Los naranjos
Perdiéronse las neblinas
en los picos de la sierra,
y el sol derrama en la tierra
su torrente abrasador:
y se derriten las perlas
del argentado rocío
en las adelfas del río
y en los naranjos en flor.
Del mamey el duro tronco
picotea el carpintero,
y en el frondoso manguero
canta su amor el turpial;
y buscan miel las abejas
en las pinas olorosas,
y pueblan las mariposas
el florido cafetal.
Deja el baño, amada mía,
sal de la onda bullidora;
desde que alumbró la aurora
jugueteas loca allí.
¿Acaso el genio que habita
de ese río en los cristales
te brinda delicias tales
que lo prefieres á mí?
¡Ingrata! ¿Por qué riendo
te apartas de la ribera?
Ven pronto, que ya te espera
palpitando el corazón.
¿No ves que todo se agita,
todo despierta y florece?
¿No ves que todo enardece
mi deseo y mi pasión?
En los verdes tamarindos
se requiebran las palomas,
y en el nardo los aromas
á beber las brisas van.
¿Tu corazón, por ventura,
esa sed de amor no siente,
que así se muestra inclemente
á mi dulce y tierno afán?
¡Ah, no! Perdona, bien mío;
cedes al fin á mi ruego,
y de la pasión el fuego
miro en tus ojos lucir.
Ven, que tu amor, virgen bella,
néctar es para mi alma;
sin él, que mi pena calma,
¿cómo pudiera vivir?
Ven y estréchame, no apartes
ya tus brazos de mi cuello,
no ocultes el rostro bello,
tímida huyendo de mí.
Oprímanse nuestros labios
en un beso eterno, ardiente,
y transcurran dulcemente
lentas las horas así.
En los verdes tamarindos
enmudecen las palomas;
en los nardos no hay aromas
para los ambientes ya.
Tú languideces; tus ojos
ha cerrado la fatiga,
y tu seno, dulce amiga,
estremeciéndose está.
En la ribera del río
todo se agosta y desmaya,
las adelfas de la playa
se adormecen de calor.
Voy el reposo á brindarte
de trébol en esta alfombra,
á la perfumada sombra
de los naranjos en flor.