Les daré un corazón hecho del mío
–S
omos flores lo mismo que las rosas —parecían decirme aquellas dalias
al rozarme la mano suavemente
con sus dobles corolas sin fragancia.
—Somos flores lo mismo que las rosas,
pero tú con nosotras eres mala;
acaricias las rosas con ternura
y a nuestro lado indiferente pasas.
Somos bellas no menos que las rosas,
aunque ajenas al odio y la venganza
no tenemos espinas que herir puedan
si una mano del tallo nos separa.
Imitamos el rojo terciopelo
que envuelve de Jesús la imagen santa;
y tú nuestra beldad dejas vacía...
A las rosas, en cambio, les das alma.
—Deponed vuestros celos, son injustos.
En vosotras, sabed, queridas dalias,
yo bendigo de Dios la omnipotencia
lo mismo que en las rosas perfumadas.
Pero danme las rosas grata esencia
que en vosotras busqué sin encontrarla;
por eso ante una rosa me detengo
y pago con un beso su fragancia.
No es el odio quien pone las espinas
que cubren del rosal las duras ramas:
las rosas son emblema de la dicha
y ¿qué dicha no cuesta alguna lágrima?
Porque imitéis el rojo terciopelo
que envuelve de Jesús la imagen santa,
os daré un corazón hecho del mío...
Aprenderéis a amar a quien no os ama.