Los prados de León/Prólogo
Prólogo
Los prados de León
Félix Lope de Vega y Carpio
Nota preliminar |
Los prados de León
Félix Lope de Vega y Carpio
Los Prados de León iniciaron su genealogía en un don Nuño de Prado, llamado así por haber sido hallado, de recién nacido, por el rey don Bermudo, en un prado «de flores lleno». El rey lo entregó para su crianza a unos labradores, y cuando renunció don Bermudo a la corona en don Alfonso «el Casto», recomendolo muy encarecidamente que recogiese y favoreciese a Nuño del Prado, cuyo misterioso hallazgo le refirió. Nuño, ya mancebo y viviendo aún la existencia patriarcal de los campesinos, se enamoró de la hermosísima Nise, pastora igualmente hallada en abandono, de niña. Nuño de Prado llega a ser el brazo derecho del rey, excitando así las envidias y falsedades de los cortesanos. Se enamora de él la infanta doña Blanca, a la que él desdeña siempre, fiel a su Nise. Infanta despechada y cortesanos envidiosos lo gran persuadir al rey de que Nuño le engaña con los musulmanes. Don Alfonso destierra a Nuño. Pero al cabo todo se arregla. Nise resulta una princesa, hija natural de doña Leonor, tía del rey, y de un conde de Castilla. Y Nuño de Prado, según declara a tiempo el labrador Mendo, que le crió cariñosamente, es nada menos que hermano del rey, hijo del rey Fruela, que lo tuvo con una hermosa aldeana de un pintoresco pueblecillo de poético nombre: Flor. |
Los prados de León
Félix Lope de Vega y Carpio
NISE. Bajar, Nuño querido,contigo destos montes a estas huertas,en el abril florido,a ver las rosas a la aurora abiertas...Ver al junio la frutacolgar de aquestas ramas sazonada,en el invierno enjutala verde pera y carmesí granada,a tu dichoso lado,no es envidioso bien, sino envidiado... En este primer acto, el cortesanísimo Lope nos descubre toda la reacción que producía en su sensibilidad la descansada y sencilla vida del campo, toda la fuerza con que sabe pintar -joyante- los amores y los celos rústicos, los bailes y canciones campesinos, el hechizo íntimo de cada hora en un ambiente limpio en el que el tiempo se desvive con éxtasis, las gracias y los chistes que delatan su ingenio debajo de las palabras torpes. Resulta sumamente interesante el cotejo de los finales del primero y del segundo actos. Al fin de aquél, el rey transforma al villano Nuño en cortesano. Al fin de éste, el rey destierra al cortesano, no sin antes haberle reducido a su condición de rústico. Deja ese traje villano,y toma el de caballero;ceñirte la espada quiero,Nuño, de mi propia mano... |