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Manojo de zarsas/En el café

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En el café

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Y aquel amigo me contó tu historia;

negra historia de horribles liviandades,

que hoy viven azotando mi memoria,

como azotan al mar las tempestades.


Me habló de tus sonrisas y miradas,

de tus abrazos mudos y tus besos,

y de todas las vivas llamaradas

de tu amor... y también de sus excesos.


¡Pobre amigo inocente, no sabía

que cuando estaba de su amor hablando,

las puertas del infierno me entreabría;

me estaba el corazón despedazando!


–¿No la conoces tú? –me dijo al cabo?

–¡Tan hermosa! Tan dulce! Tan ardiente!

Y yo q' he sido de tu amor esclavo,

–No –respondí con voz desfalleciente,


Y en tanto que llegaban, como tropa

de aves enfermas, los recuerdos gratos

de tus caricias en la noche aquella,

–¡Por ella...! –dijo– y levantó su copa

–¡Salud... por ella...! ¡Por tan dulces ratos!

Yo alcé mi copa y murmuré: «¡Por ella...!»


Mas, como viese en esta

vez, mi amigo bizarro,

humedecerse mis pestañas, fijo

en mi faz, ¿Lloras? –dijo–

y yo exclamé: «¿No ves que me molesta

el humo que despide tu cigarro?»