Los fueros de las provincias vascongadas
Somos partidarios de los fueros de las provincias Vascongadas y vamos á decir hasta qué punto y por qué.
La libertad en los siglos medios, por efecto de mil circunstancias históricas que no es necesario mencionar, era privilegio, era fuero de unos pocos. Todos los esfuerzos de la civilización han tendido después, no á crear la libertad, que existia desde muy antiguo, sino á estenderla al mayor número, á convertirla en derecho común. A eso tiende el siglo actual, á eso tenderá mientras ese resultado no se haya conseguido por completo.
Los pueblos, por consiguiente, que han sabido ó que han tenido la fortuna por circunstancias particulares de conservar sus priviligios, han conservado su libertad. Hoy se llama libertad lo que antes se llamaba fuero, privilegio, franquicia, exención: y nosotros, que deseamos la libertad para todos, no hemos de ir á combatirla en las provincias Vascongadas porque allí tenga otro nombre.
Las provincias Vascongadas se llamaban no hace mucho y aun se llaman provincias exentas. ¿De qué? De quintas, de papel sellado, de estancos, de gabelas, de despotismo administrativo. Ahora bien, nosotros que combatimos las quintas, el papel sellado, los estancos y la centralización administrativa, ¿podríamos pedir que se aplicasen á una parte del territorio español que por su fortuna se encuentra exenta de estos males? Seria una contradicción manifiesta, y á sabiendas no incurriremos jamás en contradicciones.
Y sin embargo nosotros queremos la unidad política del territorio español, esa unidad que se proclamó en la ley de 1839 al mismo tiempo que se confirmaban los fueros vascongados.
«Se confirman, decía la ley, los fueros de las provincias Vascongadas, salva la unidad política de la monarquía.» ¿Cómo aplicar esta ley? ¿Cómo conciliar estos dos estremos? Solo son conciliables en el seno de la libertad; esa ley que confirma los fueros, es decir, la libertad de los vascongados, solo con la libertad de todos los españoles puede tener completa aplicación. Para salvar la unidad política, hay que uniformar la libertad de las demás provincias con la libertad vascongada: si las demás provincias se rigen por otras leyes no solo diveras, sino contrarias á las que imperan en aquel territorio, los fueros de las Vascongadas podrán subsistir, pero la unidad política de la nación quedará sacrificada.
Así, pues, la estricta ejecución de la ley de 1839 exije que aquellos que son privilegios en las provincias vascas, vengan á ser fuero común en toda España, siempre que sean compatibles con la libertad moderna y con los progresos de la época.
Decimos siempre que sean compatibles con la libertad moderna, porque aquellos fueros que en realidad no son de las provincias Vascongadas, sino de cierto y determinado número de habitantes de ellas y que pugnan con el espíritu del siglo, deben desaparecer. No es fuero de las provincias que estén dominadas por una aristocracia oligárquica, como en los siglos medios; cuando mas será privilegio de los aristócratas y de los oligarcas; y nosotros, por lo mismo que hacemos sinónima la palabra fueros de la palabra libertades vascongadas, queremos la abolición de la oligarquía en aquellas provincias, en interés de la conservación de sus libertades.
En este sentido y oyendo al país vasco, al país vasco decimos, y en la palabra país comprendemos á todos, grandes y pequeños, humildes y poderosos, no nos parece difícil la solución de esta cuestión y la aplicación de la ley de 1839 por un gobierno liberal que comprenda y trate de promover los intereses de la nación española.
Pero se nos dirá: ¿por qué suscitar ahora esta cuestión? ¿Qué causas, que accidentes la traen á la arena del debate?
Esta cuestión es urgente, es mas urgente de lo que parece. Desde muy antiguo las provincias Vascongadas han estado hasta cierto punto separadas del movimiento de la política española. Es preciso estrechar los lazos que les unen con el resto del país; es preciso alzar las barreras de todo género que dividen unas provincias de otras.
Por lo mismo que esas provincias han tenido y tienen leyes distintas y mejores en general que el resto de la nación, se ha creado en ellas una especie de provincialismo exajerado y repulsivo: y es propio de un gobierno previsor y prudente evitar que ese provincialismo pueda ser esplotado en ningún tiempo por nadie para fines contrarios al interés nacional.
Como si el egoísmo provincial fundado en justos títulos de orgullo, aunque injusto en sí mismo, no fuera bastante, los naturales de esas provincias hablan un idioma propio, distinto del castellano y análogo al de otros pueblos colindantes que no son españoles; y no necesitamos encarecer al gobierno el cúmulo de ideas que la habilidad diplomática de quien pretendiera inferirnos daño infiriéndosele á los vascongados mismos, pudiera hacer surgir de aquí para planes que no queremos indicar siquiera, pero que están al alcance de todos cuantos fijen la atención con cuidado en los asuntos y en el estado actual de Europa.
Llamamos , pues, la atención del gobierno y de los hombres pensadores de España, sobre el arreglo de la cuestión vascongada: y de todos modos no necesitamos decir, como ya en otra ocasión hemos dicho, que estaremos siempre al lado de los que defiendan la independencia, la libertad y la integridad del territorio español.
Nemesio Fernández Cuesta.