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Loa a La humildad coronada de las plantas/Loa

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Loa a La humildad coronada de las plantas
de Pedro Calderón de la Barca
Loa

Loa

Salen la GRACIA y el HOMBRE.
GRACIA:

(Canta.)
Venid, virtudes bellas,
y plantemos al Hombre, místico árbol,
en el Jardín florido de la Iglesia.

HOMBRE:

Bien, Gracia, al Árbol el Hombre
comparas, que ambas materias,
si tienen por padre a Dios,
tienen por madre a la Tierra.

GRACIA:

Hombre (que en común a todos
los hombres hoy representas),
árbol eres; pero árbol
al revés, según la ciencia
de Platón dijo, pues dijo
que en tu formación perfecta
te eran los cabellos raíces,
y los pies ramas, en muestra
de que ya tus pensamientos
(que en los cabellos se expresan,
como es corriente doctrina)
se han de elevar a otra esfera
más alta que la del Mundo.

HOMBRE:

Ya sé que allá nos acuerda
San Marcos que un ciego dijo
veía en confusas tinieblas
como árboles a los hombres;
y no me causa estrañeza,
pues en muchas circunstancias
Hombre y árboles concuerdan.
Común a ambos vegetables
es la altitud, de manera
que ambos se elevan por lustre,
ya a la Patria, ya a la Selva.
En la rectitud también
convienen, pues la experiencia
acredita que la forma
natural de ambos es recta.

HOMBRE:

Cabello y piel tienen ambos,
pues si el cuidado lo observa,
las que hojas el Árbol riza,
cabellos el Hombre peina;
y la que a uno viste piel,
al otro cubre corteza.
Los brazos del Árbol son
sus frondosas ramas tiernas,
cuerpo el tronco, las raíces
pies, y la copa cabeza.
Así como el Hombre vive
y del manjar se alimenta,
que al cuerpo en quilo y en sangre
se difunde por sus venas,
así el Árbol también vive,
pues que se nutre y sustenta
del licor que por las fibras
de su tronco le franquean,
ya de la Tierra el humor,
ya del riego la tarea.

HOMBRE:

Cuando en este mundo el Hombre
la humana vida comienza,
nace pequeño, y después
va creciendo, de manera
que ya adulto la consume,
aunque pequeño la empieza;
así el Árbol, con el jugo
que le ministra la Tierra,
aunque comienza su vida
con estatura pequeña,
cuanto su vida se alarga,
así su cuerpo se eleva;
y como varias edades
el Hombre en la vida cuenta,
ya de inocente puericia,
ya de fuerte adolescencia,
ya de varonil edad,
ya de senectud molesta,
y ya, en fin, de muerte triste,
también el Árbol numera
en sus diversos estados
varias edades diversas,
que unas florido le halagan
y otras árido le dejan.

HOMBRE:

Así como el árbol bueno
buenos frutos da en cosecha,
y malos el malo, así
el Hombre también se emplea,
el que es malo en obras malas,
y el que es bueno en obras buenas.
Y como de sólo el Fruto
ya el Árbol se manifiesta
(según por su evangelista,
San Mateo, Cristo enseña),
por sus acciones el Hombre
a sí a conocerse llega.

HOMBRE:

Y finalmente, si el Hombre
en su formación encierra
piel, nervios, carne, medulas,
sangre, arterias, huesos, venas,
de todo esto la del Árbol
se mira también compuesta,
con que análogos se miran
Árbol y Hombre.

GRACIA:

Cosa es cierta:
a ambos la Tierra produce,
pródiga les alimenta,
y sobre la superficie
ambos están de la Tierra.
Y así, asentado el principio
de que eres árbol, intenta
hoy mi piedad soberana,
en alegórica idea,
para eternizar tus dichas,
solidar bien tus firmezas,
por lo que a este fin repiten
ahora mis dulces cadencias:
(Canta.)
Venid, virtudes bellas,
y plantemos al Hombre, místico árbol,
en el Jardín florido de la Iglesia.

(Salen FE, ESPERANZA y CARIDAD.)
LAS TRES:

Aquí (¡oh Gracia!) a las virtudes
ya tienes a tu obediencia,
pues nosotras siempre hacemos
lo que tú nos aconsejas,
que al fin eres nuestro norte.
Dinos ya, ¿qué es lo que ordenas?

GRACIA:

Quiero que a ese Hombre (que a toda
la Humana Naturaleza
hoy representa en común),
ya que es árbol, le defiendan
contra furiosos embates
vuestras sagradas finezas.
Y supuesto que él es árbol,
y hermoso Jardín la Iglesia
(en cuyo puro distrito,
ni hay cizaña, ni hay maleza,
que una corrompa viciada,
ni otra confunda soberbia,
a quien de fuente le sirven
los Sacramentos que encierra,
y el culto, el fervor y el celo
de Flor, de Fruto y de Cerca),
ponedle en su sitio sacro,
porque todo el Mundo vea
que lo que la Gracia auxilia,
no hay otro poder que venza.

GRACIA:

Y porque el riego no falte
con que se fecunde y crezca
(que muere al fin cualquier planta
si por tiempo el riego cesa),
yo de la Fuente perenne
de la celestial clemencia
a su alma franquearé
(si merecerles granjea)
los mares de beneficios
en arroyos de influencias.
De vuestro socorro el Hombre
necesita; no os detenga
al favor su ingratitud,
compadézcaos su miseria,
usad de vuestras piedades,
ayudadme en esta empresa.
(Canta.)
Y plantemos al Hombre, místico árbol,
en el Jardín florido de la Iglesia.

FE:

Yo, que la Fe represento
en tu alegórica idea,
seré en el Árbol del Hombre
el Tronco, cuya firmeza
copiará de mi constancia
la siempre fija creencia.
Y pues, ni a vientos furiosos,
ni a tempestades deshechas,
el Tronco del Árbol da
vaivenes a la siniestra,
ni a la diestra mano, así
en las tentaciones fieras
que contra la Fe se opongan
y contra mi ley se muevan,
haré que el Hombre las altas
verdades mías mantenga,
con obsequio tan profundo,
con obediencia tan ciega,
con tan heroica constancia
y con tan fina entereza,
que cuanto más le combatan,
más firme le fortalezcan.

ESPERANZA:

Yo, que la Esperanza copio,
seré (pues así lo ordenas)
las Hojas de aqueste Árbol.
Y bien serlo yo concuerda,
pues si fue entre los egipcios,
(como las Humanas Letras
lo afirman) de la Esperanza
el verde color emblema,
bien la Esperanza en lo verde
hoy de sus Hojas se expresa:
y así, yo haré que tan firme
el Hombre esta virtud tenga,
que hasta que el Cielo consiga,
nunca en ella descaezca.

CARIDAD:

Yo, que soy la Caridad
(si tu ingenio me lo aprueba),
seré del místico árbol
la Raíz; pues si lo observas
(además de que el apóstol
claramente lo confiesa),
así como se dilata
la Caridad verdadera,
franqueando piadosa a todos
de su genio las finezas,
también la Raíz se estiende
hacia su circunferencia
liberal, comunicando
a las partes de la Tierra
que con más proximidad
la circuyen su existencia.
Yo haré también que en su alma
guarde el Hombre tan entera
de esta virtud soberana
la prodigiosa excelencia,
que sea madre de otras muchas;
pues según Gregorio asienta,
del modo que muchas ramas
de una raíz sola se engendran,
así de la Caridad
(que es Raíz de todas ellas)
muchas virtudes dimanan,
por ser de todas la reina.

GRACIA:

Ya, pues, que de vuestra parte
(para feliz conveniencia
del Hombre) aplicáis ansiosas
el desvelo, razón sea
que él para su beneficio
aplique las diligencias;
porque las virtudes sólo
influyen, pero no fuerzan,
y a vista de su eficacia
es el Hombre quien coopera.
Y así (¡oh afectos humanos!)
que del Hombre las potencias
gobernáis, venid rendidos
a mis voces y cadencias.
(Canta.)
Y plantemos al Hombre, místico árbol,
en el Jardín florido de la Iglesia.

(Salen el DESEO, VALOR y AMOR AL PRÓJIMO.)
LOS TRES:

Ya de tu acento a lo dulce
obsequiosos se presentan.

VALOR:

Valor.

DESEO:

Deseo.

AMOR:

Y Amor
al Prójimo.

LOS TRES:

Di, ¿qué intentas?

GRACIA:

Que pues las tres teologales
virtudes ya por su cuenta
toman defender al Hombre
de peligros y cautelas,
y a aqueste fin en el Tronco
del Árbol la Fe discreta
se simboliza, en las Hojas
hoy la Esperanza se expresa,
y en la Raíz la Caridad;
porque tengan compañeras
de vuestra parte, vosotros
ayudéis también la empresa.

VALOR:

Pues en el Árbol las ramas
le sirven para defensa,
siendo sus varas castigo
de quien se le opone, en esta
alegoría seré yo
las Ramas, que le defiendan
de diabólicas malicias
las humanas inocencias;
y hoy a ser Tronco las Ramas
pueden (según la experiencia)
(Pónese el VALOR al lado de la FE.)
pasar, no impropio será
que el Valor y Fortaleza
esté al lado de la Fe,
que en la flaca resistencia
del Hombre, si no ayudara
el Valor, la Fe cayera.

(Pónese el DESEO al lado de la ESPERANZA.)
DESEO:

Yo al lado de la Esperanza
es justo que asistir deba,
pues a más de que no es otro
que esperar lo que desea
conseguir, si en mí el Deseo
se vee, con ella concuerda;
y si es la Flor Esperanza
del Fruto, seré Flor bella
yo de este místico árbol,
que del Hombre a la alta esfera,
cuantas fragrancias se exhalen,
tantos deseos asciendan.

AMOR:

Si del Árbol en la Raíz
ya simbolizada queda
la Caridad, y es mi Amor
al Prójimo el Fruto de ella,
bien al Fruto yo del Árbol
tendré la correspondencia,
pues de la forma que el Fruto
a ningún mortal se niega,
y a todos se comunica,
así también mis finezas,
para común beneficio
de los hombres se franquean,
a los buenos para premio,
y a los malos para enmienda.
Y así, al lado me pondré
de la Caridad excelsa;
(Pónese el AMOR al lado de la CARIDAD.)
porque Caridad y Amor
son siempre una cosa mesma.

HOMBRE:

Aunque tan robustamente
pertrechada mi flaqueza,
ni hay triunfo que dificulte,
ni hay oposición que tema;
pero a vista de que tanta
es del Hombre la miseria,
que como es la tierra y polvo
su débil frágil materia,
como un soplo le formo,
un leve soplo le quiebra.
Para más seguridad
de mi constancia, quisiera
(¡oh Gracia!) encontrar un medio
de tan cabal entereza.
¡Qué fortalecida el alma
con sus auxilios!

GRACIA:

Espera,
que si eres Árbol, en otro
árbol que le halles es fuerza.

HOMBRE:

¿Qué árbol será?

GRACIA:

El de la Vida,
que allá el Génesis acuerda,
en quien de la Eucaristía
se figuró la excelencia,
según el sacro dictamen
de Ireneo nos enseña;
pues del modo que aquel Árbol
en el Paraíso hubiera
dado a Adán vida (si Adán
con su injusta inobediencia
no hubiese por el delito
hecho el rigor la sentencia),

GRACIA:

y no solamente vida
tan alegre y tan contenta
que a su corazón jamás
le ocupase la tristeza,
y vida tan dilatada
que la Muerte se eximiera
hasta que le colocase
la Divina Providencia
vivo en la celeste patria,
sino vida tan perfecta,
tan constante y tan robusta,
que ni aun amagos sintiera
de la enfermedad más leve;
así con mayor fineza
la Sagrada Eucaristía
piadosamente destierra
las tristezas de la culpa;
y no solamente engendra
en las almas tan glorioso
aliento a la resistencia,
si que a las que las reciben
las da vida y Vida Eterna.

HOMBRE:

Pues, ¿quién dudar podrá el triunfo,
siendo tal la Fortaleza
con que mi espíritu se arma
y mi alma se pertrecha?

FE:

Yo te lo aseguro, como
siempre constante en mí creas.

ESPERANZA:

Yo, como esperes conmigo.

CARIDAD:

Y yo también, como quieras
guardarme en tu corazón.

VALOR:

Yo, si a mi lado peleas.

DESEO:

Yo, como nunca me olvides.

AMOR:

Yo, como siempre me tengas.

HOMBRE:

Yo os doy palabra de hacer
cuanto de mi parte pueda.

GRACIA:

No pide Dios otra cosa
a la humana diligencia;
y al que hacer esto procura,
nunca Dios la Gracia niega.

FE:

Pues ya que tan obligado
a su piedad te confiesas,
para un festín que dispongo
solicito tu asistencia.

HOMBRE:

¿Qué festín es?

FE:

El de un Auto.

HOMBRE:

¿Su título?

FE:

Si se acuerda
bien mi memoria, Las plantas,
y a donde el ingenio muestra
a la Humildad coronada.

HOMBRE:

Y dinos, ¿a dónde intentas
hacerle?

FE:

En la muy noble
siempre imperial corte regia
de los Católicos Reyes
de España, que siempre ostentan
dar a mis cultos más triunfos
que el Cielo contiene estrellas,
rayos el Sol, el ambiente
átomos, y el mar arenas
en sus piélagos profundos.

TODOS:

A tan reverente fiesta
te acompañará rendida
nuestra voluntad atenta.

FE:

Pues demos fin a la Loa,
diciendo en voces diversas...

TODOS y MÚSICOS:

Pues ya como Árbol el Hombre
plantado en tal Jardín queda,
ni le arranque la malicia,
ni le agoste la soberbia,
y a lograr venga,
por flores, a las Virtudes,
por frutos, la Vida Eterna.

(Tocan chirimías, y cerrándose los carros, se da fin a la LOA.)