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Los condenados: 45

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Escena XII

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JOSÉ LEÓN, PATERNOY; SALOMÉ, SANTAMONA, por el foro. Detiénense a la entrada de la huerta.


JOSÉ LEÓN.- ¡Sombra divina de la que fue mi esposa, inteligencia muerta que fuiste mi vida, déjame verte y hablarte por última vez! (SALOMÉ no se mueve.)

SANTAMONA.- (Adelantándose hasta PATERNOY.) La procesión sale ya de la iglesia y viene hacia aquí. Evita todo escándalo.

PATERNOY.- Nada temas. (A SALOMÉ.) ¡Desdichada criatura, acércate!

SANTAMONA.- ¡Ven, mujer! (SALOMÉ avanza recelosa.)

PATERNOY.- (Llamándola a sí.) Ven... ¿conoces a este hombre? (Salomé se aproxima a PATERNOY, como buscando refugio a su lado. Los dos y SANTAMONA forman un grupo a la derecha del proscenio. JOSÉ LEÓN a la izquierda.) Dime si le conoces... Martín Bravo.

SALOMÉ.- (Experimentando una sacudida nerviosa al oír el nombre.) ¡Oh! ¡no sé... no le conozco. (Trémula y desconcertada.)

PATERNOY.- Dime: ¿te unirías nuevamente a él?

SALOMÉ.- (Vivamente.) Sí. (Con desaliento.) Pero no puede ser. Yo estoy muerta. Soy espíritu. Y él vive, ¡maldita vida!

PATERNOY.- (Contemplando a JOSÉ LEÓN.) ¡Infeliz, cuánto padece!

SANTAMONA.- (A SALOMÉ, cariñosamente.) Mándale tú que ponga su redención en nuestras manos.

SALOMÉ.- ¿Yo? yo no mando.

PATERNOY.- En él, sí. Tu voz es la única que le llega al fondo del alma.

SALOMÉ.- (Mirando fijamente a JOSÉ LEÓN.) ¿Por qué calla...? ¿En qué piensa?

SANTAMONA.- Su conciencia le abruma.

PATERNOY.- Teme el castigo. Sobre él recaerá quizás una sentencia terrible.

SALOMÉ.- Sentencia, ¿de quién?

SANTAMONA.- De la ley.

PATERNOY.- Dime: si tú fueras la ley, ¿le condenarías?

SALOMÉ.- ¡Sentenciar yo...! (Con leve inflexión humorística.) ¿Hoy me toca sentenciar?

PATERNOY.- Hoy, y siempre.

SALOMÉ.- Pues le mandaría que abandonase la mentira y viniese a mí, a nosotros, que somos la verdad.

JOSÉ LEÓN.- (Sin moverse de su sitio.) ¡A la verdad voy, vida mía! (Óyese muy cercano el coro de novicias.)

PATERNOY.- La procesión se acerca. (Se descubren él y JOSÉ LEÓN. Aparecen por el pórtico las primeras figuras de la procesión; una monja llevando el estandarte, dos niños con blandones.)