Los muertos: 16

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Escena II[editar]

DOÑA LIBERATA.- (De vuelta.) Pobrecita... Después dicen que esas mujeres son esto y lo de más allá...


AMELIA.- Así es...


DOÑA LIBERATA.- Bueno, hija. ¿Qué pensás hacer ahora?


AMELIA .- No sé... Temo que haya sucedido una desgracia. Lisandro estaba muy raro, como loco... Quedaron allí, luchando los dos... Quién sabe...


DOÑA LIBERATA.- ¡Oh!... No hay caso que dos hombres en ese estado se hagan daño. Por desgracia, no ha de haber muerto ninguno.


AMELIA.- ¡Mamá, por Dios!


DOÑA LIBERATA.- Se habría acabado todo. Uno en la cárcel y otro en el cementerio.


AMELIA.- ¿Yo... dónde?


DOÑA LIBERATA.- ¿Vos? En tu casa... con tu madre y con tu hijo. Viviendo honradamente, descansando de tanta penuria como has sufrido... Yo te lo advertí... Esta misma tarde te lo estuve repitiendo: No me gusta esta vida... acabaremos mal... mereces algo mejor que ese hombre... Pero vos con tu genio alborotado...


AMELIA.- No, mamá... es que...


DOÑA LIBERATA.- No hables más... Te entiendo...Vas a decirme que tenés derecho a disfrutar de tu juventud y de tu vida... que has sido siempre una víctima... que esto y lo de más allá... No te niego ese derecho; te asiste toda la razón del mundo; pero, mi hija, nada cuesta tener un poco de prudencia. Mira, ahora de cualquier modo, cortas toda relación con ese mocito; dejamos esta casa, vendemos estos muebles y todo lo que no sea indispensable, y desaparecemos; nos mandamos mudar a cualquier parte, a un conventillo. Trabajaremos, yo me conchabaré si es preciso, de sirvienta, todavía tengo fuerzas; trabajaremos para mantener y educar a ese pobrecito hijo, y así la vida, verás cómo no te falta la oportunidad de desquitarte de todos los padecimientos...


AMELIA.- ¡Oh, mamá!... Eso es muy lindo en las novelas. En la vida no pasa lo mismo. Lo haré, sin embargo, aunque tenga que seguir sacrificada. Es preferible...


DOÑA LIBERATA.- Vamos, así me gusta... Verte razonable... Ahora a dormir... Mañana será otro día... ¿Precisás algo?...


AMELIA.- Nada. Muchas gracias.


DOÑA LIBERATA.- (Tomando la palmatoria.) Buenas noches, hija... (Alejándose.) Lo que es ahora, me va a ser difícil agarrar el sueño... ¡Qué cosas éstas, Dios mío!...


AMELIA .- (Sobresaltada.) ¿Eh? ¿Quién abre la puerta?


DOÑA LIBERATA .- (Deteniéndose.) ¿Cuál?


AMELIA .- ¡Dios mío!... El zaguán...


DOÑA LIBERATA.- ¡Ay!... Mal negocio...