Mano Santa: 7
Escena VI
[editar]- Dichos y DOÑA EDUARDA.
EDUARDA. -(Abalanzándose.) ¡No me diga! ¿Dónde está mi pobre hija?... Ya me han contado en el patio todo el escándalo... ¡Luisa querida!... (Le tiende los brazos.)
MARÍA LUISA. -¡Ay, mamita de mi alma! (Se le echa al cuello.)
EDUARDA. -(A CARLOS.) Ahí tiene su obra.
CARLOS. -(Alejándose.) ¡Hum!... El asunto se complica ahora... No podría haber venido esta señora más oportunamente...
EDUARDA. -Cálmese, hijita... No me cuente nada porque todo me lo han dicho las vecinas... Cálmese, séquese esas lágrimas, acomódese el pelo y en seguida nos vamos a casa. Bien le decía yo que ese hombre no era bueno.
MARÍA LUISA. -(Más tranquila, ante el espejo.) Ay, cómo tengo esta cabeza... desgreñada...
EDUARDA. -Pues arréglese y en marcha... Usted no debe estar un minuto más en esta casa...
MARÍA LUISA. -(Arreglándose ante el espejo y con voz entrecortada.) Ya lo sé... ¡Qué desgracia!.. Quién hubiera creído, después de tanto tiempo de vida feliz... Y yo que lo quería tanto...
EDUARDA. -Así paga el diablo a quien bien lo sirve...
MARÍA LUISA. -Si yo le hubiera dado algún motivo, el más insignificante motivo, disculparía todo... Pero, nada, mamá, nada... Ni esto... Tuvimos una peleíta y porque yo quise irme para su casa... ¡Zas!...
EDUARDA. -Hijita, lo que es ahora perdé cuidado... Saldrás con tu madre y veremos si hay quien se atreva a impedirlo...
CARLOS. -Si alude a mí, señora, puede estar tranquila. María Luisa tiene razón: la he ofendido gravemente, y si no me perdona, es muy dueña de disponer de su voluntad...
MARÍA LUISA. -Ya lo creo que me has ofendido...
CARLOS. -No lo niego, hijita, confieso mi culpa... pero al mejor lo pongo en mi caso...
EDUARDA. -¿Qué le ha hecho? ¿Vamos a ver? ¿Qué le ha hecho ella?
CARLOS. -No pienso discutir, señora... menos con usted... Decime, María Luisa: ¿no he sido siempre bueno, leal, condescendiente, amable, afectuoso, cariñoso contigo? Respondé...
MARÍA LUISA. -No sé.
CARLOS. -Sí que lo sabes muy bien... Constituíamos un modelo de afinidad y convivencia, el hogar más feliz, cuando de repente sin saber cómo, ni por qué, empiezan a brotar incidentes y conflictos en la casa... malos gestos, caprichos, celos...
MARÍA LUISA. -Bien sabes que estaba enferma...
CARLOS. -Hasta eso... ¡enfermedades imaginarias!... Y yo con toda paciencia, soportándolo todo... Vea, señora, cómo no le miento... Este es el almuerzo que me esperaba hoy; no lo he tocado. Este, esta porquería y servido así... (Pausa.) La bomba estaba cargada y estalló por el peor de los lados... (Lentamente.) Y sucedió lo que sucede siempre... unas palabras... una duda... un lío... (como rectificándose.) Sí, un lío estúpido, ¡estúpido!... y... todo lo demás...
EDUARDA. -Podrá ser cierto lo que usted dice, pero nunca hay razón para apalear a una mujer indefensa... y delante de todo el mundo...
MARÍA LUISA. -Eso no... No exageres, mamá... Me pegó así, despacito en el cuello...
CARLOS. -(Animándose, aparte.) Parece que mejora mi causa...
EDUARDA. -Fuerte o despacio, la vergüenza es la misma. ¿Estás pronta?... Vámonos de esta casa...
MARÍA LUISA. -(Vacilante.) ¡Sí, señora!... Nos vamos... pero... espérese... creo que dejo algo...
EDUARDA. -Ya lo mandaremos a buscar... Vamos... (Secamente a CARLOS.) Servir a usted...
MARÍA LUISA. -(Volviéndose.) Ah... Mañana vendrán a buscar mis cosas...
CARLOS. -No te incomodes... Te las mandaré...
EDUARDA. -(Desde la puerta.) Apurate, muchacha...
MARÍA LUISA. -Vaya caminando que ya la alcanzo... (A CARLOS.) Ah... Y para que se convenza, ahora vendrá doña Lina a decirle dónde íbamos... (Se va sin volverse.)
CARLOS. -Está muy bien, señora... (Cuando la ve trasponer la puerta.) ¡María Luisa!
MARÍA LUISA. -¿Qué?
CARLOS. -Podríamos darnos la mano, siquiera...
MARÍA LUISA. -¡Ah! ¿La mano? ¡Bueno!...
CARLOS. -(Atrayéndola.) Y... si me perdonaras...
MARÍA LUISA. -(Efusiva.) ¿Me perdonarías tú...? (Se estrechan y se besan.)