Los muertos: 04

De Wikisource, la biblioteca libre.


Escena III[editar]

DOÑA LIBERATA, LALO y luego AMELIA.


DOÑA LIBERATA.- (Saliendo, con el niño de la mano.) ¡Venga, venga!... ¡Ya verá!


LALO.- (Resistiendo.) No, mamá nata, yo no fui... Fue el chiruso que puso mi cobre en la vía para que lo achatara el trangua...


DOÑA LIBERATA.- ¡Jesús!... ¡Así ocurren las desgracias!... ¡Ah!... ¡Usted no sale más a la puerta!... ¿Me ha oído?...


LALO.- No fui, le digo, abuelita... Pregúntele a papá y verá cómo es cierto. Yo estaba sentadito...


DOÑA LIBERATA.- ¿Tu padre? ¿Dónde lo has visto?


LALO.- En la vereda... Siempre viene allí al almacén... Y cuando me ve, me llama...


DOÑA LIBERATA.- Y vos vas, ¿no?... ¿No te he dicho que no tenés que hacerle caso?


LALO.- Yo no le hago caso, pero él viene ande estoy y... Hoy me dio este níquel, y me dijo que de aquí a un rato me iba a traer un lindo regalo... Y dispués, sabés... dispués me preguntó si quería irme a vivir con él...


DOÑA LIBERATA.- ¿Ah, sí?... ¡Pues cuidadito con que me vuelva a pisar la calle!... ¡No faltaba otra cosa!... ¡Ya lo había maliciao!...


LALO.- Y esto ¿pa quién es?... ¿Pa mí?...¡Ay, qué lindo!... Y botines nuevos...¡Ay!... ¡Pongameló abuelita!... Pa probarlo no más... Dispués me lo saco...


DOÑA LIBERATA.- Sí, hijo... venga acá.


LALO.- ¡Ay, qué lindo!... ¡Qué lindo!... Lo mandó papá, ¿verdad?


DOÑA LIBERATA.- (Desnudándolo.) Este... sí... digo, no... Se lo ha comprado su madre...


LALO.- ¡Ah!... ¿Y con qué plata? ¿Se la dio papá? (AMELIA regresa alegremente, se saca el sombrero, que vuelve a colocar en la caja, se mira al espejo con coquetería y vase desprendiendo el vestido.)


DOÑA LIBERATA.- No sé, curioso... ¡Vean cómo tiene las piernas este puerco!... Venga acá... Los zapatos... así... ¡Pero estese quieto! Ajajá... Ya tiene para corretear bastante, hasta que los rompa... Este pantaloncito le queda muy ancho... muy ancho... habrá que devolverlo...


LALO.- ¡No... mentira!... ¡Me queda lo más bien! ¡Ay, con bolsillos! (Mete las manitas en los bolsillos, muy orondo.)


DOÑA LIBERATA.- Esto es para guardar porquerías...


AMELIA.- ¡Caramba, qué paquete!... ¡Parece un hombrecito!... ¡Cuánto lujo!...A ver, déjeme... Le pondré yo la blusa... ¡Así!... Meta aquí el brazo...no se apure... Así... Lo más mono,¿verdad?


LALO.- Los monos están en Palermo, ¿sabés? ¿Y ahora me llevarás a pasear en coche?


AMELIA.- Ya lo creo...


LALO.- ¿Con don Julián?


AMELIA.- No, señor.


LALO.- ¿Y con papá, sí?


AMELIA.- Ya le he dicho que no se acuerde más de él. Su papá no es su papá,¿sabe?


LALO.- ¿Y quién es mi papá, entonces?


AMELIA.- Bueno, se acabó... Múdese esa ropa y vayasé a jugar...


LALO.- ¡No!... Dejemé un ratito... No lo ensucio...


AMELIA.- Está bien... ¡Largo de acá!


DOÑA LIBERATA.- (Deteniendo al chico.) ¡No a la calle! ¡Qué esperanza! Al patio, si quiere... (Lo conduce hacia la izquierda.)


LALO.- ¿Solito?... En el patio nadie me ve el traje... Deje. Me via portar bien... (DOÑA LIBERATA lo lleva y regresa.)