Máximas que repetía un excelente padre a sus hijos
Presencia de Dios.
Haz lo que hagas.
Busca a Dios en todas las cosas.
Los ojos en el cielo (al acostarte).
Aprende la mortificación, ahora que eres inocente.
No seas curioso sino para ser caritativo.
No disputes ni contigo mismo.
Huye de la distracción como de un grande enemigo.
Ociosidad... ni para descansar.
Busca los amigos entre los de tu estado.
Levántate temprano y tendrás buen humor.
El primer pensamiento para Dios (al levantarte).
Aprende a comer lo que no te gusta, y no busques con afán lo que te gusta.
Deja al mundo detrás de la puerta (al entrar en la iglesia).
Las revoluciones son la cobertura de la impiedad.
Todo lo que te sobra es de los pobres.
Piensa que todo lo que tienes de malo es tuyo, y lo que tienes de bueno, es de Dios.
No maltrates a los animales, que no pueden pedir consuelo para los que sufren.
No digas jamás haré, sino hago; ni iré, sino «voy».
No observes las faltas del prójimo, sino de sus buenas obras.
No mires lo que has andado, sino lo que te falta que andar.
No mires a los que están más alto, sino a los que están más abajo.
En verano piensa en los herreros, y en invierno, en los que recogen la nieve.
No quieras nada, y lo tendrás todo.
No dispongas del día de mañana.
La cera se derrite, y cada gota ¡quién sabe lo que vale! (Cuando tardaba en vestirse para ir al templo).
El callar es azúcar.
Aprovechar el tiempo, que vale el cielo.
No te afanes por gozar.