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Locuciones populares andaluzas

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Locuciones populares andaluzas
de Fernán Caballero


¿Viejas las cosas de Dios? Dios nace cada hora.

Dios está siempre en el mismo lugar.

Dios ni come, ni bebe, pero juzga lo que ve.

Está más alto que el «Inri».

Eso no lo arranca ni las tenazas de Nicodemo.

Sólo en el corazón de María Santísima cupo mayor dolor.

¿Cómo se llama? El dulce nombre (María).

Está mala, pero antes de morir se la llevan los ángeles al cielo.

Eso es mucho papel y poco tabaco.

Así paga el diablo a quien le sirve.

Quien no tiene calentura, no necesita médico.

Estaba boca arriba y sin resuello (muerto).

Nada encuentra; se le mandó por agua a la mar, y se vino sin ella.

Maldiciones de becerro no llegan al cielo.

Esto va a acabar a estocadas.- Sí, a estocadas de cuadra.

A veces vale más «callar» por Dios, que «hablar» de Dios.

No quiero bufones; ya no los paga el Rey, porque no los quiere.

¡Toros! Sólo el aliento de los toros levanta un chichón.

Los niños en tortilla (muchos reunidos), no hay quien los aguante.

Ese no le pide a Dios que le dé dinero, sino que le ponga junto do lo haya.

Son como los de Fuente Ovejuna, todos van a una.

A ese no se le puede echar agua caliente (porque el pedernal basto salta).

A mí no me atan corto, que corto la soga.

La memoria juega conmigo al esconder.

Todos están ya sobredorados.

Se duerme sin temor de Dios (del que mal vive con cinismo).

Sí, como la fuente de la rana, que cuando llueve mana.

Obra hecha, no espera.

Anda que no te picará ningún bicho muerto.

Se agarran de un encalado (muro muy terso).

Confesión de tambor, absolución de pito.

Dios no ayuda con nada ajeno.

Cuando asiento mis pies en tierra firme no me los hace menear ni un terremoto.

Llórame pobre, y no me llores sólo.

Come más que el río.

Más torpe que una mano sin dedos.

Fulana, sabe a su casa, y no sabe de juntos.

Dime de lo que blasonas, te diré de lo que careces.

La justicia va en carreta, pero alcanza a todo el mundo.

Eso será en la semana de los cuatro jueves.

El que alabe a fulano no pone más que la boca.

Ese no tiene carmín en las mejillas (vergüenza).

Para merecer, es preciso padecer.

Un juez más derecho que el dedo de San Juan.

Vargas que tiene más gracia andando que el Obispo confirmando.

Quien tal falsedad dice, dice que no hay Dios.

A lo «justo» no llega nada.

El de lo alto (Dios), la tierra de la verdad (el cielo).

¡Qué delgado estás! ¿Estás estudiando para tabique?

¿Qué remozado está? Parece que lo han retocado.

Oficio no mancha linaje.

Hay quien callando habla, y hablando calla.

Aquello era un jardín de virtudes.- No dejaría de haber alguna cabra coja, porque en todas partes las hay.

Al que quiera saber, poquito y al revés.

A los preguntadores, cortapisas y callar.

Ese tiene escalera de plata (tiene suerte).

Entre amigos no hay manteles.

La verdad en Dios, y la justicia en el cielo.

A un juez de palo que fuese, le daría la razón.

Nadie sabe lo que vale un merecido aquí y allí.

¿Lo vio usted? ¿Pues no lo había de ver? ¿Acaso tenía mis ojos en presidio?

El gazpacho del tío Sandoval, mucho caldo y poco pan.

Quiero confesar este año, no me suceda lo que el pasado, que me quedé en barbecho.

Para pronunciar su nombre es preciso agarrarse a una columna.

Sus hijos son tan feos que quitan el hipo.

Un tonto echa una piedra en un pozo, y cien discretos no la pueden sacar.

Ese ha corrido sin pies.

Tan delgada, que cabe holgada en una paja de centeno.

Con un «¡Dios, mío!» me acuesto, y con otro «¡Dios mío!» me levanto.

Venía hecha un toro de fuego.

No todos pueden vivir en la plaza.

Cuando le dan a uno las doce comiendo, alcanza la bendición del Papa.

Querer culpar a mi hijo es como querer arrancar los manteles a los altares.

Se debe dejar las cosas, velas en alto.

Cuando Dios extiende su mano alcanza a todas partes.

Más se lleva el diablo al cabo del año.

Quieres que sea como la medicina de Fernando, que desde la botica venía obrando.

¡Que vieja tan fea! Parece la que tuvo el candil la noche que se ahorcó Judas.

¿Qué hora es? Las todas (las doce).

Gracias, gracias, y me quedo con las ganas de darle a usted más.

Lo digo, y lo dijera con cien bocas que tuviera.

Le voy a dar una guantada de cuello vuelto. -Mire usted que le podrá salir caro. -Cinco duros (la multa).

Aceituna comida, hueso fuera.

El que no engorda comiendo, no engorda lamiendo.

La herramienta (la mano) es menester que coma.

-Guárdate de Fulano. -Su pellejo guarda al mío.

No sé que ha sido de él, ni hoja ni rama, no sé si lo tengo que honrar vivo, si lo tengo que honrar muerto.

El que no se siente de una mala razón, no se siente de una puñalada.

Como la guitarra es mía, toco por donde me parece.

Este año es borracho, y hemos de beber el agua sin bajarnos.

Las funciones de iglesia dan producto al alma y al cuerpo.

Eso es; o cien varas de nariz o cortarla de raíz.

Esos lagartos de oro veía correr a mi vera y no los podía coger.

Parece que va al cementerio por sus pies.

El que tiene sesenta se sienta.

-No es un caballero, es un rico. -Pues dígale usted al rico que en dando las doce cada uno come en su casa.

Eso es horroroso con cien erres.

El que no tiene padrino no se bautiza.

No hay libra de carne sin añadidura.

Tiene el resto en las uñas.

De buenos es honrar.

Entrome con la tuya, sálgome con la mía.

Allí, la mitad parecen tontos, y la mitad lo son.

Yo sé bajarles los jornales.

No se me ocurrió nada, me se apagó el candil.

No seré yo quien le ponga la silla a ese potro.

No entra en misa la campana y a todos llama.

No puede ni con una alforja llena de humo.

El que quiera saber que compre un viejo.

Usted no me saca de allí; ¡pues si un muerto es, y se necesitan cuatro!

Se murió y se llevó la llave de la despensa.

Sirve, porque hace de D. Juan, Juan y Juanillo.

Que se muela el trigo entre dos piedras.

No tenía que comer más que las uñas.

Nunca se han reunido los perros a pedradas.

¡Qué gañán! Ese va a engordar con las letras que se come.

Es tan largo como pelo de huevo.

De esto no hable usted mientras el cuerpo le haga sombra.

Está más perdido que un tapón.

Ahonda y sacarás agua.

Don Juan de Mena, ni palabra mala ni obra buena.

No hay cosa más socorrida que un día tras otro.

¡Jesús qué prisa! En diciendo melón, la tajada en la boca.

Los pinículos dicen siempre, a la corta o a la larga, que han comido con cuchara de palo.

Era entonces muy bruto, y ha continuado.

¡Qué mal año! Ni el Padre Santo podrá consagrar (no habrá trigo ni vino).

Ese es otro moro con otro garrote.

Poco me cuesta ponerle los calzones al jaco.

¡Mire usted eso! Parece una mentira detrás de una mata.

Guarda que comer y no que hacer.

Ese no cambia en ese pellejo.

Se lo diré con la boca de mi cara.

Verá usted como le mando un recadito que se mude, con tres luegos.

La madera que ha de servir para cruz no le entra polilla.

No abro aunque venga el lucero del alba con una torta en la mano.

¡Qué frío! Señor, sol y avispas aunque me piquen.

De las veinticuatro horas, veinticinco estaba borracho.

En diciendo yo una cosa, la firma el Rey.

Hijos criados, duelos doblados.

¿Cómo saliste con esta noche? No había otra.

Pues si por mis bolsillos corren ratones.

¿Dónde vas oveja loca? A ver si topa.

Quien dice la verdad, ni peca ni miente.

Tan hermosa que paraba al sol.

Si estás triste, cuélgate un cascabel en las narices.

Si el diablo no hubiese inventado la mentira, la hubieras inventado tú.

Para esos dolores no hay sino polvos de mayo y cáscaras de brevas.

La mentira anda barata.

Me eché las piernas al hombro y no quise ir.

Hasta que no briegue el tiempo no llueve.

El diablo está haciendo leña en el tajanal cuando tú no te estrenas.

Juan, ¿qué te duele? Todo lo que se llama Juan.

Dios tiene que dar más de lo que ha dado.

«Vecina-vocina».

Ni Jesús pasó de la Cruz, ni yo paso de aquí.

Ese fuego es como la risa del negro, se apaga en un instante.

Sea el santo que fuese, «ora pro nobis».

Calla, calla, que no sabes por dónde le entra el coco a la haba.

Ese, bárbaro fue a Madrid, y bárbaro volvió a venir.

Ese no pasa de ocho cuartos, ni ha de llegar nunca a real.

No echo mangas largas, sino que cuento con lo que gano.

No tanto queso como pan.

Sin un ochavo no se hace un real.

Es como el cura de Trebujena, que se murió de sentir penas ajenas.

Se ha criado tan sujeta como un cerrojo.

No tiene más luces que las del día.

Esa habla hasta debajo del agua.

Aquello va despeñado (atolondrado.)

Dios y su madre no quitan carnes, sino el hijo al nacer y la madre al morir.

Ese no tiene más luces que las del día.

Como no se tiene el tiempo en la mano.

-¿Cómo te va con tu suegra? -Cómo me ha de ir, una hubo de azúcar, y amargó.

Se veía como unas huertas.

No puedo ver a las gentes «relojeras» para el trabajo, y que sea menester pincharles como a los bueyes.

A mí no me quema más que la candela y el aguarrás.

Al que no quiera habas, tres guisos al día.

Yo tocarme la mantilla con una que tuviese nota, eso no. Con esas que una se junta que le dé y no le quite.

¡Ay! Que esto se me ha caído de la mano. ¿Quién me estará mentando? -«Mal cogido.»

Te he de querer mientras tenga Jesús la Cruz a cuestas.

¿Qué hago? Respirar por no ahogarte.

Eso no pega ni con cera ni con cerote.

Como moza de posada, mal comida, mal bebida y deshonrada.

Con esto se echó el ribete a la empanada.

El buey que me corneó, a buena parte me echó.

Es como la gente gañana, que lo que es hoy no es mañana.

Lo da de «don atrás» (se encumbra).

Como no tengo «hayal» (dinero), me llamo callar.

Echar crudo para que haya cocido.

¡Máquinas, malditas! Los brazos de los pobres son su caudal; en parándose, ¿qué será de ellos?

El hijo de la vecina por madrugar se halló un costal. -Más madrugó el que lo perdió.

-Dígame usted la verdad. -No señor; si la digo, me quedo sin ella.

La aseada de Jurguillos, que lavaba los huevos para freírlos.

Esa es de las que echó Santa Ana del carro abajo (es decir, que es cuajona y pava).

Es muy recatada; no es de las de puerta de calle y punto en calceta.

Está tan espesa la cebada, que no se puede «regender» con una espada.

Yo no entiendo de grajos pelados.

Estás más desgraciado que el tiesto de Inés, que se secó lloviendo.

Eres como la hierba en primavera, que crece de noche y de día.

En empezando a comer, era preciso silbarle para que parase.

Más fornido que un canto.

Si el niño llora, dejarle llorar que la boca es nueva.

Harto ruin es quien por lo suyo no vuelve.

A costa de su pellejo, Francisco Esteban fue guapo.

Mientras hay catas, hay embudos.

Eso ha de sonar más que las narices.

¡El demonio se pierda!

Era un pan de rosas; nunca se le oyó un malhaya.

Como usted, señor Vicente; pero cuidado que no reviente.

Parece tu cabeza una «pavea» de albejones.

A tu casa no lleves quien ojos tenga.

Aquello le sonó a campana cascada.

El real que guarda ciento es buen real.

Como la ballena, que todo le cabe y nada le llena.

Padre tengo, y lo tengo muerto.

He estado haciendo mi hacecillo de suya.

Lo que se calla se puede decir, lo que se dice no se puede callar.

La verdad no pierde por niña, ni la mentira gana por anciana.

Remienda tu sayo, y pasarás tu año.

Ya se vio; le pareció todo el monte orégano.

Al que cuece y amasa, no hay que venderle hogaza.

Hazme ciento y márrame una, y no me has hecho ninguna.

Tomó dos de luz y cuatro de traspón.

La gracia del peluquero es sacar rizos donde no nay pelo.

Es amigo de hacer honras de cuerpo presente.

¿Quieres retar a tu madre? Mira que «hija» eres y madre serás.

No grites; si fueses de alambre, habías de ser el mejor cencerro que hubiese en la campiña.

Ni a ti te luzca ni a mí me haga falta.

De lo contado come el lobo y anda gordo (por malas cuentas).

Tienes gañotes de calceta vieja.

Esos B., que son judíos, que es peor que ser negros, porque lo negro sale, pero lo judío se reverdece cada siete años.

Al pobre tío Juan se lo comen a cucharadas.

Dile que si eso dice le arrancaré la lengua y la campanilla.

Para hablar de mi hija es preciso que se enjuague la boca con agua de rosas.

¡Qué destruida está! No parece ni su prójimo.

Vestido de saya y el dinero en la caja.

¡Qué aseada es! Está su cocina que parece que no ha pecado.

Estamos en paz y jugando.

Este está aquí y en el infierno.

Tiene más ojos que un camaleón viejo.

Tenía la boca desplegada de reírme.

La familia del Dios Baco, padre, hijo y el Demonio.

Se le caen los calzones de hombre de bien.

Más bueno que el pan, y más pasado que la masa.

Cuerno y cuerna que son macho y hembra.

Estás como el milano, las alitas quebradas y el pico sano.

Es capaz de comerse la omnipotencia de Dios hecha pan.

-¿Pero qué hace? ¿En qué se emplea? -Tiene siete sesos, y los siete vacíos.

Tiene pestañitas de sombra.

No es tan muchacho, que ya ha rompido la casaca (cumplido el servicio militar).

Es buen hombre y mal sastre.

Yo seré tonta hasta donde me ha hecho Dios, pero no hasta donde me quieren hacer los hombres.

Es más feo que pegarle a Dios en Viernes Santo.

Tiene el oído en los pies.

El cielo se puso sus plumeros.

Señor, tanto pesa una libra de lona como una libra de oro.

Donde hay campanas hay de todo.

¡Dios mío! Este es el último escalón de la horca.

La gracia de Dios ha de salir (se sabrá la verdad).

Le vino tan bien como a un santo dos velas.

Padre, me acuso que soy carpintero. -Tarugo tenemos.

Las penas se me empalman.

Si como mientes corres, el demonio que te alcance.

Tres cosas hacen al campesino salir de su casa: procesiones, toros y personas reales.

No he pegado los ojos en toda la noche.¡Cómo los habías de pegar, si están por medio las narices!

El papel aguanta mucho.

La santa rosa ama las espinas, entre las que se cría.

¡Qué lenguas! Aquí, pronto le quitan la capa a San Juan, la camisa a San Sebastián y el pellejo a San Bartolomé.

¡Señales de agua! Todas marran. No hay más señal cierta que cuando le sudan los cuernos a los bueyes.

El perro del herrero, que no acudía a las martilladas y acudía a las mazadas.

Se casó con un desavío, pero fue porque si ella era negra, las pesetas eran blancas.

¿Qué cenaba el pobre? -Pan y pan.

Quilindón, quilindón; zapato de vara no gasta listón.

Quiero que me miren a la cara, y no a las manos.

Lo que ha de cantar el carro lo canta la carreta.

¡Tengo unas vísperas! (Presentimientos.)

Tener hijos es: nueve meses de enfermedad y toda la vida de convalecencia.

¡Razón! Esa la tiene todo el mundo; es lo más cuotidiano que hay, y anda tirada por el suelo.

El dinero se ha perdido.

Me dejó la cara llena de frente.

Más vivo y más ligero que un brinco.

Quien sangre nueva administra, la suya la tiene frita.

Ya esas (cosas viejas) van echando las obligaciones atrás.

Eso es como el milagro de Mahoma, que lo pusieron al sol y se quedó a la sombra.

Ese, si fuese sol, no alumbraría a nadie.

Ese botón, ¿es de casaca o de casacón?

Tan mansa y tan loge, que no es capaz de decirle zape al gato.

Ha quedado como barrido, desgastado y deslucido.

Estás como Juan Flor, que se curaba para estar mejor.

Conoce las letras, pero no las junta.

Ese entripado lo ha tenido cocido por dentro.

No pasé peine por cabeza, que no se quedara calva.

¡Qué delgada está! Y está bien, y come, pero parece que come relámpagos.

¡Anda! Un mal marido te entre por las puertas.

Siempre está en el campo como una cepa.

Sobre la quemadura, agua hirviendo.

Tiene la cabeza como rabadilla de gallo inglés.

Quiero ser tambor, pero ser el que toque mejor.

Al amigo se le acompaña hasta la puerta del infierno, y allí se le deja.

La carne, para el diablo; los huesos, para Dios.

Lo mismo es tu cuento que los perros pachones, que de feos hacen gracia.

Si el mar se casase se le quitaba la braveza.

Salí a la calle y avergoceme, y entré en mi casa y consoleme.

Esas son señoras injertadas.

Don Juan, la moneda es un gran señor.

Tome usted este pan, aunque es duro, que más vale Duranda que no Miranda.

Señor Corrín, que corriendo va, que siempre corriendo y nunca hace «naa».

Dios le ayude, y a nosotros no nos olvide.

No era más que para el «arache» y el «cavache» (arar y cavar).

El que da un mal rato, no lo espere bueno.

Viva la jaquita de Fosal, que hacía polvo en un lodazal.

Cada uno sabe sus penas, y Dios las de todos.

¡Qué chillones! Parecían huecos.

El que va por la ley, ¿quién le echa el arado atrás?

Ese, si lo apalean, echa bellotas.

Es fino como tafetán de albarda.

Si ahora le parece tarde, más tarde será mañana.

Parece andando un loro viejo.

Tenía la cama más dura que un arroyo.

Tan hermosa, que la envidia el día.

La cae la sombra de un coche.

Ahora, hasta los escarabajos empinan la cola.

Haré... Hombre, que se vea y no se diga.

Todo te se vuelve cerner y no echar harina.

Cogí el pendil y la media manta y me mudé.

Mientras hay Dios hay misericordia.

Hoy la hallas, y mañana la encontrarás falla.

Estás como tía Mai Miguel, que le daba vergüenza hasta de ser mujer de bien.

Sobre padre no hay compadre.

Pues si yo estoy como las ánimas benditas, siempre deseando que le den.

Mañana será de día, y verá el tuerto los espárragos.

Cuando viene a pelo, aunque la burra se caiga en el suelo.

Dios sabe el que le sirve.

Para decir el toro viene no es menester tantos arrempujones.

Conforme se murió se hizo el caudal tiras y gabanes.

Era cosa tan buena, que el rey la llamó de tú.