo que acabo de ver, y a juzgar por la joven esclava y los dos amables muchachos que me has dado, entiendo que no solamente debes ser el hombre más rico de la tierra, sino indudablemente el hombre más dichoso. ¡Porque en tu palacio debes poseer las más hermosas hijas de Oriente y las jóvenes más hermosas de las islas del mar!" Y contestó tristemente el joven: "¡Cierto ¡oh mi señor! que en mi morada tengo esclavas de una belleza notable; pero ¿me es dado amarlas a mí, cuya memoria llena la querida desaparecida, la dulce, la encantadora, la que por causa mía fué precipitada en las aguas del Nilo? ¡Ah! ¡mejor quisiera no tener por toda fortuna más que la contenida en el cinturón de un mandadero de Bassra y poseer a Labiba, la sultana favorita, que vivir sin ella con todos mis tesoros y todo mi harén!" Y el califa admiró la constancia de sentimientos del hijo de Abdelaziz; pero le exhortó a esforzarse cuanto pudiera para sobreponerse a sus penas. Luego le dió gracias por el magnífico recibimiento que le había hecho, y se despidió de él para volverse a su khan, habiéndose asegurado de tal suerte por sí mismo de la verdad de los asertos de su visir Giafar, a quien había hecho arrojar a un calabozo. Y emprendió otra vez al día siguiente el camino de Bagdad con todos los servidores, la joven, los dos mozalbetes y todos los presentes que debía a la generosidad sin par de Abulcassem.
Y he aquí que, no bien estuvo de regreso en palacio, Al-Raschid se apresuró a poner de nuevo en libertad a su gran visir Giafar, y para demostrarle cuánto sentía el haberle castigado de manera preventiva, le dió de regalo a los dos mozalbetes y le devolvió toda su confianza. Luego, tras de contarle el resultado de su viaje, le dijo: "¡Y ahora, ¡oh Giafar! dime qué debo hacer para corresponder al buen comportamiento de Abulcassem! Ya sabes que el agradecimiento de los reyes debe superar al bien que se les haga. Si me limitara a enviar al magnífico Abulcassem lo más raro y más precioso que tengo en mi tesoro, sería poca cosa para él. ¿Cómo vencerle, pues, en generosidad?"
Y Giafar contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡el único medio de que dispones para pagar tu deuda de agradecimiento es nombrar a Abulcassem rey de Bassra!" Y Al-Raschid contestó: "Verdad, dices, ¡oh visir mío! Ese es el único medio de corresponder con Abulcassem. ¡Y en seguida vas a partir para Bassra y a entregarle las patentes de su nombramiento, conduciéndole aquí luego para que podamos festejarle en nuestro palacio!" Y Giafar contestó con el oído y la obediencia, y partió sin demora para Bassra. Y Al-Raschid fué a buscar a Sett Zobeida a su aposento, y le regaló la joven, el árbol y el pavo real, sin guardar para sí más que la copa. Y la joven le pareció a Zobeida tan encantadora, que dijo a su esposo, sonriendo, que la aceptaba con más gusto aún que los otros presentes. Luego hizo que le narrara los detalles de aquel viaje asombroso.
En cuanto a Giafar, no tardó en volver de Bassra con Abulcassem, a quien había tenido cuidado de poner al corriente de lo que había sucedido y de la identidad del huésped que había alojado en su morada.
Y cuando entró el joven en la sala del trono, el califa se levantó en honor suyo, avanzó hacia él, sonriendo, y le besó como a un hijo. Y quiso ir por sí mismo con él hasta el hammam, honor que todavía no había otorgado a nadie desde su advenimiento al trono. Y después del baño, mientras les servían sorbetes, helados de almendras y frutas, fué allí a cantar una esclava llegada al palacio recientemente. Pero no bien hubo mirado Abulcassem el rostro de la joven esclava, lanzó un gran grito y cayó desvanecido. Y Al-Raschid, acudiendo solícito a socorrerle, le tomó en sus brazos y le hizo recobrar el sentido poco a poco.
Y he aquí que la joven cantarina no era otra que la antigua favorita del sultán de El Cairo, a quien un pescador había sacado de las aguas del Nilo y se la había vendido a un mercader de esclavos. Y aquel mercader, después de tenerla escondida en su harén mucho tiempo, la había conducido a Bagdad y se la había vendido a la esposa del Emir de los Creyentes.
Así es como Abulcassem convertido en rey de Bassra, recuperó a su bienamada y pudo en lo sucesivo vivir con ella entre delicias hasta la llegada de la Destructora de placeres, ¡la Constructora inexorable de tumbas!
"Pero no sabes ¡oh rey! -continuó Schehrazada- que esta historia es, ni por asomo, tan asombrosa y está tan llena de utilidad moral como la HISTORIA COMPLICADA DEL ADULTERINO SIMPÁTICO".
Y preguntó el rey Schahriar frunciendo las cejas: "¿De qué adulterino quieres hablar, Schehrazada?"
Y la hija del visir contestó: "¡De aquel precisamente cuya vida agitada ¡oh rey! voy a contarte!"
Y dijo: