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Los Viejos Abuelos. Nuestra raíz indígena

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LOS VIEJOS ABUELOS

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Nuestra raíz indígena
Los ViejosAbuelos
Guillermo Marín


Dedicatoria

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Al profesor Ventura López

por su invaluable y generoso apoyo

a la cultura de Oaxaca


“Es precisamente la razón por la cual muchos se han ido de braceros, el hecho de no tener conocimiento de su pasado y del lugar donde habitan.

El día que conozcan a sus antepasados, el día que sepan que en esos lugares donde habitan vivieron hombres valiosos, el día que sepan que esta tierra ha dado grandes muestras de una cultura viva, el hombre se arraigará más, confiará más en su trabajo y tendrá conciencia del lugar donde vive y tendrá el valor suficiente para saberlo defender y poder trabajar con entusiasmo y con amor en el lugar donde nació.

Esa es la importancia de la historia.”

Juan Rulfo


Los Viejos Abuelos. Nuestra raíz indígena.

Guillermo Marín 2000

ISBN 968-72-81-04-8

INTRODUCCIÓN

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Los mexicanos somos herederos de una de las 6 civilizaciones más antiguas del planeta.

Aproximadamente hace ocho mil años nuestros antepasados dejaron de ser bárbaros nómadas al “inventar” el maíz e iniciar una largo camino por el desarrollo espiritual y material de la existencia humana y que se ha mantenido ininterrumpidamente hasta nuestros días.

Indiscutiblemente somos un pueblo mestizo, pero no podemos seguir negado el legado indígena de los más de siete mil quinientos años, desde la inicio de la agricultura hasta la llegada de los españoles.

El desconocer nuestro pasado primordial, nuestra raíz y esencia. El seguir negando tercamente la presencia de la civilización del Anáhuac en nuestro banco genético, en nuestra memoria histórica, en nuestras tradiciones, fiestas, usos y costumbres; en nuestra concepción de la familia, en la educación, en la relación con la naturaleza, en el trabajo; en los íntimos espacios de la amistad, el amor, la muerte, los sagrado y lo divino; nos condena a seguir viviendo en este “laberinto de soledades”. Despreciando sistemáticamente lo verdaderamente “propio nuestro” y exaltando bizarramente lo ajeno. Pretendiendo ser lo que no somos y recibiendo permanentemente el desprecio y el rechazo de nuestros “modelos foráneos”, sean estos en su día, españoles, franceses o en nuestro tiempo Norteamericano.

En la llamada época pre-Cuauhtémica, más de siete milenios y medio, se construyeron las bases más profundas y sólidas de lo que hoy es la esencia de lo que somos como pueblo y nación. Porque es claro que lo único con que contamos como propiamente “nuestro”, que no compartimos con ningún otro pueblo, es nuestro pasado hasta antes de la llegada de los españoles.

Todo lo demás que en el presente tenemos, es cierto que ahora es nuestro, ya sea que nos lo hayamos “apropiado” por la inteligencia o que nos lo hayan impuesto por la fuerza al paso de estos últimos cinco siglos. No podemos negar que somos un pueblo mestizo, pero de la misma manera no podemos seguir ignorando, que la esencia espiritual de nuestra “raíz mestiza”, encuentra sus orígenes en estas tierras hace miles de años y que se ha transmitido de generación en generación de manera permanente y continúa.

En el inicio del tercer milenio, cuando la globalización, las nuevas tecnologías y las comunicaciones, conllevan a la deshumanización de todos los pueblos del mundo. Cuando la homogeneización generada por el consumismo induce a la pérdida de las identidades regionales y nacionales. Cuando se ven amenazados los principios y valores en los que han vivido nuestro pueblo por miles de años y que en su conjunto le han dado, como decían nuestros Viejos Abuelos, “un rostro propio y un corazón verdadero”, resulta de urgente realización la recuperación de nuestra memoria histórica, el fortalecimiento de nuestra identidad y enseñar con pasión a nuestros hijos a valorar nuestra antigua cultura y comprenderla en sus raíces y sus frutos, para conocer qué es lo que somos; qué es lo que debemos ser.

[[File:Libro Los Viejos Abuelos Foto 1.png|thumb|left |] Por ello debemos iniciar a nuestros hijos en el conocimiento, valoración y respeto de nuestra antigua Cultura Madre. Dejando atrás la ignorancia y el desprecio de la educación colonizadora en la que hemos vivido estos últimos quinientos años. Debemos inculcar en nuestros hijos el digno y merecido orgullo de -ser hijos de los hijos de los Viejos Abuelos- como verdaderos mexicanos. Dignos herederos de Netzahualcóyotl y de Miguel de Cervantes, partes complementarias de nuestra totalidad, porque negando o desconociendo cualquiera de las dos, quedamos incompletos, sin un rostro propio y un corazón verdadero.

El objetivo de esta serie es que los padres vean juntos, compartan y comenten a sus hijos el contenido de esta serie y que inicien, juntos, el camino de regreso al corazón florecido del México Antiguo.

LOS CUATRO SOLES ANTERIORES

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Calendario Azteca

Todos los pueblos del mundo tienen antiguas historias en las que se cuenta como se creó el mundo. Porque todos los seres humanos tienen la necesidad de explicarse de donde vienen, quienes son y que hacen en la vida y en el mundo, así como también saber a dónde se dirige su vida y cuál es el significado de su existencia. Nuestros Viejos Abuelos al igual que los antiguos pueblos mesopotámicos, egipcios, chinos, hindúes o andinos, tienen una antigua historia que habla de cómo se creó el mundo en el que hoy vivimos.

Para los Viejos Abuelos el mundo está en permanente cambio y evolución. Por ello han existido cuatro etapas o eras, que ellos llamaron Soles. En cada una de estas etapas los seres humanos mejoraban y cada Sol terminaba con un cataclismo, lo que permitía la creación o formación de otro nuevo Sol, que representaba un nuevo intento mejorado de los que le precedían, una nueva oportunidad por mejorar a los seres humanos en la tierra. Así desde remotos tiempos nuestros antepasados están conscientes de que en cada generación debemos mejorar.

La responsabilidad de la evolución y perfeccionamiento de cada persona representa en su conjunto, el desarrollo de la humanidad. Los seres humanos tenemos el compromiso de utilizar nuestra existencia como una maravillosa oportunidad para luchar por la superación individual y colectiva a través de la familia y la sociedad.

Calendario Azteca

Nuestros Viejos Abuelos mantuvieron estas historias de generación en generación a través de la palabra y los códices, que eran los libros en que se guardaban los conocimientos. En efecto, nuestro pueblo desde tiempos inmemorables ha mantenido su historia, su memoria, su recuerdo en la lengua de sus hijos y los hijos de sus hijos. Nuestro más grande legado, la palabra. Así ellos lo dejaron escrito, así lo recordamos:

Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,
Nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
Nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
Nos lo dejaron y vinieron a legarlo
A quienes ahora vivimos,
A los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
Nunca se olvidará
Lo que vinieron a hacer,
Lo que vinieron a asentar,
Su tinta negra, su tinta roja,
Su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
Jamás perecerá, jamás se olvidará,
Siempre lo guardaremos
Nosotros, hijos de ellos.
Nietos, hermanos menores,
Tataranietos, biznietos,
Descendientes, su sangre, su color,
Lo vamos a decir, a comunicar
A quienes habrán de vivir,
Habrán de nacer...
(Fernando Alva Ixtlilxóchitl)

De esta manera nos llegan hasta nuestros días las palabras, los recuerdos, las historias de cómo se creó el mundo, de cómo fueron naciendo y destruyéndose los Soles en el México Antiguo; para que no los olvidemos, para que lo tengamos presente, para que podamos contárselo a nuestros hijos. Así dice la historia, así la recordamos ahora:

El Sol de Agua

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He aquí el relato que solían contar los Viejos Abuelos, en un cierto tiempo que ya nadie puede contar, del que nadie ahora puede acordarse, fue que nació el primer Sol o era que se inició cuando Quetzalcóatl alienta con su soplo divino el desarrollo de los primeros seres humanos, pero en este primer Sol, Tezcatlipoca su eterno adversario provocó un gran diluvio e hizo que los seres humanos perecieran ahogados y se convirtieran en peces.

El Sol de Fuego

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Pasaron muchos años en que la tierra se mantuvo a obscuras y sin seres humanos que la habitaran. Pero entonces los dioses iniciaron de nuevo otro intento de perfección y pusieron a Tláloc, el dios de la lluvia y el fuego celeste a crear el siguiente Sol. Pero ahora Quetzalcóatl hizo que lloviera fuego y los seres humanos se quemaran convirtiéndolos en pájaros. La comida de esa época era -el acecentli- llamado maíz de agua.

El Sol de Viento

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Nuevamente la tierra paso muchos años sin la luz del Sol y sin seres humanos que adoraran a los dioses. Fue entonces que Quetzalcóatl hizo el tercer Sol, otro intento de mejorar a la humanidad. Fue en aquella época cuando los seres humanos comían accocentlí, una bellota que se da en los pinos. Pero ahora Tezcatlipoca provocó grandes vendavales que derribaron a todos los árboles y acabaron con casi todos los humanos y los pocos que se salvaron se convirtieron en monos.

El Sol de Tierra

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Este Sol fue alentado por Tezcatlipoca, para que lo poblaran creó a los gigantes, seres muy grandes que cuando se caían ya no se levantaban. Estos gigantes no sembraban ni cultivaban la tierra, ellos sólo comían raíces, bellotas y frutos que recogían del campo. Sin embargo un día Quetzalcóatl derribó a Tezcatlipoca con su bastón e hizo que cayera en el agua, transformándose en un tigre quien se comió a todos los gigantes dejando nuevamente despoblada a la tierra y sin Sol.

LA CREACIÓN DEL QUINTO SOL

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Pasado el tiempo la tierra se mantenía desierta y obscura, pues no había quien iluminara al mundo. Entonces los dioses se reunieron y la leyenda lo narra así:

Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacán.
Dijeron,
hablaron entre sí:
¡Venid acá, oh dioses!
¿Quién se hará cargo
de que haya días,
de que haya luz?

Todos los dioses reunidos acordaron que dos de ellos tendrían que sacrificarse para crear al nuevo Sol. Para ello se ofrecieron Tecuzistecatl “El Señor de Los Caracoles” y Nanahuatzín, “El Purulento”. Uno era la exaltación de la belleza y el otro la representación de la imperfección humana. Los dos querían ser el Sol del quinto intento en busca de la perfección humana. Para ello tenían que hacer una semana de sacrificios para purificarse y poder saltar sobre el fuego cósmico que libera a la materia y la convierte en energía.

Tecuzistecatl en vez de usar para su ofrenda las ramas de abeto y bolas de barba de pino, en donde se colocaban agudas púas de maguey con las que se punzaba el penitente; utilizó plumas de quetzal en vez del abeto y bolas de oro con espinas hechas de piedras preciosas y en vez de sacrificarse con las espinas de maguey, ofreció en cambio espinas preciosas hechas de coral. Tecuzistecatl no se comprometió y evadió el auto sacrificio espiritual por medio de la presentación de ofrendas materiales suntuosas.

Nanahuatzín en cambio se sacrificó con verdadero compromiso y fervor, utilizando el abeto, el pino y las espinas de maguey. Uno confundió el sacrificio espiritual con la riqueza material; el otro se comprometió totalmente con su responsabilidad y sacrifico su carne para purificar su espíritu.

Llegado el gran momento, estaba allá en Teotihuacán la gran fogata cósmica rodeada por todos los dioses en donde tendrían que saltar para consumirse en el fuego liberador de las impurezas terrenales.

Primero intentó saltar cuatro veces Tecuzistecatl, pero el miedo no lo dejó. Tocó entonces el turno a Nanahuatzín quien, decidido a la primera oportunidad, saltó en medio de las grandes llamas. De inmediato, Tecuzistecatl lleno de vergüenza se arrojó a la hoguera en forma tardía.

El destino de Nanahuatzín fue convertirse en el Sol de la quinta era y Tecuzistecatl se convirtió en la luna, porque después de haber saltado y vencer su miedo, apareció por el Oriente. Fue entonces que los Dioses decidieron arrojarle un conejo en la cara, para que no brillara tanto como el Sol.

Pero después se preguntaron los dioses:

¿Cómo haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!


De esta manera los dioses decidieron sacrificarse para que en este Sol hubiera movimiento. Es por ello que a los seres humanos también se les llamaba –“macehuales”- que quiere decir en náhuatl –“merecidos del sacrificio de los dioses”-. Por ellos la tierra nuevamente tenía un Sol y estaba en movimiento, sin embargo, faltaba lo más importante, los seres humanos.

LA CREACIÓN DE LOS SERES HUMANOS

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La tierra nuevamente tenía luz y movimiento. En seguida se reunieron los dioses y dijeron, -¿Quién vivirá en la tierra?-. Porque ya ha sido construido el cielo, porque ya se construyó de nuevo la tierra. -¿Quiénes habitarán en la tierra?-. Se preguntaban preocupados los dioses. Entonces todos decidieron que el Dios del Soplo Divino, Quetzalcóatl, fuera el encargado de ir a la región de los muertos y le pidiera a Mictlantecuhtli, el “Señor de la Muerte”, los huesos de los seres humanos que habían habitado en el Cuarto Sol, para con ellos iniciar la nueva generación de seres humanos del Quinto Sol.

Quetzalcóatl entonces bajo a los dominios del Señor de la Muerte acompañado de su nahual o doble llamado Xólotl, pero Mictlantecuhtli le puso dos condiciones. Que hiciera sonar su caracol y que le diera cuatro vueltas en torno a su círculo precioso.

Entonces Quetzalcóatl recibió la ayuda de sus amigos los gusanos y las abejas quienes, unos le hicieron los orificios necesarios al caracol para que sonara y las abejas al meterse en el caracol, con su revoloteo lo hicieron sonar.

Cuando Mictlantecuhtli vio la proeza ordenó a sus vasallos que detuvieran a Quetzalcóatl, pero éste con la ayuda de su nahual Xólotl, tomó los huesos divinos y aunque sufrió algún percance logró llegar a Tomanchan, el lugar mítico de los orígenes, y con la ayuda de la diosa Quilaztli, quien molió los huesos en su metate para poner el polvo salido de los huesos molidos en un molcajete. Fue entonces que Quetzalcóatl roció el polvo de los huesos preciosos con su sangre e hicieron sacrificio todos los dioses para que nacieran de nuevo los seres humanos y poblaran la tierra.

Así nacimos todos nosotros, producto del sacrifico de nuestros antiguos dioses, porque en estos tiempos seguimos viviendo en el Quinto Sol.

Nuestro deber es guardar el equilibrio entre la materia y el espíritu, entre la certera racionalidad y el inconmensurable misterio. Nuestra misión es “humanizar el mundo” y sostener este Quinto Sol con nuestro sacrificio espiritual a través de una vida virtuosa, como lo hicieron nuestros Viejos Abuelos durante más de siete mil quinientos años.

LA INVENCIÓN DEL MAÍZ Y LA ALIMENTACIÓN

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Los dioses preocupados por el desarrollo y perfeccionamiento de la vida en el Quinto Sol, se preocuparon también por los alimentos de los seres humanos. Fue de este modo que nuevamente encomendaron a Quetzalcóatl la misión de proporcionarle a los seres humanos su alimento.

Como las hormigas viven debajo de la tierra y son muy trabajadoras, Quetzalcóatl observó que una hormiga roja venía saliendo del interior de la tierra, donde estaba escondido el alimento de los seres humanos. La hormiga cargaba un grano de maíz y Quetzalcóatl le preguntó el lugar de donde provenía el maíz y la hormiga roja no le quiso contestar. Entonces Quetzalcóatl interrogó con mucha insistencia a la hormiga roja, quien terminó por decirle la verdad. El maíz y muchos otros granos más estaban en el interior del “Monte de nuestro sustento”.

Entonces Quetzalcóatl se transforma en una hormiga negra y con la hormiga roja se introduce en la tierra en pos de los alimentos de los seres humanos del Quinto Sol. Para los Viejos Abuelos la metáfora de “la tinta negra y roja” significa la sabiduría. De modo que con la sabiduría y el trabajo nuestros antepasados, “sustrajeron del interior de la tierra” todos los alimentos.

Quetzalcóatl se lleva cargando el maíz que logró sacar del interior del “Monte de nuestro sustento” y lo llevó a Tonanchan, “el lugar de nuestro origen”, para que los dioses lo probaran. A todos les pareció esquisto y decidieron ponerlo en los labios de Oxomoco y Cípactónal la pareja nuestra equivalente Adán y Eva de la Biblia hebrea, “para que se hicieran fuertes”.

Como nuestros dioses se dieron cuenta de que el maíz era un excelente alimento decidieron procurar “El monte de nuestro sustento” de manera definitiva a los seres humanos. Por ello pidieron a uno de los dioses que lanzara un potente rayo para abrir “El monte de nuestro sustento”. De los cuatro rumbos de la existencia llegaron los Tlaloques o dioses de la lluvia. Llegó el Tlaloque Azul del Sur, llegó el Tlaloque Blanco del Oriente, llegó el Tlaloque Amarillo del Poniente y llegó el Tlaloque Rojo del Norte y juntos con su lluvia lograron fecundar el maíz que brotó del “monte de nuestro sustento”, al ser alcanzado por un deslumbrante rayo y partido en dos mitades, por donde se derramó pródigo, no sólo el maíz; sino todos los valiosos alimentos que han sido el sustento y la base de nuestra civilización desde hace más de ocho mil años.

Así los seres humanos del Quinto Sol obtuvieron el maíz de todos los colores, los frijoles, la chía, los chiles, el amaranto, las calabazas, los tomates, los nopales, las chirimoyas, el capulín, los jitomates, el cacao, los aguacates, entre muchas otros nutritivos alimentos, que son y han sido la base de nuestra civilización milenaria.

Nuestros Viejos Abuelos a lo largo de miles de años desarrollaron una excelente y bien balanceada alimentación. Comían frijoles, tortillas, chiles y salsas, nopales, alegrías hechas de amaranto, elotes, calabacitas, tamales, pinole, atole, chocolate de agua. Comían miel y muchos insectos que son muy nutritivos y deliciosos, como: chapulines, hormigas, gusanos silvestres, acociles y jumiles, entre muchos otros. El pescado estaba incluido regularmente en su dieta. Muy de vez en cuando, sobre todo en las fiestas comían: venado, guajolote, patos, conejo, armadillo, víbora y unos perros sin pelo, que ellos criaban llamados Xoloescuincle. La base fundamental de nuestra civilización indiscutiblemente ha sido la alimentación.

No se hubieran podido construir en tantos siglos todas las pirámides del México Antiguo y llegar a tener tantos conocimientos de la naturaleza y el cielo, sin un excelente sistema alimentario, capaz de darle la energía necesaria a Nuestros Viejos Abuelos. La invención del maíz, es decir, la transformación genética de un pasto llamado Teozintle para convertirlo en la espléndida planta que hoy conocemos, la invención de la milpa y la chinampa, así como el amplio sistema de regadíos, permitieron a los Viejos Abuelos sentar las bases de lo que fue más adelante el esplendor del México Antiguo.

LA EDUCACIÓN

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La educación en el México Antiguo comenzaba en la casa. Existían ancestrales tradiciones relacionadas con la crianza y educación de los niños en las familias. La educación era una de las actividades más importantes y de mayor esmero de nuestros Viejos Abuelos.

Dentro de los tesoros de la educación encontramos los llamados Huehuetlahtolli “la palabra antigua”, que eran celosamente transmitidas de generación en generación y que contenía la sabiduría milenaria de nuestra civilización; por ejemplo, cuando una niña llegaba a la adolescencia se realizaba una ceremonia en la que la madre le decía lo siguiente:

“Tú, hija mía, preciosa como cuenta de oro y como pluma rica, salida de mis entrañas, a quien yo engendré y que eres mi sangre y mi imagen, que estás aquí presente, oye con atención lo que te quiero decir, porque ya tienes edad de discreción: dios creador te ha dado uso de razón y de habilidad para entender, el cual está en todo lugar y es criador de todos; y pues que es así que ya entiendes, y tienes uso de razón y de habilidad para entender cómo son las cosas del mundo y que en este mundo no hay verdadero placer, ni verdadero descanso, más antes hay trabajos y aflicciones y cansancios extremados, y abundancia de miserias y pobrezas...
Sábete que eres noble y generosa, considérate y conócete como tal; aunque eres doncellita eres preciosa como una “piedra preciosa” y como un zafiro, y fuiste labrada y esculpida de noble sangre, de generosos parientes;...mira que no te deshonres a ti misma, mira que no te avergüences a ti misma y afrentes a nuestros antepasados; mira que no hagas ninguna vileza, mira que no te hagas persona vil, pues eres noble y generosa.
Esto que he dicho, hija mía, te doy para tu doctrina, para que te sepas valer; y con esto hago contigo lo que debo delante de dios; y si lo perdiereis y lo olvidares, sea a tu cargo, que yo ya hice mi deber. ¡Oh hija mía muy amada, primogénita palomita, seas bienaventurada y nuestro señor te tenga en su paz y reposo”.

De la misma forma, cuando un niño pasaba a la adolescencia, su padre pronunciaba el siguiente discurso en medio de una fiesta familiar:

“Hijo mío muy amado: Nota bien las palabras que quiero decirte, y ponlas en tu corazón, porque las dejaron nuestros antepasados viejos y viejas, sabios y avisados, que vivieron en este mundo; es lo que nos dijeron, y lo que nos avisaron y encomendaron que lo guardásemos como en cofre y como oro en paño, porque son piedras preciosas muy resplandecientes y muy pulidas, que son los consejos para bien vivir, en que no hay torpeza ni mancha, dijéronlas los que perfectamente vivieron en este mundo; son como piedras preciosas que se llaman chalchuites y zafiros, muy resplandecientes delante de nuestro señor y son plumas ricas y finas ...”

Existían tres grandes instituciones educativas en el México Antiguo. El Telpochcalli donde eran llevados los niños a partir de los siete años. Era una especie de internado donde los niños y niñas se preparaban para insertarse armónicamente en la vida de la sociedad. Existía una escuela para niñas y otra para varones. En ellas se les preparaba a ser “ciudadano”, enseñándoles todos los deberes sociales.

Para nuestros Viejos Abuelos era más importante la comunidad que el individuo, de modo que a los niños y jóvenes se les inculcaba un acendrado espíritu de servicio a la comunidad. Pero también aprendían a hablar correctamente, conocían sus tradiciones, sus costumbres, su historia, su religión, los secretos de los astros y el movimiento de las estrellas, de modo que su identidad y la sabiduría de su cultura, se convertían en instrumentos virtuosos para aprender a vivir en familia y en sociedad.

El Telpochcalli, como toda la educación en el México Antiguo, era gratuita y obligatoria. Cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, encontraron que no existían niños sin escuela. Cada escuela tenía que ser autosuficiente, de modo que el Tlatócan, el consejo supremo de gobierno, les entregaba una considerable extensión de tierra agrícola, con la que además de lograr su abasto alimentario, constituía una manera de enseñar a los muchachos a trabajar la tierra. La educación era de mayor a menor y se hacían cuadrillas que atendían las necesidades de mantenimiento y construcción, no sólo de sus edificios sino de algunos edificios públicos.

Lo mismo pasaba con las niñas, que eran educadas en milenarias normas que formaban a las esposas y madres de familia. Además del arte culinario aprendían a coser, bordar, tejer, cardar el algodón, criar animales como el guajolote, el perro llamado Xoloescuicle, la grana cochinilla, recoger insectos y conocer los valores curativos y alimenticios de las plantas.

Por las tardes, las muchachas y los muchachos se reunían en una segunda institución llamada Cuicacalli. Esta era como un centro cultural de nuestros tiempos, en donde aprendían “con flor y canto”, a través de la danza, la música, la pintura, la poesía y la oratoria a embellecer su personalidad y desarrollar su sensibilidad.

Existía una tercera institución educativa llamada Calmécac. Esta era reservada sólo para aquellos que al salir del Telpochcalli no se casaban y decidían seguir estudios superiores, en donde los preparaban como maestros, administradores, sacerdotes o dirigentes. Aquí se formaban los cuadros de dirigentes que permitían una continuidad al proyecto civilizatorio que duró más de siete mil quinientos años.

La misión de la educación en el México Antiguo era, “formar rostros propios y corazones verdaderos”, porque sólo a través de la educación, nuestros Viejos Abuelos pudieron transmitir una continuidad en su “propósito social”.


Ejemplo de lo anterior es que los zapotecas fundaron lo que hoy llamamos Monte Albán, quinientos años antes de la era cristiana y se supone que fue abandonado aproximadamente en el siglo IX después de Cristo, lo que implica más de mil trescientos años de un proyecto constructivo en la materia que, tenía su base en la fuerza espiritual y en el profundo conocimiento del pueblo zapoteca.

Herencia inmaculada que sigue viva hasta nuestros días. Monte Albán no fue construido con esclavos y trabajos forzados, ninguna tiranía dura mil años, por el contrario, Monte Albán representa un esfuerzo compartido de manera entusiasta por muchas generaciones a lo largo de trece siglos y que sólo fue posible gracias a un excelente y eficiente sistema educativo.

LOS GUERREROS DE LA BATALLA FLORIDA

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Tal vez el símbolo más claro donde podamos entender la aspiración existencial de nuestros Viejos Abuelos del México Antiguo, lo podemos encontrar en la llamada “Batalla Florida”.

Guerrero Águila

En efecto, como se dijo con anterioridad, los antiguos mexicanos entendían que la humanidad estaba en constante evolución y perfeccionamiento. Que las personas existían gracias al sacrificio espiritual de los dioses, que de la misma manera ellos tenían que sacrificar una vida llena de virtud, para poder retribuir a sus creadores el don de la vida. Que los seres humanos tenían la misión divina de “humanizar al mundo”, mantener y perfeccionar su equilibrio entre la naturaleza, el cosmos y la vida humana.

A este formidable desafío le llamaron simbólicamente “La Batalla Florida”. Cada hombre o mujer que decidía entregar su vida a librar la guerra más difícil que un ser humano puede entablar en el mundo, la guerra contra las debilidades de su espíritu, le llamaron Guerreros o Guerreras.

Esta batalla se libraba en el centro de su corazón y las armas de los guerreros eran Flor y Canto, entendidas como “sabiduría y belleza”.

El objetivo del guerrero era liberar a su espíritu de las cadenas de la estupidez humana, simbolizándolo con la parábola de “Florecer su Corazón”.

La Batalla Florida duraba toda una vida de sacrificios y de templanzas. Los guerreros se distinguían por su actitud en la vida, marcada por la sobriedad, la frugalidad y la austeridad. Ejemplos florecidos en la sociedad de aquellos tiempos.

Cuando a estos seres humanos los alcanzaba la muerte, los hombres se iban a acompañar todos los días al Sol, convertidos en una guardia deslumbrante de luminosos guerreros, desde el amanecer hasta medio día, y las mujeres, acompañarían al Sol, desde medio día hasta el crepúsculo. El ideal social de aquellos tiempos era, que los individuos debían apoyar durante la vida el desarrollo de su comunidad para alcanzar su “propósito social” y después de la muerte, “sostener” al Quinto Sol con su existencia espiritual.

LOS ANTIGUOS DIOSES

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Todos los pueblos antiguos del mundo crearon una estructura religiosa para darle significados a su vida espiritual. Después de satisfacer sus necesidades materiales como el alimento, el vestido y la casa; los seres humanos, en toda época y lugar, han elaborado su religión, entendida como conjunto de ideas sobre la creación del mundo, la vida, la relación con la naturaleza y el cosmos, su destino después de la muerte, pero sobre todo, su vínculo con un ser supremo, inconmensurable y todo poderoso, creador de todo cuanto existe en el universo, así como su vínculo con fuerzas de la naturaleza a quienes las identificaban como dioses menores.

Nuestros Viejos Abuelos tenían a sus milenarios dioses, comunes entre sí, sólo cambiaban de nombre según el pueblo, pero en esencia eran los mismos para todos.

TLOQUE NAHUAQUE

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“Por quien vivimos”.

Nuestros Viejos Abuelos reconocían a un dios todo poderoso, creador de la tierra, el universo y todas las formas de vida en él. Pensaban que como este ser era tan grande, omnipotente e inconmensurable, los seres humanos pequeños e insignificantes ante su magnificencia, no podían darle un nombre. Es por ello que nunca lo representaron físicamente, ni le dieron un nombre. Se referían a él con metáforas, de manera que acostumbraban referirse a el como: “Aquel por quien se vive”, porque toda la vida de una persona, desde el nacimiento hasta la muerte, estaba consagrada a él. También le decían “Noche Viento”, porque decían que era invisible como la noche e impalpable como el viento.

Otra forma de nombrarlo era, “El Señor del cerca y del junto”, haciendo alusión de que era tal su poder que podía estar aquí y en cualquier parte al mismo tiempo.

OMETECUHTLI

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“La Dualidad Divina”.

Otra forma de representar a la misma divinidad suprema era llamarlo “La dualidad divina”, porque los Viejos Abuelos pensaban que el dios todo poderoso era al mismo tiempo femenino y masculino y todo lo que estaba en el mudo estaba compuesto de dos partes, positivo/negativo, blanco/negro, día/noche, arriba/abajo, frío/caliente y así sucesivamente. Por ello, de “La Dualidad Divina” se derivaba Ometecutli, “de los dos el Señor” y Ometecihuatl, “de los dos la Señora”.

TLÁLOC

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“El Dador de la Vida Material”.


Los antiguos mexicanos pensaban que el mundo estaba compuesto de dos clases de energía, una material y otra espiritual.

La energía material la representaron simbólicamente con el agua, entendiendo que, a partir del agua el mundo material nace y se desarrolla.

Donde no hay agua no existe vida, Tláloc es “el que hace germinar”. El agua es asociada entonces al mundo material. Tláloc, El Dador de la vida Material o “Dios del Agua” era para todos las culturas de Mesoamérica igual, cambiaba el nombre pero significaba religiosa y filosóficamente lo mismo, siempre asociado al agua, al rayo, al relámpago y al trueno.

Por ejemplo, para los zapotecas era reconocido como “Cosijo”, para los mayas era “Chac”, para los totonacas era “Tajín”. Cambiaba el nombre y un poco la forma de representarlo, aunque todas las imágenes tenían unas anteojeras y una lengua de serpiente que en todas las culturas representa al “dios del agua”.

QUETZALCÓATL

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“El dador de la vida espiritual”.

La Serpiente Emplumada, representa al soplo divino que le da consciencia a la materia, es por ello que fue considerado también el Dios del Viento.

Quetzalcóatl es el protector de los seres humanos, él nos ha dado el conocimiento, la alimentación, la sabiduría y nos enseña a vivir con rectitud, sobriedad y virtud, por lo cual el Calmécac estaba consagrado a él.

Los mayas le llamaron Kukulcán, los nahuas Quetzalcóatl, los zapotecos Belaguetza, pero para todos significaba filosófica y religiosamente lo mismo.

De modo que Quetzalcóatl representa la parte espiritual que habita el mundo y además será la representación de la sabiduría y la virtud humana en la tierra.

HUEHUETÉOTL

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“El abuelo de los dioses”.

Huehueteotl

Conocido como “El Padre de los Dioses”, El Dios Viejo estaba asociado al fuego primogénito que transforma y libera la esencia de la materia.

El fuego simbólico de la vida, la energía interior que corre a través de la columna vertebral. El conocimiento y dominio del fuego representó uno de los primeros logros del ser humano en la prehistoria.

En torno al fuego se reúne la familia y el pueblo. El fuego protege, da calor y permite cocinar los alimentos. En torno al fuego está el origen, el principio de todo y la liberación en el “fuego mítico”.

TONATZÍN

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“Nuestra Madre Querida”.

Tonatzin

Esta es la representación de la Tierra. Generosa y bondadosa, la tierra nos da todo cuanto necesitamos para nuestro sustento.

La Tierra es un ser vivo y nos alberga y nos da cobijo, nos cuida y nos protege. Su amor es infinito y maternal, a ella siempre recurren los seres humanos en pos de auxilio y protección.

Como en todas las religiones del mundo, las figuras religiosas son metáforas de complejas y profundas verdades y conocimientos herméticos.

Tonatzin como otros dioses del México Antiguo, tiene muchas advocaciones diferentes, como la Virgen María en la religión Católica.

MICTLANTECUTLI

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“El Señor de la Muerte”.


Para nuestros Viejos Abuelos los seres humanos después de la muerte podían ir a cuatro diferentes lugares, todo dependía de cómo habían vivido.

El primer lugar se llamó Ilhuicatltonatiuh, ahí iban los guerreros y las guerreras de la batalla florida quienes acompañaban diariamente al Sol desde su nacimiento hasta el ocaso, con música, danza y fiesta.

El segundo lugar llamado Chichihuacuahco, era reservado para los niños difuntos, ahí existía un inmenso y frondoso árbol del que caían gotitas de leche de las que los niños se alimentaban, esos niños volverán al mundo cuando se acabe el Quinto Sol.

El tercer lugar era el Tlatócan, mansión de la luna y de Tláloc, era un paraíso donde existían condiciones ideales para vivir, ahí iban los que morían por motivos relacionados con el agua.

El cuarto sitio era el Mictlán y estaba gobernado por Mictlantecuhtli y Mictlanciuhuatl, el Señor y la Señora de la Muerte.

Ahí iban los que morían producto de una vida estéril, para lo cual tenían que hacer un penoso y sufrido viaje de cuatro años para llegar al inframundo y convertirse en nada, desaparecer sin dejar huella de su estéril existencia.

TEZCATLIPOCA

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“El espejo humeante”.


Este dios es uno de los más controvertidos. Contraparte de Quetzalcóatl, representa a la noche, se asocia con la luna, es el eternamente joven, patrono del Telpochcalli la escuela de los jóvenes y de los guerreros de la batalla florida.

Comprometido en los asuntos humanos, Tezcatlipoca abogará por los que han caído en el lado oscuro de la vida.

Tezcatlipoca, el Espejo Humeante

Se representa con un jaguar y es “el enemigo interior”, el que incita a la batalla florida.

Se llama espejo que humea, porque a través de él se ve la imagen del hombre y de su consciencia de sí. Obscuridad y sombra, conocedor del corazón humano, representa el insoportable espíritu revelador de la verdad interior, de ahí el peligro que implica su presencia.

La verdad, en el templo de los guerreros, representaba necesariamente un principio de guerra interior.

LA MILENARIA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC

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Los Viejos Abuelos le llamaron al continente “Cem Anáhuac”, que significa en lengua náhuatl, “la tierra rodeada de las grandes aguas”. En consecuencia ellos se llamaban a sí mismos “Anahuacas” y son conocidos como la Civilización del Anáhuac.

Anahuac

En México tenemos una sola civilización, con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Pero todas unidas por una matriz filosófico/cultural, como una mano tiene cinco dedos diferentes uno de otro pero, los cinco pertenecientes a una misma mano.

La historia de la civilización del Anáhuac comienza aproximadamente en el año seis mil antes de la era cristiana, con la invención del maíz y la agricultura, terminado con la llegada de los españoles en el año de 1519 de la era cristiana.

Siete milenios y medio de desarrollo humano y cultural, sin la intervención de otra civilización. Somos una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo.

Este largo período de tiempo se divide en tres partes. El período formativo o preclásico (6000 a.C. a 200 a.C.) donde la cultura representativa será la Olmeca.

El segundo llamado período Clásico o del esplendor, (200 a.C. a 850 d.C.) de la cual la cultura representativa será la Tolteca.

Finalmente el período Postclásico decadente, (850 a 1519 d.C.) que estará representado por la cultura Azteca.

LOS BISABUELOS OLMECAS

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Los Olmecas conocidos como la “Cultura Madre”, fue la primera expresión decantada de nuestra civilización, esencia y fundación de lo que hoy somos como pueblo.

Aunque los Viejos Abuelos habían iniciado el proceso de civilización en el año seis mil antes de Cristo, los vestigios más antiguos que se registran son los de una cultura que nació entre los estados de Veracruz y Tabasco aproximadamente mil quinientos años antes del nacimiento de Cristo, pero que, se extendió por todo Mesoamérica.

Escultura Olmeca

Se cree que los Olmecas fueron los “inventores de la medida”. En efecto, los calendarios de los Viejos Abuelos eran extraordinariamente justos y perfectos. El primero de 260 días vinculado a las lunaciones, el segundo de 365 días referente al movimiento de traslación de la tierra al rededor Sol y por último, el de 52 años, relacionado con el movimiento de la tierra en torno a las estrellas llamadas Pléyades.

Todavía hoy en día, asombra sus medias del tiempo sacadas a través de la observación del movimiento de las estrellas.

El concepto de arquitectónico de la pirámide, las plazas y los templos, así como la presencia de la Serpiente emplumada, los cuatro puntos cardinales o Cruz de San Andrés y su centro unificador, hacen suponer que los Olmecas lograron sintetizar cuatro mil quinientos años de desarrollo cultural y lo expresaron en lo que hoy conocemos como “Cultura Olmeca”.

En Oaxaca, como en todo el territorio nacional, podemos encontrar que la primera fase de las culturas tiene influencia Olmeca.


Monte Albán fase I es un claro ejemplo, en donde los llamados “Danzantes”, magnificas piedras talladas, tienen una influencia decididamente Olmeca.

De entre los monumentos olmecas los más impresionantes resultan las llamadas “Cabezas Olmecas”, inmensas piedras que tienen labradas cabezas con casos, de rasgos negroides.

Las zonas arqueológicas más conocidas de los Olmecas son: La Venta y Comalcalco en Tabasco; San Lorenzo, Tres Zapotes y Catemaco en Veracruz; Monte Albán y Huamelulpan en Oaxaca; Oxtotitlán y Zumpango del Río en Guerrero; Uaxactún en Quintana Roo, y Chalcatzingo en Morelos.

LOS VIEJOS ABUELOS TOLTECAS

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Los míticos hombres de conocimiento del México Antiguo, los poseedores de “la tinta negra y roja” (la sabiduría), los maestros constructores y artífices de las monumentales obras materiales y la impresionante obra espiritual eran por todos conocidos como Toltecas, los forjadores del esplendor civilizatorio.

“En verdad muchos de los toltecas
eran pintores, escribanos de códices, escultores,
trabajaban la madera y la piedra,
construían casas y palacios,
eran artistas de la pluma, alfareros...
En verdad eran sabios los toltecas,
Sus obras todas eran buenas, todas rectas,
Todas bien planeadas, todas maravillosas...
Los toltecas eran experimentados,
Acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
Les dieron sus nombres.
Conocían sus influjos,
Sabían bien cómo marcha el cielo,
Cómo da vueltas...”
(Informantes de Sahagún.)

El período de esplendor del México Antiguo duró aproximadamente más de mil años.

En este período no hubo guerras ni sacrificios humanos, es conocido como la era luminosa de Quetzalcóatl.

“La Toltecáyotl” es el conjunto de saberes de los toltecas y estos dirigían a todos los pueblos y culturas del Anáhuac en la época del esplendor.

Por ello se detecta la llamada influencia Tolteca en Monte Albán III de la cultura Zapoteca o en Chichen Itzá en la cultura Maya y en general en todas las culturas en el período clásico. El corazón palpitante de la cultura Tolteca fue Teotihuacán.

Los Zapotecas

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Originarios de lo que hoy conforma el estado de Oaxaca, los zapotecos se nombran a sí mismos “Zaa” y fundaron su primer centro de conocimiento en San José del Mogote, Etla, después en Teotitlán en el Valle de Tlacolula, posteriormente fundaron Yagul y de ahí se fueron a lo que hoy conocemos como Zaachila en el Valle de Zimatlán, pero que en algún tiempo se llamó Teozapotlán.

Los zapotecas junto con los mixtecas geográficamente se encuentran en el centro del México Antiguo, puente entre la cultura Náhuatl y la Maya. Los zapotecos construyeron Mitla y Monte Albán, que es una de las zonas arqueológicas más importantes y monumentales de la parte Norte del continente.

Como ya dijimos, todas las culturas de la civilización del Anáhuac, tenían una misma estructura o matriz filosófico/cultural, pero cada una le daba un toque muy especial a través de la interpretación de los grandes conocimientos rectores.

Los zapotecas destacaron por crear un estilo muy propio en la cerámica, especialmente son reconocidas las llamadas “urnas zapotecas”, en las que sobresale la representación simbólica del jaguar, la serpiente y el águila.

En el postclásico los zapotecas se fueron a vivir al Istmo y ahí fundaron Tehuantepec, que en Náhuatl significa “La Montaña del Jaguar”.

La cultura zapoteca ayer como hoy, se caracteriza por ser extremadamente fuerte y resistente. Negociadores por excelencia, los zapotecos se han convertido en eficientes comerciantes.

Los Mixtecas

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Apoala es el lugar mítico de origen del pueblo mixteco o “habitante de las nubes”, la leyenda cuenta que los primeros “Señores” nacieron de los árboles que crecen al lado del río que nace de una caverna y que se dividieron en cuatro y fueron a conquistar las tierras por los cuatro rumbos de la existencia, por eso la mixteca es tan amplia, pues abarca parte de los estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla.

Los mixtecos se caracterizaron por ser un pueblo de artífices, las mejores piezas que se tienen en joyería de oro y plata, encontradas en la famosa tumba siete, un entierro mixteco en Monte Albán, pertenecen a la cultura mixteca.

Lo mismo en lo referente a los pocos códices que han logrado sobrevivir del México Antiguo, en su gran mayoría son de origen mixteco, y no se puede dejar de mencionar a la cerámica policroma mixteca, como una de las más bellas y perfectas. En la época de los señoríos los mixtecas tuvieron a Coixtlahuaca, que fue el más grande mercado de la mixteca, Tlaxiaco, Tututepec y Tilantongo. De este último se dice que tiene una zona arqueológica tan imponente como la misma Monte Albán, solo que no está explorada.

Los mixtecos eran excelentes guerreros y nos quedan los testimonios del “Flechador del Cielo” y del legendario conquistador “Ocho Venado Garra de Tigre”.

Los Mayas

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Como hemos dicho ya, todas las culturas del México Antiguo estaban interconectadas en sus conocimientos fundamentales, porque todas pertenecían a una sola civilización.

Chac Mool

Así que entre la arquitectura Zapoteca y la Náhuatl, existían grandes coincidencias. Sin embargo, la cultura Maya representa una excepción extraordinaria.

El “mundo maya” abarcó la península de Yucatán, Chiapas y los países de Guatemala, Belice y Honduras en Centro América.

Los pueblos mayas tuvieron especialmente un sentido del arte más complejo y saturado en caprichosas formas.

Podríamos suponer que aunque los mayas forman parte de la civilización del Anáhuac, ellos son especialmente algo diferentes.

Fue el primer pueblo del mundo en inventar el concepto matemático del “cero”, lo que les permitió manejar cifras, que hasta la actualidad nos parecen muy grandes. Producto de estos conocimientos es la llamada “cuenta larga”, en que se contabilizan decenas de miles de años.

Otro aspecto en el que destacaron singularmente fue en el conocimiento de la mecánica celeste. En efecto, sus cálculos astronómicos son sorprendentemente exactos. Por ejemplo, los mayas calcularon la duración del año en 365.2420; con las modernas tecnologías de este siglo, se sabe que el año trópico tiene una duración de 365.2422.

Cabeza Maya

No podemos dejar de mencionar los libros de conocimiento maya, que son una herencia primordial de la filosofía del Anáhuac para nuestro tiempo, el “Chilam Balam y el Popol Vuh”. Las zonas arqueológicas exploradas más importantes de la cultura Maya en México son: Chichen Itzá, Uxmal, Palenque, Bonampak, entre muchas otras.

Los Nahuas

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Los pueblos nahuas se extendieron más allá de la cuenca del Valle de México o Valle del Anáhuac.

Debemos recordar que esta cuenca estaba comunicada por un inmenso sistema de lagos que llegaban hasta cerca de Teotihuacán. La región del Altiplano Central comprende los estados de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y el Distrito Federal.

La cultura Náhuatl abarcó extensamente el México central y llegó a estados como Guerrero, Hidalgo, Querétaro y aun en Oaxaca, encontramos presencia Náhuatl.


El centro irradiador indiscutiblemente fue Teotihuacán en el período clásico, posteriormente ya en la etapa decadente del Postclásico, la región más poblada fue la que estaba en torno al lago donde hoy se encuentra el D.F.

Los nahuas de todo el altiplano y estados vecinos compartían una misma matriz cultural y la lengua náhuatl, que fue el idioma franco en el México Antiguo a través de miles de años. Estos fuertes vínculos culturales a lo largo del tiempo y a pesar de la diversidad de regiones que habitaron, hicieron de los nahuas y su cultura Náhuatl base y sustento de lo que hoy somos como pueblo.

Los Totonacas

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Los pueblos totonacos tienen memoria de que compartieron con los nahuas un mismo origen.


Ellos recuerdan haber salido del mítico “Chicomoztoc” y peregrinar hasta llegar fundar Teotihuacán y después partir para Puebla y finalmente llegar a Veracruz.

Entre los vestigios más importantes de los totonacas tenemos en primer lugar a las zonas arqueológicas conocidas como “El Tajín” y “Cempoala”, la primera dedicado a la representación simbólica del “Dios del Agua”.

En efecto, Tajín fue para los totonacas lo mismo que para los mayas Kukulcán o para los nahuas Tláloc.

Danzante

De los totonacos podríamos decir que se tatuaban, se cortaban el cabello a rape y que gustaban de vestir con prendas finamente acabadas en algodón.


Actualmente tenemos la herencia de los Viejos Abuelos de los famosos “Voladores de Papantla” y que desarrollaron y dieron al mundo el cultivo de la vainilla.

Los Purépechas

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Como todos los pueblos del Anáhuac, los purépechas comparten una base unificadora, que los hace ser iguales en los elementos de “fondo” y con diferencias múltiples en la “forma”.

Sin embargo, al igual que los pueblos mixes y huaves de Oaxaca, los purépechas tienen en su memoria histórica que vienen de Sudamérica, especialmente del Perú.

Hipótesis que no es remota, tomando en cuenta que en más de siete mil quinientos años los pueblos del Anáhuac debieron entrar en contacto con los pueblos del Tawantinsuyu de Sudamérica.

Sea como fuere, los pueblos purépechas están presentes en el mosaico pluricultural de México. Magníficos artistas desarrollaron especialmente la metalurgia.

Conocían las técnicas de martillado en frío o laminado, fundición de moldes por el proceso de cera perdida, filigrana con alambre, y la soldadura; trabajaban el oro, la plata y el cobre. Los trabajos de orfebrería llegaron a niveles supremos; lo mismo pasó con la cerámica y la talla en madera.

Chac Mool

La cultura purépecha se desarrolló en torno al lago de Pátzcuaro, por lo que los purépechas eran excelentes pescadores.

Sin embargo, también hay que decir que era temidos guerreros, especialmente en el período Postclásico o decadente. Lucharon permanentemente con los aztecas, de quien jamás se dejaron conquistar y todavía se recuerda el nombre del valiente conquistador llamado “Calzontzin”.

En Michoacán subsisten pocas zonas arqueológicas, pero sin lugar a dudas las más importantes son las conocidas como “Las Yácatas” que están en Tzintzuntzan y las de Tinganbato.

La cultura purépecha se desarrolló fundamentalmente en lo que es ahora el estado de Michoacán pero, se registra su influencia en los estados de Guanajuato, Querétaro, Guerrero, Colima, Jalisco, Nayarit y Sinaloa.

Los jóvenes abuelos aztecas

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Habían pasado casi cuatro siglos de que había terminado el esplendor del México Antiguo, cuando llegaron al Valle de México provenientes de las llanuras del Norte, el último pueblo bárbaro en busca de un lugar para vivir.

No sabían hablar náhuatl, eran cazadores recolectores y valientes guerreros. En poco tiempo se instalaron en un islote del gran lago de México, corría el año de 1325 cuando fundaron Tenochtitlán.

Los pueblos que vivían en las riveras del lago eran descendientes culturales de los legendarios toltecas y se encontraban en un momento de decadencia cultural porque, además de haber pasado largos siglos desde que se habían ido los venerables maestros, vivían con la amenaza y zozobra de que el Quinto Sol estaba por concluir.

Los aztecas rápidamente aprendieron los conocimientos y la lengua de los antiguos maestros toltecas, pero le dieron un giro de 180 grados a su sabiduría.

En efecto, Tlacaelel fue el personaje que modificó la filosofía espiritual de Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría tolteca y le dio un sesgo material guerrero imponiendo a su Dios Huitzilopochtli.

De esta manera los aztecas se autonombraron el “Pueblo del Sol” y a través de los sacrificios humanos, decidieron impedir la temida y esperada muerte del Quinto Sol y expandir su ideología del culto al mundo material a través de su dios Huitzilopochtli.

Su poderío creció y su fuerza permitió la rápida expansión. Dominaron en poco tiempo a muchos pueblos, impusieron grandes tributos y sacrificaban permanentemente a los cautivos de sus guerras que ellos llamaron burdamente “floridas”, en recuerdo de las espirituales guerras floridas de los toltecas.

Sin embargo, su imperio no duró más de cien años en posición de fuerza y gran los españoles a México en 1519 todo se derrumbó.

Efectivamente, los aztecas cayeron presos de su propio error, pues confundieron a Hernán Cortes con Quetzalcóatl, y todos los pueblos que había dominado se aliaron a Cortes, lo que provocó la caída de su efímero imperio en menos de tres años.

Los centros de conocimiento

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Teotihuacán

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Foto 49 center El lugar donde los hombres aprenden a ser dioses.

Hacia el norte de la ciudad de México se encuentra en el Estado de México, Teotihuacán, una de las ciudades más grandes y bellas de las 6 civilizaciones más antiguas del mundo.

Teotihuacan

Teotihuacán quiere decir en lengua náhuatl, “El lugar donde los hombres aprenden a ser dioses”, e indiscutiblemente es el sitio donde la serpiente emplumada remontó su vuelo en busca de las alturas celestiales.

Atravesada por una amplia avenida que corre de Norte a Sur, conocida como “Calle de los Muertos”, se encuentra, en la parte Norte de esta vía la espléndida Pirámide de la Luna, quien corona el camino de los muertos en busca de la realidad ulterior.

Quetzalcoatl

En la parte central de la “Calle de los Muertos”, de cara al Oriente y debajo de una gruta en forma de trébol, surge una monumental e imperturbable “montaña” hecha por la mano del hombre consciente, La “Pirámide del Sol”, homenaje simbólico al “Por quien se vive”, Señor de los Dardos de Fuego, Águila solar que nos da vida y dirección.

Al Sur de la Calle de los Muertos encontramos una compleja red de 14 edificios llamada “La Ciudadela”, que deslumbra por su simetría, y en el centro de la plaza la maravillosa pirámide de Quetzalcóatl, el Señor del “soplo divino que le da consciencia a la materia”.

Teotihuacán es un monumento al espíritu humano, hecho a través de la materia. Millones de toneladas de adobe y piedra nos recuerdan permanentemente el concepto de la divinidad humana, mantiene vivo y presente el destino superior de lo humano en busca de la trascendencia de su limitada existencia material.


Se supone que en el momento del esplendor, trabajaban “la tinta negra y roja” (la sabiduría y la belleza) más de 85 mil toltecas, luminosos guerreros del espíritu.

Teotihuacán en su conjunto nos habla de la grandeza del espíritu humano.

Monte Albán

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La montaña del jaguar.

En el centro de un valle, rodeado de un mar de montañas, a cuatrocientos metros de altura, se levanta milagroso el sagrado recinto de Monte Albán.

Monte Albán

La Montaña del Jaguar, recinto donde habita la fuerza espiritual de los guerreros zapotecas de la batalla florida que a lo largo de mil trescientos años, realizaron la deslumbrante proeza de acarrear millones de toneladas de piedra verde desde kilómetros de distancia de su lugar de origen, después de haber formado a mano una amplia meseta en la cumbre de la montaña sagrada, para levantar con “flor y canto”, con sabiduría y belleza, una obra arquitectónica que guarda armonía con la majestuosa naturaleza que le rodea.

Armonía luminosa que evita la burda simetría elemental y que regocija al espíritu, a través de combinaciones asombrosas de masas y espacios, que alertan el alma y le recuerdan la maravillosa oportunidad de estar vivo y consciente.

Monte Albán

Monte Albán representa un testimonio de la grandeza del espíritu humano y un mensaje que nuestros Viejos Abuelos nos mandaron a través del tiempo, de que el espíritu humano es trascendente y perenne.

Mitla

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El lugar de los muertos.


Grecas en Mitla

En la parte Oriental del luminoso y amplio Valle de Tlacolula, como queriéndose refugiar en las montañas se encuentra Mitla, el lugar de los muertos. Recinto del Señor y la Señora de la Muerte, que se resisten a desaparecer a pesar de sus amenazadas ruinas están a punto de ser atrapadas por el crecimiento de la población.

Grecas en Mitla

Quien llega a Mitla aprecia una vista que más que simbólica es una realidad de nuestro pueblo. Entre las paredes y tomando como cimientos los antiquísimos recintos del Señor de la Muerte, surge el templo Católico.

En verdad que este es México. Efectivamente somos un pueblo mestizo, pero nuestras raíces se encuentran hundiéndose en el milenario origen de los Viejos Abuelos.

Grecas en Mitla

Cuenta la leyenda y lo escribieron los primeros historiadores españoles que, en el subsuelo de Mitla existe un amplio sistema de cavernas y túneles, que se supone llegaban hasta el mismo Monte Alban.

Hoy nos quedan algunos de los patios con sus cuatro habitaciones que marcan los cuatro rumbos de la existencia.

En estas espléndidas construcciones, se encuentra tallada en piedra y maravillosamente ensamblados, tableros con las milenarias grecas de la Civilización del Anáhuac.

En estas grecas se aprecia el mismo mensaje espiritual de Teotihuacán, recordando la pirámide de Quetzalcóatl, es decir, Al “Dios del Viento y al Dios del Agua”. Quetzalcóatl y Tláloc para la cultura Náhuatl, Kukulcán y Chac para la cultura Maya o Belaguetza y Cosijo para la cultura Zapoteca.

Grecas en Mitla

Quetzalcóatl representado por un caracol cortado de manera longitudinal, por donde pasa “el soplo divino que le da consciencia a la materia” y Tláloc, representado por un rayo, que anuncia la lluvia y con ella la reproducción de la vida material.

También acompañan a estas grecas, la Cruz de Quetzalcóatl que representa los cuatro rumbos de la existencia y el punto central que los equilibra.

Grecas en Mitla

Palenque

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El señor Pacal

Entre todos los “centros de conocimiento” de los Viejos Abuelos y que hoy llamamos zonas arqueológicas, indiscutiblemente que Palenque ocupa un lugar muy especial.


En efecto, Palenque monumento a la sensibilidad y creatividad de la cultura Maya, posee la única pirámide encontrada hasta ahora en México, que fue construida especialmente para ser el recinto mortuorio de un ilustre personaje.

Muchos años pasaron después del descubrimiento de Palenque y de su exquisito templo llamado “De las Inscripciones”, cuando un arqueólogo descubrió en el piso de la parte superior de la pirámide unos pequeños agujeros que habían sido pasados por alto en la primera exploración, supuso entonces que podrían ser la tapa de un pasadizo secreto, cosa que efectivamente sucedió.

Palenque

Al levantar las planchas de piedra se encontró unas escaleras que descendían hasta casi la base de la pirámide, donde encontraron una cámara y en ella, un inmenso sarcófago de piedra que contenía los restos de un ilustre y poderoso personaje llamado “El Señor Pacal”.

Tumba de Pacal

Palenque se encuentra a los pies de una cadena montañosa en medio de la selva cerrada y húmeda de los estados de Chiapas y Tabasco. Desde la maravillosa Torre del complejo arquitectónico se puede ver correr el ligero declive de la planicie que nos lleva suavemente hasta las aguas del Golfo de México.

Chichen Itzá

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Monumental Juego de Pelota.

Los mexicanos de hoy debemos estar muy orgullosos de nuestros Viejos Abuelos, entre otras cosas por la cantidad de conocimientos, alimentos, objetos e inventos que nos han heredado a nosotros y al mundo.


Un valor que debemos promover y acrecentar es el “Juego de Pelota”, que representa hoy en día y a nivel mundial, ¡el deporte más antiguo de la humanidad¡ que sigue en activo.

En efecto, el “Juego de Pelota” se supone que nuestros Viejos Abuelos lo inventaron hacia el año mil quinientos antes del nacimiento de Cristo y actualmente se sigue jugando en muchos estados del país, con casi las mismas reglas de hace tres mil quinientos años.


En casi todas las llamadas zonas arqueológicas del Anáhuac, los Viejos Abuelos construyeron un “pasajuego” o Juego de Pelota. El más imponente, no sólo por sus medidas, sino por el conjunto en general, es el que está en Chichen Itzá en Yucatán y pertenece a la cultura maya.

Este “juego” por lo menos tiene tres connotaciones, una filosófica/astronómica, otra religiosa y finalmente una meramente deportiva, que se jugaba en los pueblos y que se aprendía desde el Telpochcalli.

Juego de Pelota

El pueblo de México

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Los mexicanos somos un pueblo milenario que ha desarrollado a lo largo de siete mil quinientos años una de las civilizaciones más antiguas de la tierra y con origen autónomo.


Actualmente tenemos una cultura mestiza, porque llevamos quinientos años de recibir influencias culturales y raciales de otros pueblos.

Racialmente tenemos influencia de los españoles, negros y chinos; culturalmente, durante los trescientos años de colonia recibimos la influencia española, en el siglo pasado la francesa y en este siglo la de los Estados Unidos.

Sin embargo, en la última década y debido a los fenómenos de la globalización, el desarrollo de las comunicaciones y el libre comercio, estamos sujetos a influencias culturales de casi todo el mundo.

Este fenómeno no es ni bueno ni malo, es sólo una realidad de la humanidad, que pude tener aspectos positivos y negativos.

Para educar a nuestros hijos en el turbulento siglo XXI. Para prepararlos como “hábiles marineros” de los tormentosos mares de la globalización, debemos de dotarlos de una brújula y de un ancla.

La brújula son los CONOCIMIENTOS y el ancla la IDENTIDAD CULTURAL. En efecto, las sociedades de vanguardia están basando su desarrollo en la información y el conocimiento. Debemos preparar a los jóvenes académicamente de manera eficiente, luchar para que cada día su educación escolar contenga mayores niveles de excelencia.

Pero al mismo tiempo, debemos de educar a nuestros hijos en los valores y principios que heredamos de nuestra civilización “Madre”, en su profunda esencia humanista y espiritual.

No podemos seguir ignorando y desvalorizando lo que es en verdad “único y propio nuestro”. Somos hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, la Civilización del Anáhuac representa nuestra cultura “madre”, ella está presente sin darnos cuenta en nuestro mundo material y espiritual, llenando todos los espacios de nuestra cotidianidad.

La sociedad mexicana, aunque lo ha tratado de negar durante quinientos años, es una sociedad “indígena por dentro”; en lo filosófico, en lo ontológico y en lo espiritual.

Los mexicanos tenemos dos valiosas vertientes que nos alimentan y nos vitalizan. Una es la del Anáhuac, la otra es de Occidental.


En estos quinientos años se ha creado un sincretismo que nos ha dado una Identidad Cultural vigorosa, que nos permite tener “un rostro propio y un corazón verdadero”. Pero debemos de reconocer que la parte más antigua y sólida se encuentra conformada, en su mayor parte, por la Cultura Madre.

Debemos esforzarnos por hacer de nuestros hijos dignos herederos de Netzahualcóyotl y de Cervantes. Orgullosos de sus raíces, orgullosos de sus antepasados, orgullosos de sí mismos.