Los intereses creados: Acto II, Cuadro tercero, Escena I
CRISPÍN, el CAPITÁN, ARLEQUÍN. Salen por la segunda derecha, o sea el pasillo.
CRISPÍN.-Entrad caballeros, y
sentaos con toda comodidad. Diré
que os sirvan algo... ¡Hola! ¡Eh!
¡Hola!
CAPITÁN.-De ningún modo, no
aceptamos nada.
ARLEQUÍN.-Sólo venimos a ofrecernos
a tu señor, después de lo que
hemos sabido.
CAPITÁN.-¡Increíble traición, que
no quedará sin castigar! ¡Yo te aseguro
que si el señor ;Polichinela se
pone al alcance de mi mano!...
ARLEQUÍN.-¡Ventaja de los poetas!
Yo siempre le tendré al alcance
de mis versos... ¡Oh! La tremenda
sátira que pienso dedicarle... ¡Viejo
dañino, viejo malvado!
CAPITÁN.-¿Y dices que tu amo
no fue siquiera herido?
CRIPÍN.-Pero pudo ser muerto.
¡Figuraos! ¡Una docena de espadachines
asaltándolo de improviso!
Gracias a su valor, a su destreza, a
mis voces..,
ARLEQUÍN.-¿Y ello sucedió anoche,
cuando tu señor hablaba con
Silvia por la tapia de su jardín?
CRISPÍN.-Ya mi señor había te nido aviso.. .; Pero ya le
conocéis: no es hombre para intimidarse por
nada.
CAPITÁN.-Pero debió advertirnos...
ARLEQUÍN.-Debió advertir al señor
Capitán. Él le hubiera acompañado
gustoso.
CRISPÍN.-Ya conocéis a mi señor.
Él solo se basta.
CAPITÁN.-¿Y dices que por fin
conseguiste atrapar por el cuello a
uno de los malandrines, que confesó
que todo estaba preparado por el
señor Polichinela para deshacerse de tu amo? ...
CRISPÍN .-¿Y quién sino él podía
tener interés en ello? Su hija ama
a mi señor; él trata de casarla a su
gusto; mi señor estorba sus planes,
y el señor Polichinela supo toda su
vida cómo suprimir estorbos. ¿No
enviudó dos veces en poco tiempo?
No heredó en menos a todos sus parientes,
viejos y jóvenes? Todos lo
saben, nadie dirá que le calumnio...
¡Ah! La riqueza del señor
Polichinela es un insulto a la humanidad
y a la justicia. Sólo entre
gente sin honor puede triunfar impune
un hombre como el señor Polichinela.
ARLEQUÍN.-Dices bien. Y yo en
mi sátira he de decir todo eso...
Claro que sin nombrarle, porque la
poesía no debe permitirse tanta licencia.
CRISPÍN.-¡Bastante le importará
a él de vuestra sátira!
CAPITÁN.-Dejadme, dejadme a
mí, que como él se ponga al alcance
de mi mano... Pero bien sé que él no vendrá a buscarme.
CRISPÍN.-Ni mi señor consentiría
que se ofendiera al señor Polichinela.
A pesar de todo, es el padre
de Silvia. Lo que importa es que
todos sepan en la ciudad como mi
amo estuvo a punto de ser asesina-
do; como no puede consentirse que
ese viejo zorro contraríe la voluntad
y el corazón de su hija.
ARLEQÍN.-No puede consentirse;
el amor está. sobre todo.
CRISPÍN.-Y si mi amo fuera algún
ruin sujeto... Pero, decidme:
¿no es el señor Polichinela el que
debía enorgullecerse de que mi señor
se haya dignado enamorarse de
su hija y aceptarle por suegro? ¡Mi
señor, que a tantas doncellas de linaje
excelso ha despreciado, y por
quien más de cuatro princesas hicieron
cuatro mil locuras!... Pero,
¿quién llega? (Mirando hacia ta segunda derecha.) ¡Ah, Colombina!
¡ Adelante, graciosa Colombina, no
hayas temor! (Sale Colombina.) Todos
somos amigos, y nuestra mutua
amistad te defiende de nuestra unánime
admiración.