Método (DEIE)
De méthodos, compuesto de metha (por) y de hodos (vía, camino). Un método es el modo de llegar á un objeto por el camino mas seguro y mas corto de decir ó hacer alguna cosa según ciertos principios y maneras de proceder, reconocidos como verdaderos y mejores que todos los demás: de aquí tienen origen los buenos y malos métodos.
Estos son muy numerosos y los primeros muy raros. ¡Cuantas obras llevan en su portada el titulo de métodos y no lo son! La palabra método supone alguna novedad, algún rasgo de ingenio, alguna invención. Se aplica á una marcha fácil, cómoda y rápida, hacia un objeto propuesto.
El método se toma algunas veces en sentido de colocación, pero esto es cuando se habla de producciones literarias. Entonces significa la disposición de las materias y de los pensamientos en el orden mas conforme á la razón y mas á propósito para facilitar la inteligencia de la obra. Todo discurso, toda obra que carece de método obtiene con dificultad un éxito favorable.
En historia natural, método se emplea muchas veces en sentido de nomenclatura y se dice de las divisiones admitidas para distinguir entre si á los diferentes seres de una misma naturaleza. Este método se llama natural. Cuando las divisiones están fundadas en las relaciones de los diversos seres entre si, y artificial, cuando no se funda mas que en caracteres particulares y convenidos.
El método, con respecto á la enseñanza, designa particularmente el sistema que la sirve de base, la manera de concebirla y practicarla. En esta última aplicación, es en la que debemos extendernos aquí.
Como la educación y la instrucción nunca han tenido una base fija, un punto de partida, un objeto cierto, han variado hasta lo infinito según los tiempos, los lugares, los gobiernos el espíritu dominante de cada época y otras mil influencias. En un principio, la educación fué casi enteramente física como en Esparta. Fué mas intelectual en Atenas y en Roma, pero se confundió en ensueños fabulosos, en abstracciones quiméricas, de que jamás ha salido ninguna utilidad real para el hombre. Desgraciadamente todos los sistemas que se han sucedido después en Europa no han sido mas que pobres imitaciones de aquellos sistemas primitivos. Nada mas rancio, defectuoso, incompleto y que menos esté en armonía con nuestros destinos y necesidades que el resultado de esos débiles ensayos. No es ciertamente por este resultado y si empezando por olvidar casi todo lo que habían aprendido como se han formado tantos hombres grandes. Todos han conocido que era menester para llegar á serlo, continuar la obra de la naturaleza; desarrollar progresivamente su inteligencia como ella desarrolla los seres físicos; generalizar sus estudios y sus ideas como ella ha generalizado sus creaciones; proponerse siempre y en todas las cosas un fin de utilidad positiva, dirigiéndose á él con ardor y perseverancia; este es el gran secreto del talento de todas las notabilidades intelectuales.
Partiendo de estas primeras verdades, creemos que será de la mayor utilidad fijar, explicar y desarrollar los principios que han seguido esos hombres célebres, y hé aquí como hemos formulado lo que llamamos también nuestro método.
En la enseñanza de las ciencias y de las artes, todo método que no se funda en la naturaleza y el destino del hombre es evidentemente malo, y tal es justamente la calificación que merecen los que se han empleado hasta el día. La perfección del hombre es, incontestablemente, su destino, así como su felicidad es su fin y el objeto de todos sus votos. Se marcha hacia la perfección con ayuda de la civilización, especie de sol intelectual que difunde la luz y la verdad por el mundo que recorre en todos sentidos.
La civilización misma tiene por auxiliares la educación, instrucción y enseñanza, y estas tres bases grandes y sólidas de todos los conocimientos humanos se apoyan en la observación, la reflexión, el estudio y el trabajo.
Estas cuatro virtudes ó facultades se alimentan con la vista de los objetos de la creación y todos los conocimientos que producen se encadenan entre si como estos mismos objetos. De aquí nace la necesidad de un estudio de conjunto, antes de pasar al especial ó de detalle.
Observando nuestra naturaleza particular, lo que debemos hacer incesantemente, vemos que el hombre se compone de un principio material, unido á otro principio espiritual muy diferente, aunque es su inseparable. Estos dos principios son el cuerpo y el entendimiento.
Sólidos, fluidos y materia constituyen el principio físico, cuyo desarrollo no importa menos que los progresos del segundo ó principio intelectual, puesto que su correlación es intima y su influencia reciproca. Non est mens sana, nisi in corpore sano. Un entendimiento sano no se encuentra sino en un cuerpo sano; de donde nace la necesidad:
1.º de una educación física, esto es, que proporciona el desarrollo del cuerpo, el aumento de sus fuerzas y agilidad, educación que se funda principalmente en las reglas de higiene, en la gimnástica natural, artificial y profesional, que abraza todos los ejercicios del cuerpo;
2.º de una educación intelectual, cuyo objeto es ayudar, favorecer, activar el desarrollo de las facultades que constituyen la inteligencia del hombre, y hacer para la progresión de la potencia intelectual lo que la educación física emprende para la progresión de la potencia corporal.
Existe en nosotros un tercer principio muy digno también de llamar la atención de las personas que tienen á su cargo la alta misión de educar al hombre, este es el principio del sentimiento moral, cuyo desarrollo es precioso para nosotros individualmente y para la sociedad en general. Los medios de efectuar este desarrollo se encuentran en las luces con que se rodea la conciencia, en los preceptos de la razón y el ejemplo de todas las virtudes.
De que todo desarrollo, toda perfección tiene su base, su punto de apoyo en la organización física y moral del hombre, se deduce evidentemente que esta organización debe conocerse bien, aun cuando hoy no forma todavía parte de la enseñanza común. Casi en todas partes los jóvenes son enteramente extraños á la anatomía que les haría conocer los diferentes elementos de su cuerpo, sirviéndoles de guía para el mantenimiento de su salud. Se les habla muy poco ó nada de la fisiología que les revelaría las importantes funciones de cada uno de sus órganos, de la ideología que les explicaría los fenómenos intelectuales de su cerebro, ese admirable laboratorio de todas nuestras ideas.
A nuestro modo de ver, en la enseñanza, según ha existido hasta el día, se ha cometido un grande error despreciando lo principal por preferir lo accesorio.
Llamamos lo principal de los conocimientos humanos á aquellos que tienen mas importancia real y positiva que los otros; los que interesan inmediata, directamente al hombre y sin cuyo auxilio no puede llegar á su destino: tales son las tres ciencias que acabamos de nombrar, esto es, la anatomía, la fisiología, la ideología y en general la historia natural ó la ciencia de los minerales, vegetales y animales; tales son particularmente la atmosferologia, la física, la química, la agricultura, la industria, el comercio, el derecho, la medicina, la historia, los conocimientos sociales y los viajes en fin; ciencias todas cuyos elementos generales deberían enseñarse en nuestros colegios é institutos, sin oponerse á que cada discípulo profundizase después, siguiendo sus inclinaciones y disposición, una ú otra de estas ciencias que la naturaleza misma determina como principales. Este es el verdadero punto de apoyo.
Las ciencias accesorias, á nuestro parecer, son la mayor parte de las á que se dedica la juventud; la lectura elemental ó el alfabeto de una lengua, la escritura, la gramática, la ciencia de los números ó aritmética, el álgebra, las matemáticas especulativas, el estudio del latín, del griego y de otras lenguas muertas ó vivas. No hay duda que estos conocimientos son útiles, indispensables, si se quiere, pero como accesorios, como instrumentos, como medios. Son las llaves de un tesoro; estas se ponen á nuestra disposición, al paso que se nos oculta el tesoro para que no podamos satisfacer nuestras necesidades. El griego y el latín nos ponen en estado de saber lo que han pensado los antiguos, pero no nos enseñan á que pensemos nosotros; nos descubren el origen de las palabras cuando lo que debemos conocer son las cosas. La lectura, la escritura, las cifras, el álgebra no ofrecen mas que signos, no sirven mas que para fijar nuestras ideas, para darles, digámoslo así, un cuerpo. En una palabra, estas ciencias y aun la gramática no son mas que instrumentos. Luego ¿qué se pensaría de un arquitecto que pusiese en manos de sus obreros la escuadra y el compás, sin iniciarlos en la práctica de la construcción ? No hacemos otra cosa en la enseñanza y erramos de medio á medio, pues que perdemos continuamente de vista las indicaciones de la naturaleza. Qué nos enseña ella primero? á leer, á escribir, á contar, á hablar latín ó griego ? No ciertamente; empieza por hacernos ejercer el sentido de la visión, á ver; á hacer uso del sentido auditivo, á oír; á juzgar por el gusto y el olfato de la mala ó buena calidad de los alimentos que están destinados para nuestro sustento, para nuestra conservación, á tocar, en fin, para que podamos rectificar los errores que pudieran hacernos cometer los otros sentidos.
La facultad y la posibilidad que tenemos de alcanzar con la vista una inmensa cantidad de objetos naturales y la necesidad que sentimos de conocerlos, no son para nosotros una invitación que nos obliga á estudiarlos? La naturaleza es el gran libro que debemos recorrer y hojear constantemente. El universo es el dominio del hombre. Pero, ¿qué puede pensarse de un propietario que ignora completamente la naturaleza de sus fincas, su conjunto, sus detalles, su extensión, sus limites, las influencias atmosféricas á que están sujetas, la naturaleza y la calidad de las aguas que las riegan, sus diversas producciones y sus usos? Este propietario no es otra cosa que el estudiante á quien nuestra educación truncada y nuestra enseñanza incompleta, privan del estudio de las ciencias naturales.
El mejor método de enseñanza, á nuestro juicio, es el que continúa la obra de la naturaleza, esto es, el que, sin circunscribirse exclusivamente, como se hace, á las ciencias accesorias ó instrumentos científicos, no se ocupa de ellas mas que lo que es necesario para poder abordar, estudiar con buen éxito y en grande todos los objetos exteriores que nuestros sentidos someten á nuestra razón, siendo así nuestros primeros maestros. Se olvida con demasiada facilidad cuan propio es este estudio primitivo y principal para fecundizar el pensamiento y la imaginación, cuánto alimento y fuerza presta á uno y otra. Sin este estudio de los objetos naturales y exteriores, al que se viene á parar aunque demasiado tarde, el pensamiento es estéril y el progreso imposible. Los objetos físicos son el manantial, la base de las ideas morales ó abstractas; el que ha visto y observado poco, tiene también pocas ideas. así se explica el por qué se ven tan pocas composiciones literarias de algún valor salir de las plumas de los estudiantes de nuestras clases. Sus cerebros, tiernos aun, están atestados de palabras, de preceptos, pero vacíos de cosas, de hechos y por consiguiente de pensamientos.
Dirásenos, acaso, que las ciencias que queremos hacer entrar en la enseñanza son demasiado numerosas para que se puedan introducir con fruto, á lo que responderemos, que no fijamos limites al estudio del hombre porque la naturaleza no los ha señalado á sus producciones ni á sus progresos. Si no puede profundizarse todo, al menos puede hacerse su análisis. Todos aquellos á quienes se condecora con el titulo de genios pueden atestiguar esta verdad.
Si no se puede profundizar todo, no es una razón para tener en el olvido las ciencias mas importantes, las que preparan una transición natural á las principales ocupaciones de la vida, las que sirven, en cierto modo, de piedra de toque para descubrir los gustos de la juventud y sus disposiciones para tal ó cual profesión. Por otra parte lo que no puede hacerse en cinco años podrá hacerse con facilidad en diez ó mas si necesario fuese. ¿No tienen los jóvenes para completar sus estudios el espacio considerable de catorce años, desde los seis de su edad hasta los veinte? Empleando debidamente este tiempo, será mas que suficiente para poseer los elementos generales de las ciencias, si se saben distribuir bien los estudios, si se restringe un poco el del latín y el griego; si siguiendo una oportuna rotación se cuida de sustituir sucesivamente á los elementos que se han adquirido de una ciencia los de otra ignorada aun, cuidando de indicar bien sus puntos de contacto, su correlación; porque en todas las ciencias, repetimos, todo se une, se traba. Las distinciones que hemos hecho entre ellas son arbitrarias; no son mas que medios facticios que se emplean para acudir al socorro de nuestra debilidad intelectual. Son como unos senderos trazados por la comodidad del propietario en un bosque virgen, antiguo como el mundo, y sin acceso trazado por la naturaleza.
El exceso de la verdadera ciencia no es temible. Por prodigiosas que sean las investigaciones de nuestros sabios, cuantas cosas no quedan por explorar, por descubrir, ó mejor, qué es lo que sabemos? "Hace treinta años, decía Montesquieu, que trabajo en un libro de doce páginas, que debe contener todo lo que sabemos sobre la metafísica, la política y la moral y todo lo que los mas célebres autores han olvidado en los volúmenes que publicaron sobre estas ciencias." Hubiera podido, sin exceder de su plan, comprender en él otras muchas, especialmente las que se ocupan de los orígenes y de las causas primitivas. Qué significaba este chiste de tan célebre ingenio? Proclamaba explícitamente que la perfectibilidad de la especie humana es indefinida. Sus progresos no tendrán otro término que la duración del globo en que Dios nos ha colocado; no puede retrogradar.
El análisis y la síntesis son dos medios poderosos de acelerar su marcha en todas las cosas; el análisis, que consiste en dividir un todo en muchas partes que pueden subdividirse aun; el análisis, que empieza por la masa y desciende de descomposición en descomposición; la síntesis que procede de un modo contrario, que pasa de lo simple á lo compuesto, que parte de principios establecidos como ciertos de los que deduce consecuencias; la síntesis, en fin, que reúne las partes divididas para formar con ellas un todo.
Un buen método de enseñanza es el que se apoya en estas dos bases sólidas; que utiliza todos los medios de aumentar los conocimientos de los que estudian; que emplea para esto la vista, el oído, el tacto, la observación, la meditación, la comparación, el estudio de los objetos físicos y morales, el de las artes, de las acciones del hombre; en una palabra, que une cuanto es posible el ejercicio á la teoría y que es á la vez práctico, analítico, teórico y sintético.
A estos principios generales y á los que hemos sentado ya en el artículo ENSEÑANZA, debemos añadir los siguientes que debemos al célebre Pestalozzi y que están fundados en la marcha de la naturaleza, de que no debemos nunca apartarnos:
1.º Tratar de desarrollar y fortificar el espíritu de observación de los niños y los adolescentes, llamando continuamente su atención sobre los objetos que los rodean, dirigiéndola constantemente á un fin útil para ellos y sus semejantes, dejando para los fanáticos los estudios puramente especulativos.
2.º Cultivar la inteligencia, siguiendo un camino que ponga al discípulo en estado de descubrir por si mismo las reglas, los motivos, los principios de lo que se le enseña. "No se posee bien, dice Baccon, mas que lo que encuentra uno por si mismo."
3.º Proceder siempre de una cosa conocida á otra desconocida; de lo simple á lo compuesto; graduar las dificultades y seguir una progresión establecida, de tal modo que el que aprende apenas pueda notar los grados que va adelantando; no anticiparse á sus conocimientos suponiéndole ideas que no tiene y que no puede tener.
4.º Evitar todo mecanismo, toda rutina, haciéndole conocer el fin y la razón de todo aquello en que se le ocupa; presentarle siempre los hechos, ayudándole á deducir las reglas.
5.º Interesarle constantemente en el trabajo que de él se espera, manifestándole lo útil que puede serle en lo futuro; hacerle, digámoslo así, tocar con el dedo todas las verdades provechosas, señalándole los errores y los escollos de que debe apartarse.
6.º No confiar á su memoria mas que lo que ha entrado en el dominio de su inteligencia, porque no puede aprovechar mas que lo que se ha comprendido; hacer de modo que pueda darse cuenta á si mismo de todo lo que sabe y del partido que de ello podrá sacar.
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