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Mayo (Alarcón)

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Mayo
de Pedro Antonio de Alarcón


I: Alegorías

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«Marzo airoso y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso.»

Estamos, pues, en pleno mayo.

Floreal lo llamaron los convencionales franceses. Y, en efecto, mayo es el verdadero, el genuino mes de las flores, mal que les pese a los panegiristas de marzo y abril.

¿Qué importa que la Primavera comience en marzo? ¡La Primavera de marzo, a pesar del Equinoccio y de la Medicina legal, no pasa de ser una mocosa de doce años, zanquilarga, flacucha, de brazos como palillos de tamborilero, y de talle desgarbado y enjuto, al modo de rama inverniza en que apenas se han hinchado algunas yemas! Y en cuanto a la Primavera de abril, viene a ser a lo sumo una polla de quince, recién puesta de largo (y no sin motivo), pero encogida y recelosa todavía, como las plantas que no se atreven a decir «¡allá voy!», por temor a que vuelvan las escarchas y los hielos...

¡Cuán otra es la Primavera de mayo! La Primavera de mayo es una mujer..., ¿qué digo una mujer?, ¡es una diosa, es una ninfa, es todas las ninfas juntas; es una Primavera de veinte años! Mirad. ¡Todo el campo es orégano! ¡Todo ha germinado, todo ha florecido; y como si las flores no bastasen a la felicidad de la buena moza, hay hasta frutos en algunas matas y en algunos árboles! Hay, por ejemplo, fresas (esos capullos comestibles); y no sólo fresas, sino fresones, que es más. Y hay cerezas de color de labios, y jugosos albaricoques que están diciendo «comedme», y unos manojos de espárragos semejantes a manojos de pinceles, con los cuales se hacen primores a la aguada, al óleo y al vinagre.

Dicho se está que todo esto varía según las latitudes. Tetuán, Nápoles y Málaga cosechan flores campesinas desde mediados de enero, mientras que en Inglaterra, en Dinamarca y en Rusia no corre la savia hasta mucho después de proclamarla oficialmente la Primavera en la Eclíptica y en el Calendario. La altura barométrica es también causa determinante de estos fenómenos, y así vemos que en las cumbres de algunas montañas reina todavía el Invierno cuando en los valles contiguos es ya casi Verano. Pero tales inexactitudes y faltas de formalidad no afectan nunca a mayo, sino a los mencionados marzo y abril, y aun a febrero y enero. Ni ¿qué mucho? ¿Acaso no hay en América y en Asia mujeres núbiles de doce, de once y hasta de diez años? ¿No las hay en Suecia y Noruega vestidas de corto a los diecisiete, saltando a la comba o jugando al corro en los paseos públicos, e incapaces de Sacramentos, como el otro que dijo? ¡Pues lo mismo sucede con las plantas!

Repetimos que nada de esto ocurre en mayo. Mayo es mayo en todas partes. En mayo ¡hasta las piedras, hasta los hielos verdeguean, o florecen sin verdeguear! Sí, señor; las duras peñas lucen este mes renovados musgos o, cuando menos, un liquen llamado geográfico, primer grado de la vegetación; y en cuanto a los hielos, y a la misma nieve, producen en las regiones polares ciertos fresales amarillentos y líquenes incoloros que sólo se nutren del aire, o sea del aliento vivificante de Flora, como los camaleones y los verdaderos poetas.

Algún partidario de la Primavera de junio (dado que los hubiese) podría atajarnos aquí, diciéndonos que también mayo tiene sus revoluciones, por resultas de las cuales algunos años se comen las cerezas a la lumbre. Es muy cierto; pero, en primer lugar, nótese que se comen cerezas (prueba evidente de que las hay), y, en segundo lugar, la anomalía a que ese proverbio se refiere consiste en que cuando marzo mayea, mayo marcea, refrán que enseña que la excesiva precocidad es tan morbosa para los vegetales como para los humanos.

«Flores de almendro

que brotaron temprano,

se helaron presto...»


dijo hace años Antonio Trueba...; y ya había dicho el Glocester de Shakespeare, señalando a sus sobrinos: «Estos niños tan precoces viven poco...» Verdad es que aquellos niños no se murieron, sino que fueron asesinados por su bárbaro tío; pero con todo, bueno será que vuestros hijos y sobrinos no mayeen en marzo, a fin de que en mayo no marceen hasta el punto de tener que tomar aceite de hígado de bacalao, jarabe de pino marítimo y sopa de rabo de buey.

Para concluir con la parte alegórica, diremos ahora que griegos y romanos pintaban a mayo como un hombre hecho y derecho, vestido con ancha túnica de larguísimas mangas, el cual tenía en una mano un canastillo lleno de flores, y en la otra una flor que se llevaba a la nariz, en tanto que a sus pies hacía la rueda un pavo real, símbolo de la variedad de colores con que la Primavera esmalta los campos. Después fue costumbre ponerle a nuestro protagonista un vestido verde rameado de flores, un ramillete en una mano, y en la otra el signo de Géminis, representado por los gemelos Cástor y Pólux.

Salvo el debido respeto a la Mitología helénica, convengamos en que ambos trajes son de pésimo gusto. Con el moderno, o sea con el vestido verde y los dos mellizos en brazos, el pobre mes de las flores más parece un ama de cría que un dios; y con la túnica de las mangas perdidas, el canastillo y la flor cerca de la nariz, nos recuerda a los afeminados judíos que venden católicos dátiles de Elche, diciendo que son de Berbería.

Indudablemente, los grandes artistas de la antigüedad pagana no eran tan felices para vestir a sus héroes como para desnudarlos. Y es que cada arte tiene su esfera peculiar de acción. Las ropas se han hecho para la Pintura, y el desnudo para la Escultura. El Apolo del Belvedere, la Venus de Médicis, el Hércules de Farnesio, el célebre torso debido a Fidias, y singularmente, la parte desnuda de la hermosísima Venus de Milo, valen más que todos los pliegues y partidos de paños habidos y por haber. ¡Y cuenta que nadie ha podido aventajar a aquellos sublimes escultores en la graciosa sencillez y noble sobriedad de líneas con que dibujaban las ropas! Pero ¿qué valen estas ropas comparadas con lo que procuran no tapar, sino acusar?

Desnudemos, pues, nosotros a mayo por vía de reparación, y presentémoslo en público con su belleza natural y propia; o, por mejor decir, olvidemos un momento las Metamorfosis de Ovidio, para acordarnos de las Geórgicas de Virgilio; prescindamos de las ficciones del Arte, y admiremos las verdades de la Naturaleza.


II: Agricultura, viticultura, apicultura, etc., etc.

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En mayo, los animales más ilustres (el caballo, el jumento, el buey, etc., etc.), dejan su acostumbrado pienso, y toman a todo pasto forraje verde: lo mismísimo que las personas del Mediodía de España, para quienes principian también en este mes las grandes ensaladas y los gazpachos.

Ítem. «Salen de su cuidado las vacas más tardías, y se puede ordeñar a las tempranas, sin consideración alguna a los terneros...» dicen textualmente los autores que tenemos a la vista). Y, a la verdad, las amas montañesas hacen lo propio, según consta de la siguiente imprecación que les dirigimos al visitar su tierra:

«¡Oh cálculo ruin! ¡Sólo provecho

buscando en el amor, franco de porte
abren a estos gaznápiros el lecho,

y, sin que el hijo luego les importe
anuncian leche fresca en el DIARIO

a las bellas madrastras de la corte!»


Mayo es también el tiempo mejor para hacer la manteca y el queso. En cuanto a la leche, ya sabréis el refrán: «La de abril para mí; la de mayo para su amo; la de junio para ninguno.»

Otrosí: en mayo se comienza a engordar los cerdos (bien que no a cebarlos todavía...) ¡Los cerdos, esas despensas ambulantes! Se siembran las legumbres de otoño, o sea las últimas esperanzas del año: esperanzas feroces, como las del que se casa en terceras nupcias; se plantan los árboles resinosos, se recoge la resina de pinos y abetos; es decir, que se les sangra... como hay que sangrar también a las bestias («para evitar que tengan ataques cerebrales», dicen los mencionados autores); se reconocen las tinajas y las cubas por medio de la catadera, a ver si el vino se halla en buen estado o necesita azufre; se limpian y preparan silos y graneros para encerrar la próxima cosecha de cereales; celebran sus bodas las abejas nuevas, para quienes aun sin este motivo, hubieran sido de miel todas las lunas de su vida; y, finalmente, se decide en consejo de familia si los becerros han de seguir la carrera de bueyes o la de toros.

Por lo demás, ésta es la época en que las tórtolas no son viudas (¡alguna vez no han de serlo!); en que las palomas cantan sus mejores dúos; en que las mariposas salen del colegio y se lanzan al mundo buscando luces en que abrasarse; en que las moscas reaparecen en nuestras casas, cual si hubiéramos mejorado de fortuna; en que los cínifes principian a hacernos compañía toda la noche, tocando el octavín para que no nos durmamos, y en que otros semovientes, todavía más diminutos, le demuestran al que vive en casa de pupilos aquella gran verdad de que «no hay enemigo pequeño».


III: Genealogía

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Hablemos ahora un poco del abolengo de nuestro héroe.

Mayo es el Maïus de los romanos, y llamábase así (a juicio de Ovidio, Ausonio y otros peritos) por ser el mes consagrado a los viejos (majores).

Otros aseguran que el nombre de mayo proviene de Maia, o Maya, una de las Pléyades, hija natural de Atlas y de Pleyone, barragana de Júpiter y madre de Mercurio.

El que quiera honra que la gane. Nosotros hemos tenido que dar tantas señas para que no se confunda a esa Maia con otra cuya condición y atribuciones eran también aplicables a la Primavera. Aludimos a la Maia o Maya de la mitología india; diosa casada alternativamente (según los Vedas) unas veces con Brahma y otras con Siva (que el Registro civil de los dioses falsos no está muy claro en ningún pueblo), de la cual dice uno de sus biógrafos estas peregrinas especies: «Maya es la Naturaleza divinizada; la madre universal de todos los seres; el principio fecundador femenino y pasivo; y como el mundo no es más que apariencia e ilusión, Maya, madre del mundo, es también la madre de las ilusiones, o la ilusión personificada.»

Convengamos en que un filósofo alemán de nuestros días no se hubiera explicado con más claridad ni con mayor frescura. Nihil novum sub sole..., ni super solem!

Demás de esto, mayo es el Zif, Ydar, o Yiar de los hebreos, el Djiaichtha del año indio, el Pachon o Hércules de los egipcios (que principiaba el 20 de nuestro abril, como el Floreal de la Convención), el Beschanschs de los coptos cristianos de Egipto, el Scharir-Mah de los persas, el Sene de etíopes y abisinios, el Dsjummada-el-anual árabe y turco, el Hermeus (o de Mercurio) del año beocio, el Aphrodisius (o de Venus) del año bitinio, el Artemisius (o de Diana) del año lacedemonio y macedón, el Apogonios del año de Chipre y Pafos, y el Thargelión del año ático, o griego por excelencia. Así resulta de nuestros libros, que no sabemos si estarán equivocados.

A propósito del Ática: Los fastos de mayo en aquel pueblo eran, entre otros, los siguientes:

  • Día 1. Fiestas de la Luna nueva. Sacrificio a Hécate.
  • Día 2. Nacimiento de Apolo.
  • Día 3. Nacimiento de Diana.
  • Día 8. Fiesta de Teseo.
  • Días 22, 23 y 24. Sesiones del Areópago.

¡Es decir, que el mundo ha sido siempre el mismo!

Finalmente, en la antigua Roma, el 11 de mayo estaba comprendido entre los días nefastos, y era considerado como de mal agüero para casarse...

¡Mucho ojo!


IV: El mayo español

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Conque vengamos ya a nuestro mundo, a nuestro tiempo, a nuestra patria, a nuestra religión.

Mayo es el mes triunfal de España.

Empecemos porque todo él «está dedicado a María, como Madre del Amor Hermoso y Reina de todos los Santos». (Palabras textuales del Año Cristiano.)

¡Y a fe que da gloria ver nuestras iglesias, desde la más chica hasta la más grande, adornadas de blanco y azul, y llenas de flores, para celebrar el Mes de María o las Flores de María, poéticos nombres de tan dulce festividad!

Pero donde hay que admirar especialmente este culto es en el hogar doméstico. En cada casa hay un altarito, erigido sobre una mesa, sobre una cómoda o sobre un arca, por la madre de familias, y adornado diariamente con flores frescas, que el marido compra en la calle de Sevilla o en la plazuela de Santa Ana, aunque sea brigadier de caballería o ministro del Tribunal Supremo. Llegada la hora de la función (que generalmente es de tres o cuatro de la tarde), la señora de la casa oficia como sacerdote; los hijos y las hijas sirven de diácono, subdiácono y acólitos; las criadas hacen de fieles; el criado de caniculario, y el ama de cría, en su calidad de señora de vidas y haciendas, preside el coro a guisa de deán o de obispo. Todos y todas hablan en latín siempre que lo marca el Ritual. Cuando vuelve el esposo (que ha cumplido con llevar las flores y no ha asistido a la función), el aire huele a cera y aun a incienso; los niños han dado mejor día a su madre; las criadas no han reñido entre sí, y hasta el mismo caniculario ha hablado bien del Gobierno. En fin, toda la casa, y particularísimamente la piadosa mujer que ejerce en ella el cargo de sacerdotisa de la Virgen, respiran santidad, paz y alegría. ¡Gratos e inocentes regocijos! ¡Muchos de ellos nos dé Dios en nuestros hogares! ¡Muchos le proporcione a nuestro pueblo! ¡Muchos a nuestra alma!

Además, de esta fiesta, que dura todo el mes, hay en mayo varias otras.

Verbigracia: el día 1 es San Felipe y Santiago, fecha en que los vencejos y aviones entran en Andalucía en busca de sus nidos del año anterior, situados, por lo regular, debajo de las canales de los tejados. No confundáis a estos pájaros tristes y feroces con las santas e inviolables golondrinas. Respetadlos, sin embargo, pues no se alimentan ni de trigo ni de fruta, sino exclusivamente de dañinos insectos que andan por el aire. Los vencejos no bajan nunca a la tierra; no pueden; les falta fuerza propia para remontarse de nuevo: se parecen a los favoritos a quienes se dan muchas alas, los cuales, el día que vienen a tierra tienen que morirse en un rincón sin poder hacer nada por sí mismos.

El 2 de mayo... (su nombre lo dice), es el DOS DE MAYO, el gran día histórico de Madrid. «Luto de corte», reza el almanaque. ¡Sí!..., pero el luto debe ser mayor en Francia. El 2 de mayo de 1808 le costó a Napoleón el Imperio, y claramente lo veía y lo decía él en Santa Elena. Daoíz y Velarde dieron a España la señal del heroísmo, y España se la transmitió a Europa. Nuestros padres demostraron al mundo que el coloso era vencible: Bailén fue anterior a Leipzig: Zaragoza sirvió de ejemplo a Moscú.

Pues ¿qué diremos de Murat, del Aquiles de Francia? ¡Siete años después del horrendo crimen con que manchó su historia en las calles de Madrid; siete años después, día por día, hora por hora, el 2 de mayo de 1815, perdió su última batalla, la batalla de Tolentino, y a los pocos meses, el que desde hijo de un posadero había llegado hasta rey de Nápoles, murió fusilado en la mayor soledad y abandono, como feroz bandolero cuya cabeza ha sido pregonada.

De otro día glorioso para España es aniversario el 2 de mayo. En 1866 nuestra Marina demostró al mundo que los héroes de Trafalgar habían dejado dignos herederos, y que no siempre la fortuna niega al valor la palma de la victoria. Méndez Núñez en El Callao (insigne plaza que se defendió bizarramente hasta donde pudo) es una de las figuras más grandes y más hermosas de los anales patrios, y no sólo él, sino todos sus ilustres compañeros de aquel día ganaron allí un puesto que nadie podrá disputarles en el templo de la inmortalidad.

Pero sigamos nuestra humilde enumeración de las fiestas de mayo.

El día 3 es la Invención de la Santa Cruz, o sea la Cruz de Mayo, como la llama el vulgo, los altares que ponen todos los niños de España, desde el hijo del prócer hasta el hijo del portero, desde la campesina que vive en humilde cortijada, hasta la heredera del duque que habita en Madrid palacio suntuoso; las buenas mozas que en lugares y aldeas se visten todavía de Mayas o reinas, para presidir desde lo alto de una mesa, convertida en vistosísimo trono, el baile y jaleo de tal o cual Cruz, donde hay cada borrachera y cada puñalada que canta el misterio; la nube de niñas muy lavadas y peinadas, cada cual con una bandejita en la mano y su rosa detrás de la oreja, que se os acerca en todas partes, en la escalera, en la portería, en la acera, en el arroyo, en el paseo, en el camino real, haciéndoos reír y sacándoos el dinero con aquellas vocecitas de ángel, con aquellos discursos, con aquellas monadas y con aquel enredarse en vuestras piernas hasta no dejaros dar paso: todo esto, y el origen de tales costumbres y el grado de solemnidad a que llegó la cosa en los siglos XVI y XVII, y las señales de ello que se advierten en nuestra literatura de aquella época, nos darían asunto para escribir muchas páginas si dispusiéramos de lugar para tanto. No siendo así, os remitimos a la preciosa comedia de nuestro contemporáneo Antonio Hurtado, titulada La Maya; comedia que parece escrita por Rojas, y donde encontraréis un artístico resumen de todo lo concerniente a este popularísimo día.

El 15 es San Isidro Labrador, patrón de Madrid, y San Torcuato, patrón de Guadix. Dejamos para mejor ocasión la pintura de las fiestas de nuestro pueblo natal y en cuanto a la de Madrid, sólo diremos, por vía de índice, que el día de San Isidro es el día de la pradera, del cerro, de los frasquetes, de las rosquillas, del peleón, de las mantillas blancas, de los toros, de las acacias, de lo que resta de manolos y manolas, de los grandes trenes a la calesera, de la nobleza revuelta con el pueblo, y de los corchetes aporreados a mansalva; el día de Goya, en fin, y esto lo dice todo.

El 22, Santa Rita de Casia, abogada de imposibles. (¡Según sean éstos, pues a Werther no lo hubiera patrocinado la santa!) Novenas matutinas en Andalucía, para ir a las cuales estrenan las muchachas casaderas vestidos veraniegos, procurando agradar a los jóvenes de proporciones, sin miedo alguno a que éstos les hagan luego padecer los variados tormentos que padeció Santa Rita bajo el poder de su marido.

Pocos días antes o pocos días después, pero siempre un jueves de mayo, la Ascensión del Señor. Misa de hora. Se van acabando los cumplimientos de Iglesia...

-¡Mira, hombre, que es menester que vayas a confesar!...

-¡Mujer, descuida, que queda tiempo!

-No queda: del domingo en ocho es Pascua florida.

-Bueno, mujer..., ¡iré!

-Pero ¡que lo confieses todo!...

-Todo.

-Y que me traigas la cédula de comunión...

-Traeré la cédula.

-Y que sepa yo luego cuánta penitencia te han echado...

-Lo sabrás.

-Y que hagas propósito de enmienda...

-Lo haré.

-Y que cumplas la penitencia y el propósito...

-Todo lo cumpliré, Josefa, no tengas cuidado; ¡pero hazme el favor de no referir a nadie ninguna de estas cosas, pues diría la gente que me tratas como a un doctrino!

Día 30, San Fernando. Grandes suspiros y lamentaciones en casa de los antiguos covachuelistas, que echan de menos al memorable reinado del señor don Fernando VII.

Día 31: «Aniversario por las almas de los que han fallecido (lo copiamos literalmente de un calendario progresista) en la gloriosa lucha de la libertad contra la tiranía.»

Y pare usted de contar. Se acabó el mes. Sin embargo, debemos advertir que aún comprende otras muchas funciones de iglesia, sobre todo Letanías o rogativas, entre las cuales hay una (la Lauretana o de la Virgen) que es lástima no esté en castellano, pues ningún corazón piadoso la oiría sin profunda emoción. Aquellos requiebros a María (Estrella de la mañana, Rosa mística, Puerta del Cielo, Torre de David, Casa de oro, etcétera, etc.) componen un ramo de flores más frescas y olorosas que todas las de los vergeles de mayo.

En resumen: aun después de suprimida por N. S. P. Pío IX, a petición del partido moderado (suum cuique), la mitad de los días de Misa que tenía el año en España, son tantas las funciones de iglesia de este mes, que todavía puede decirse aquello de Mayo mangonero, pon la rueca en el humero; refrán antiguo que censuraba las muchas mangas de parroquia que salían a la calle en mayo, y el poco tiempo que les quedaba a las mujeres para hilar.


V: Mesa revuelta

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Podríamos hablar ahora de los Campos de mayo, o grandes asambleas guerrero-político-religiosas que celebraban en este mes los antiguos francos; de cómo la dinastía napoleónica las ha plagiado luego en el Campo de Marte y en los campamentos de Châlons; de los célebres Cuadros de mayo, que durante muchos siglos presentaron los plateros de París en la catedral de Notre-Dame; del Árbol de mayo o el Mayo a secas (árbol majalis), que se planta todavía a la puerta de la casa de las doncellas a quienes se quiere agasajar, adornándolo con cintas, flores, dulces y otros obsequios, y de cómo Napoleón el Único falleció el 5 de mayo, título de la famosísima oda de Manzoni...

Diríamos también (para que esta dozava parte del presente Calendario fuese completa) a qué hora sale y se pone el sol cada día del mes de mayo; y por qué es Apolo su dios tutelar; y qué significa la frase de Sol en Géminis; qué noticias tenemos los humanos acerca de la constelación de Géminis, o cuando menos de las dos magníficas estrellas Cástor y Pólux: después de lo cual terminaríamos participándoos que, en nuestro planeta, el día 1 de mayo hay feria en Coria y otros puntos; el día 2 en Santiago de Galloso; el 3, en Verín; el 4, en Puerto Real; el 5, en el Barco de Ávila, etc.

Pero todo esto fuera cuento de nunca acabar, y precisamente nosotros tenemos abutere patientia vestra. Vamos, pues, a concluir a todo trance.

Are quien aró, que ya mayo entró, dicen los labradores diligentes. Abril y mayo componen el año, exclaman los holgazanes. Mayo hortelano (lluvioso), mucha paja y poco grano, añaden los pesimistas... Nosotros echamos por medio, y decimos: ¡Bendito sea mayo!

¡Bendito sea mayo, sí! ¡Él da juntamente alfalfa a los irracionales, espárragos y otras hierbas a los hombres, flores y suspiros a las mujeres, flores y cánticos a la Virgen!

Durante este próvido mes, hasta en el desheredado Madrid se conoce que la Primavera anda por el mundo. Todos los balcones están llenos de floridas macetas. Las codornices y las perdices se pasan la noche asomadas a ellos, contándose a voces, como buenas vecinas, toda su vida y milagros. Los románticos ruiseñores entonan entretanto serenatas a la Luna en los bosques del Buen Retiro. Las ranas del Manzanares repiten las mil conversaciones escandalosas que durante el día han oído a las lavanderas. Y el grillo de a dos cuartos, archivado en una caja que tuvo fósforos, arrulla el sueño del infeliz pretendiente sin esperanzas, haciéndole creer que aquella buhardilla es la rústica aldea de donde nunca debió salir...

Desde el día 1 está abierto al público el paseo de los tristes, el Jardín Botánico, por cuyas solitarias calles de árboles de otros climas se ven pasear preciosos niños vestidos de luto, que no van acompañados de sus padres, sino de sus afligidos abuelos. En la Fuente de Apolo, en el Parterre y en Recoletos juegan entretanto, a la vista de sus padres, niños vestidos de blanco y azul, semejantes en todo a las mariposas que persiguen. Otras mariposas mayores, rota ya la crisálida de los abrigos de terciopelo y pieles, cruzan al mismo tiempo el espacio en carretela descubierta, pero con rapidez suma, como para librarse de los impertinentes flechazos de sus adoradores de la clase media de a pie.

Madrugan por su parte las hechiceras cursis en estado honesto, y lavan y planchan el vaporoso vestido de indiana con el que a la tarde, entre dos luces, han de parecer ladys o princesas en el salón... del Prado. No hay, pues, estudiante suspenso que no se crea este mes un Don Juan Tenorio, ni modistilla que no se considere una heroína de novela. Nadie tiene frío; todos tienen flores; todos aman y son amados; todos oyen música gratis en las cercanías de los circos; todos van elegantes a poca costa; todos se dan tal vida, que sólo les falta un poco de dinero para ser ricos, o un poco de paciencia cristiana para ser dichosos.

¡Oh, sí! Mayo es la felicidad; mayo es la juventud; mayo es el amor; mayo es la baratura; mayo es la libertad de todos y de todo. ¡Bendito sea mayo!


Última hora y último refrán:

«Hasta el 40 de mayo no te quites el sayo.»


Madrid, 1878.