Mensaje Presidencial de Ricardo Lagos, 21 de mayo de 2000

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Mensaje Presidencial del 21 de mayo de 2000
de Ricardo Lagos Escobar
21 de mayo de 2000
Mensaje Presidencial
21 de mayo 2000


Conciudadanos y conciudadanas del Senado y de la Cámara de Diputados; chilenos y chilenas:

Un nuevo espíritu recorre Chile. Un espíritu de optimismo, unidad y grandeza.

El país se levanta después de una dura crisis. Nuestros miedos comienzan a quedar en el pasado. Poco a poco se afianza el ánimo de concordia que tanto hemos esperado. La verdad deja de ser una fuente de temor y se transforma en el fundamento de la confianza. La justicia recupera el papel rector que debe tener en toda convivencia civilizada.

He sentido, en estos días, cómo crece el entusiasmo por el futuro y cómo, a pesar de nuestras distintas opiniones, comenzamos también a respetarnos más.

¡BIEN POR CHILE, BIEN POR NUESTRO FUTURO COMÚN! ¡BIEN POR LA PATRIA ESTE NUEVO ESPIRITU!

Pero nos esperan enormes desafíos. Vivimos un nuevo siglo que parece un verdadero amanecer. Por todas partes emergen nuevas energías, nuevas maneras de trabajar, de comunicarse, de vivir, de hacer negocios. Chile debe ocupar un lugar preeminente en este mundo global que surge ante nuestros ojos.

Quiero invitar a todos mis compatriotas a ser protagonistas de esta época de esta nueva época, a recuperar los grandes sueños que imaginaron para Chile los Padres de la Patria.

Las actuales generaciones de chilenos y chilenas han sido testigos de cómo ese legado de los padres de la patria fue amenazado por la confrontación entre posiciones excluyentes, que pretendían ser representativas de la nación en su conjunto. La desunión llevó a grados extremos el antagonismo y la desconfianza entre los chilenos. Se produjo entonces la mayor tragedia política del siglo 20. Por eso ha sido tan difícil y al mismo tiempo tan valioso todo lo que hemos avanzado para superar esas experiencias tan dolorosas.

Hoy resulta imperioso terminar de recomponer los lazos morales, culturales y sociales que fueron severamente dañados en ese proceso y que debilitaron –y todavía debilitan– el sentido de comunidad del pueblo chileno.

Nuestra nación es fuerte. Hemos avanzado a pesar de nuestra propia división y de instituciones a veces un tanto anticuadas. Hoy es el momento de acelerar el tranco.

Lo dije el 11 de marzo: no he llegado a la Presidencia de Chile para administrar la nostalgia, sino para mirar hacia el futuro aprendiendo del pasado.

Estamos aquí en un nuevo milenio. En menos de una década cumpliremos 200 años como nación libre, como nación soberana. Propongo una gran tarea común para esa fecha: LLEVAR A CHILE AL MÁXIMO DE SUS POSIBILIDADES PARA TENER EN EL 2010 UN PAÍS PLENAMENTE DESARROLLADO E INTEGRADO.

Los invito a expandir al máximo nuestra capacidad económica, para que esa parte de la familia chilena que sufre la pobreza se siente también en la gran mesa común, a compartir los frutos de la nación.

Los invito a desarrollar al máximo nuestra generosidad social. No es posible que vivamos algunos en la vanguardia del siglo 21 mientras otros compatriotas apenas tienen para comer. Tenemos que sacarnos esa enorme deuda de encima. Por eso tenemos urgencia. Por eso corremos y corro riesgos. Por eso no dudamos y no dudo en ponernos metas a ratos ambiciosas, pero las urgencias nos obligan a metas ambiciosas.

LOS INVITO A AUMENTAR AL MÁXIMO NUESTRAS LIBERTADES CULTURALES Y POLÍTICAS. LA LIBERTAD ES LA GRAN HERENCIA DE LOS PADRES DE LA PATRIA. ¡CHILE FUE Y SERÁ UNA PATRIA PARA LA LIBERTAD!
POR ESO HOY AQUÍ, EN EL INICIO DE ESTE NUEVO SIGLO, QUISIERA INVITARLOS A INICIAR UNA NUEVA ÉPOCA.

Y permítanme una breve reflexión personal.

Lo que me ha impulsado en la vida pública ha sido siempre la posibilidad de transformar la sociedad para construir una nación donde se conjuguen democracia, libertad e igualdad.

El hombre y la mujer de nuestra patria han estado siempre en el centro de nuestro esfuerzo.

El cambio social, la ampliación democrática, la reforma económica, la superación de la discriminación, han sido los fines permanentes de las corrientes políticas que respaldan mi gobierno.

La ampliación del sufragio, la extensión de la educación, la creación de las bases de la industria nacional, el fin del latifundio, son algunas de las grandes transformaciones económico-sociales del siglo pasado, del siglo XX que termina, que no habrían sido posibles sin el empuje y la visión de estas fuerzas políticas.

No ocultamos que en este empeño hemos cometido errores. Pecamos a veces de voluntarismo, o generamos tensiones que dividieron a los chilenos. Pero hoy, al igual que ayer, no tenemos temor a los cambios si se orientan al progreso de la sociedad.

Los gobiernos de la Concertación hemos encabezado una de las décadas de mayores transformaciones en la historia de Chile.

En los años noventa hicimos el histórico paso del autoritarismo a la democracia. Junto con ello, duplicamos el tamaño de nuestra economía, creamos más empleos que nunca en nuestra historia, para un período de 10 años, expandimos las comunicaciones, democratizamos los municipios, mejoramos las remuneraciones, reformamos profundamente la educación, enfrentamos la verdad en las violaciones de los derechos humanos, construimos viviendas y parques, y transformamos la infraestructura física del país con nuevas carreteras, puertos y aeropuertos.

Es un balance positivo pero queda todavía mucho por hacer. Diversas reformas siguen pendientes por falta de acuerdo a veces, o de buenas ideas otras. Pero nuestros compatriotas, sin excepción, saben lo mucho que ha cambiado su vida en los últimos diez años con lo que hemos hecho.

Sin embargo, este cambio que ha tenido lugar en Chile no es sólo un cambio en Chile. Las tecnologías de la información y el conocimiento están produciendo una verdadera revolución planetaria, al punto que hoy esas nuevas tecnologías aportan un tercio del producto en muchos países desarrollados.

Entonces estamos entusiasmados por las posibilidades que abren estas transformaciones, especialmente para un país como el nuestro, distante de los centros del desarrollo mundial, pero dueño de una base de creatividad, inteligencia, confianza, orden económico y equilibrio institucional que puede convertirnos en una nación estrella del nuevo milenio.

Chile necesita un liderazgo que impulse el cambio para entrar a esta Nueva Época. Que lo gestione con audacia y con responsabilidad. Es lo que la ciudadanía respaldó en la última elección presidencial; es lo que espera del primer gobierno de este siglo. Es ahora tarea de todos los actores políticos materializar estas aspiraciones de cambio y de progreso para nuestro pueblo.

Si ahora Chile no emprende, ahora y no mañana, una nueva ola de reformas que lo pongan a la altura de los cambios que mueven al mundo actual, corre el riesgo, como sociedad, de quedarse atrás.

Por eso aquí hoy lo digo sin estridencia, pero con firmeza: EL NUESTRO SERÁ EL GOBIERNO DE LAS REFORMAS para llevar a Chile a ser un país desarrollado el 2010.

Emprenderemos reformas en las esferas social, política, económica y cultural. No cualquier tipo de reformas, porque lo que Chile necesita no es cualquier tipo de cambio, sino aquel que le permita a todos sus hijos crecer en igualdad y en libertad, que aquel que nace en esta tierra nuestra, tiene iguales posibilidades, no importa el lugar o la cuna en que nació.

Entrar a una nueva época no significa dejar de lado lo que está pendiente, y que nos lleva a mantener situaciones intolerables de pobreza, exclusión y desigualdad. Pero lo pendiente –que es urgente– no debe hacernos perder de vista los desafíos emergentes a que nos enfrentamos como país.

Si hoy nos dejamos llevar por el miedo a la incertidumbre, nuestras capacidades competitivas se verán irremediablemente debilitadas, y el resultado será más pobreza, mayores desigualdades y una peor convivencia. Hay que derrotar ese conservadurismo que tantas veces anida entre nosotros, haciéndonos resistir o desconfiar de lo nuevo. La nueva época exige la integración de Chile en la revolución de Internet. De lo que hagamos ahora dependerá nuestra prosperidad y bienestar de las futuras generaciones.

Esta nueva época exige incorporar a los grupos más débiles o desprotegidos. Las personas y las comunidades estarán en el centro del cambio, evitando las visiones tecnocráticas que tanto daño hicieron en el pasado.

La meta de esta nueva época es ampliar la libertad y la capacidad de emprender y de innovar de las personas, familias y comunidades; jamás extender el paternalismo de otrora.

La nueva época que vamos a inaugurar se basa en el principio de la cooperación y la solidaridad. Hay que renunciar al uso de la amenaza o la violencia, incluida la violencia verbal, que tanto perjudicó los procesos de transformación que se intentaron en el pasado.

Las reformas las realizaremos en el marco del Estado de Derecho y con participación, integración, consulta y diálogo con la ciudadanía. No creemos en los cambios que se imponen por la acción autoritaria de una elite que todo lo sabe. Una convivencia sana se construye cuando los derechos y las obligaciones están claros y son respetados por todos.

Más espacios a la libertad de las personas, extendiendo al mismo tiempo la solidaridad y la integración social; fomento de la creatividad, enriqueciendo la cohesión moral de la comunidad; encarar el cambio sin temor, ejerciendo el liderazgo del Estado para gobernarlo con responsabilidad; adoptar con decisión las reformas necesarias, buscando siempre el acuerdo y la cooperación.

¡ESTA ES LA NUEVA ÉPOCA A LA QUE INVITO A TODOS MIS COMPATRIOTAS A CONSTRUIR!

Exponer los proyectos, sería muy largo para un mensaje. Quisiera, tan sólo, indicar que en la Programación Ministerial del 2000 al 2006, que se ha entregado a los señores diputados y senadores están todos ellos y está disponible también para toda la ciudadanía en el portal del Gobierno de Chile en Internet, a partir de ahora.
Tres son los pilares rectores en donde pondremos el énfasis fundamental en los próximos años:

EL PRIMERO: ABRIR LAS PUERTAS AL DESARROLLO. ¡Nadie debe quedar sin acceso al bienestar que surja del crecimiento económico y de la incorporación de Chile a la revolución tecnológica!

EL SEGUNDO: INTEGRAR AL PAÍS. ¡Todo chileno y toda chilena debe estar incorporado al mundo moderno mediante servicios e infraestructura adecuados, con más atribuciones y responsabilidades para las regiones y para las comunas donde habita!

Y EL TERCERO: ENGRANDECER EL ESPÍRITU DE LOS CHILENOS. ¡No debemos tener miedo a ampliar las libertades, promover la participación, expandir el conocimiento, la cultura y la ciencia, incorporarnos al mundo de nuestros días, vigorizar las familias y las comunidades!

ES EN TORNO A ESTOS TRES EJES QUE TRABAJAREMOS EN LOS PRÓXIMOS SEIS AÑOS.

Honorables miembros del Parlamento:

Nos ha correspondido encabezar el primer gobierno del siglo 21. Esto nos obliga a mirar con detención el nuevo mundo que vivimos.

ABRIR LAS PUERTAS AL DESARROLLO significa plena incorporación a la revolución tecnológica y, al mismo tiempo, que los frutos del progreso lleguen a cada rincón del país y que toda familia chilena goce de seguridad.

Chile debe asumir la vanguardia entre los países que usan las tecnologías de la información, especialmente Internet, como motor de un nuevo progreso. Un progreso que se basa en la flexibilidad de las empresas y no en su tamaño, en la inteligencia de la gente y no en la cercanía geográfica, en la cooperación y no en el antagonismo.

Es que esta nueva época es sólo equivalente en la historia de la humanidad a los 100 ó 200 años posteriores a cuando Gutenberg descubre la imprenta y permite el avance de los libros para todos y de los periódicos doscientos años después.

Estamos en el umbral de una época distinta y diferente ¡cómo nos vamos a beneficiar de estas nuevas tecnologías:
empresarios, comerciantes y consumidores, que estarán integrados entre sí, reduciendo costos; los usuarios de los servicios públicos, que podrán hacer sus trámites desde una cabina de Internet instalada en su barrio; los niños y jóvenes, que tendrán en los computadores de sus escuelas las mismas bibliotecas que hoy están disponibles en cualquier ciudad del mundo, Estocolmo o Nueva York.

Chile tiene las condiciones para integrarse a la revolución tecnológica, como pocos otros países de la región. Disponemos del mayor número de computadores per cápita de América Latina y nos acercamos al liderazgo regional en el porcentaje de los usuarios de la red internet. Casi la mitad de nuestras empresas, incluyendo las pequeñas, ya tienen acceso a esta nueva comunicación. El gobierno ha puesto en curso un trabajo muy profundo con el sector privado para multiplicar el uso productivo de Internet.

Sabemos que la mayoría de las familias chilenas no puede, todavía desde sus casas, acceder a esta red. Pero no pueden quedarse atrás. Debemos evitar que se produzca una nueva división entre chilenos, entre los que están y no están conectados a la red.

La fractura digital de la cual muchos hablan que se puede producir mañana entre países avanzados, que están en la nueva economía, y los países atrasados, que quedaron atrás en la vieja economía.

Seamos claros, la nueva economía lo que hará en definitiva es introducir eficiencia y conectividad a la vieja economía.

Por eso, mi gobierno hará de este desafío una tarea de todos. En los próximos tres meses pondremos en marcha una red pionera de Infocentros públicos para brindar conexión de alta velocidad a Internet a miles de chilenos, infocentros que comenzaremos instalando en algunas ciudades, Iquique, Antofagasta, el gran Valparaíso, Concepción y Santiago. Ella se ampliará progresivamente a todas las regiones de Chile.

Hoy día tenemos 38 mil computadores conectados por la Red Enlaces en 5.200 escuelas, que permiten que 2 millones y medio de estudiantes tengan acceso a Internet. En este sexenio, la Red Enlaces, del Ministerio de Educación, estará en el 100 por ciento de las escuelas de Chile. Ninguna escuela existirá al final de mi período presidencial sin acceso a Internet y vamos a duplicar el número de computadores disponibles para nuestros alumnos. Y crearemos también un programa para facilitar que los profesores puedan comprar sus propios computadores personales, para estar a la cabeza de esta tecnología.

La Corfo y el Banco del Estado abrirán líneas de crédito para que 100 mil empresas emergentes puedan contar con equipos computacionales y con adiestramiento en Internet.

Próximamente enviaré a este honorable Congreso un proyecto de ley que permita la acreditación y certificación de la firma digital, y provea un marco seguro para que el comercio electrónico se expanda con agilidad.

Muy pronto, nadie demorará más de siete días para la obtención de los permisos que permitan la puesta en marcha de nuevas empresas a partir de su inserción en la red.

Haremos nuestra tarea, por ello desde aquí invito a los hombres y mujeres de empresa a imaginar nuevas actividades. No se conformen con sus empresas tal como están. Pongan audacia, innovación, experimentación. No teman al fracaso; teman mejor al estancamiento, porque el estancamiento, seguro, los va a llevar al fracaso. Incorporen a sus trabajadores, a los científicos, a nuestras universidades, a los artistas. Si no asumen los nuevos desafíos, si no invierten en creatividad y cooperación, la revolución económica nos puede pasar por encima.

Por eso me propongo explorar, y por eso lo planteé en mi reciente visita a Argentina, la necesidad de intentar una casa binacional Chile-Argentina, instalada en Silicon Valley, a donde podamos enviar a los mejores jóvenes talentos nuestros del mundo de la empresa y la creatividad. Allí hay en Silicon Valley empresas de los principales países del Sudeste Asiático. Es hora que nuestro país esté allí en la vanguardia del conocimiento y la tecnología con nuestros jóvenes para las empresas del siglo XXI.

El gobierno por su parte hará lo suyo, proveyendo cada vez más servicios a través de Internet. Ya se ha avanzado en la recaudación de impuestos y en las compras del Estado. En el año 2004, unos 2.100 millones de dólares en impuestos van a ser recaudados por Internet. Este año iniciaremos las ofertas de compras públicas en la red, que llegarán a representar transacciones de varios miles de millones de dólares anuales.

Durante mi mandato, la gran mayoría de los servicios y trámites que ofrece el sector público se pondrá en línea con las personas, todo el día, todos los días y para toda la gente, con una Ventanilla Electrónica Única y crearemos también una Red de Enlace Cultural con información sobre arte, cultura y recreación.

El Estado de Chile se pondrá a la vanguardia mundial en conectividad. ¡Este es mi compromiso para los próximos 6 años!

Pero para alcanzar el desarrollo en el bicentenario nuestra economía debe crecer de manera sostenida a un ritmo de 6 a 7% anual. Esta es la meta que me propongo para mi gobierno.

Queremos una economía competitiva, estable y equitativa. Mantener las desigualdades es un escándalo moral y un enorme desperdicio del recurso más valioso de un país: su gente.

Nos preocupa hondamente la situación del empleo. Vamos a mantener los programas de emergencia. Este año vamos a cumplir la meta de crear 200 mil nuevos empleos. Pero no hemos ganado la batalla. Necesitamos mantener un alto crecimiento para generar empleos dignos y cada vez mejor remunerados. Este es nuestro objetivo, y seremos firmes en él. Mejorar remuneraciones se hace de una sola forma: aumentando la productividad de los trabajadores en cada una de nuestras empresas.

Seguiremos avanzando hacia un mercado de capitales profundo, líquido y moderno, que permita que las buenas ideas tengan financiamiento. Eliminaremos los controles burocráticos que impidan la integración con los mercados financieros internacionales y la diversificación del mercado nacional, con la sola excepción, obviamente, de aquellas regulaciones prudenciales que protejan la integridad del sistema tributario y velen por la estabilidad y solidez del sistema financiero.
Los pasos que hemos dado en esta dirección, y que se dieron hace pocos días, van en la dirección de lo que nos proponemos seguir realizando en el curso de mi mandato.

Necesitamos también una activa industria de fondos de capital de riesgo, y trabajaremos decididamente tras este objetivo.

La nueva economía exige capital de riesgo. Es una de nuestras mayores carencias. Los jóvenes nuestros, con ideas brillantes, normalmente no tienen la posibilidad de realizarlas porque no hemos desarrollado el capital de riesgo. Tenemos que abordarlo a la brevedad.

Como gobierno vamos a administrar los recursos públicos con responsabilidad y con eficiencia. Y para que nadie se equivoque respecto de nuestras intenciones, nos hemos fijado una meta estricta y difícil: generar un superávit estructural equivalente al 1% del PIB a partir del presupuesto del año 2001.

Pido a mis compatriotas que me ayuden en alcanzar esta meta que es esencial para tener una economía sólida y estable.

La responsabilidad fiscal es una condición básica para la reactivación y para un crecimiento estable. El presupuesto del 2001 responderá a las necesidades que hay en materia de equidad, inversión pública, seguridad ciudadana y fomento productivo. Pero al mismo tiempo, por ese presupuesto, nos proponemos abordar dos tareas para cumplir nuestras metas de política fiscal.

LA PRIMERA, poner en marcha un plan para reducir la evasión tributaria, plan que tiene que recaudar como mínimo, 800 millones de dólares anuales a partir del año 2005.

Como todos sabemos, los niveles de evasión hoy día alcanzan aproximadamente a 4.000 millones de dólares. Esto requiere esfuerzo y dedicación. Hemos avanzado pero tenemos que apurar el tranco.

Para lograr esta meta, fortaleceremos la capacidad de las instituciones fiscalizadoras y las dotaremos de las facultades y la institucionalidad necesarias para cumplir con mayor eficacia su función. Lograr esta meta requiere reformas legales y estoy seguro que este Parlamento nos dotará de las herramientas indispensables para poner freno a la evasión tributaria. Antes que plantear nuevos impuestos, quiero estas herramientas indispensables para introducir mayor justicia en la forma como recaudamos tributos. 800 millones de dólares es casi el presupuesto del Ministerio de Obras Públicas.

LA SEGUNDA TAREA será asignar en forma más eficiente los fondos públicos. Cada ministerio deberá evaluar a fondo la justificación de sus programas existentes, y llegar a reducir al menos en un 2% sus gastos inerciales, haciendo con ello espacio a iniciativas y programas de alto impacto social.

Estamos, entonces, a través de estas dos medidas, señalando con claridad que nos proponemos hacer de la responsabilidad fiscal un elemento central en los próximos seis años.

Junto con lo anterior, vamos a impulsar una decidida reforma del Estado. ¡Aquí difícilmente podemos avanzar con rapidez en el siglo 21 con un Estado que en algunos aspectos parece del siglo 19!

Eficiencia y transparencia en la administración de las finanzas públicas; fortalecimiento de la carrera funcionaria, haciendo del mérito el determinante fundamental del ingreso y la promoción en el sector público; instituciones capaces de responder a las necesidades de las personas, de darles voz ante a las decisiones que los afectan y de defender sus derechos como usuarios de los servicios públicos. ¡Este es el tipo de Estado que queremos alcanzar!

Para ello invitaremos a los funcionarios públicos a trabajar en un programa de nuevo trato que contemple tanto sus derechos como sus obligaciones. Este año propondremos al Congreso Nacional la creación del Defensor del Ciudadano, que deberá velar por los derechos de los usuarios de los servicios públicos, con poder para canalizar los reclamos e investigar los casos de mal servicio.
El defensor del ciudadano es un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos de Chile y lo pondremos en ejecución.

También perfeccionaremos la legislación ambiental y reforzaremos su institucionalidad. El nuevo progreso será sustentable, o no será.

Quiero que lleguemos al bicentenario con una adecuada protección de nuestros bosques, nuestros ríos, lagos y mares; habiendo resuelto los problemas de basuras y desechos; y con un aire limpio en todas nuestras ciudades. Propongo, desde ya, que todos juntos construyamos el sendero de Chile, un camino peatonal que recorra nuestro Chile por la pre-cordillera desde Visviri hasta el extremo austral, como un tributo a nuestra naturaleza maravillosa, que podemos conquistar y recorrer a pie.

Quiero también fortalecer la cooperación entre los actores del desarrollo.

Antes de septiembre enviaré al Congreso una ley que institucionaliza el Consejo de Diálogo Social, instancia orientada a esfuerzos para llevar el progreso a todos los hogares del país.

Junto a empresarios y trabajadores hemos concordado las bases del Seguro de Desempleo, que actualmente se tramita en este Congreso. Felicito, y quiero agradecer, a los honorables diputados por la celeridad con que aprobaron en general este proyecto.

En la actualidad buscamos convenir una Reforma Laboral que convierta a la negociación colectiva en un derecho efectivo y en una herramienta permanente al servicio de relaciones laborales basadas en la colaboración, la participación y la equidad dentro de la empresa.

Una Reforma Laboral que haga justicia a la mujer temporera, que haga justicia a tantos que ven que nuestra legislación laboral alcanza a algunos pero no a todos, una legislación laboral en donde los trabajadores de mi tierra tengan derecho a defender sus derechos para poder tener una mejor distribución en los frutos del progreso.

En la pasada campaña electoral quedaron de manifiesto importantes convergencias en esta materia, lo que me hace ser optimista en cuanto a una rápida tramitación. Perfeccionar la normativa laboral dará un horizonte de estabilidad indispensable para tener también un mayor dinamismo económico.

Junto a lo anterior, duplicaremos la inversión en capacitación de aquí al año 2006, con especial énfasis hacia los trabajadores de menores recursos. El estado subsidiará directamente la capacitación en la micro y pequeña empresa y crearemos el programa Servicio Joven, para reforzar las oportunidades de empleo y capacitación de nuestra juventud.

Debemos adaptarnos también a otros cambios, como el de la estructura demográfica, talvez el mayor desafío que tendremos en los próximos años. Hacia el 2010, el 12 por ciento de la población será mayor de 60 años. Hacia el 2020 ó 2025, el 25% de nuestra población será mayor de 60 años. Esto significa que debemos abordar atentamente el tema de nuestra seguridad social, si no queremos pagar altos costos en el futuro. ¡No repitamos la imprevisión que practicamos en el pasado!

Por ello quisiera decir aquí. Vamos a ser estrictos contra el no pago de cotizaciones previsionales que algunos entienden que pueden eludir livianamente. Estableceremos incentivos para la afiliación de los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores de temporada, ellos también requieren de un sistema que les prevea para la vejez. Vamos a integrar a los adultos mayores a labores productivas, sociales, culturales y recreativas. El estar jubilado no quiere decir que no pueda seguir contribuyendo a la sociedad, usemos la imaginación para eso. Nos proponemos un progresivo aumento de las pensiones mínimas y asistenciales y lo haremos acorde aumente el ritmo de crecimiento de nuestra economía. Seguiremos avanzando en fórmulas que mejoren la rentabilidad, la transparencia y la competencia del sistema de administradoras de fondos de pensiones, pero también abordaremos el desafío que significa que probablemente en un futuro próximo, cuando las nuevas generaciones empiecen a jubilar, podamos constatar que muchos, sea por insuficiencia en sus ingresos o por extensas lagunas previsionales, no tienen los recursos para poder tener una pensión mínima.

Amigos y amigas:

Una de las tareas principales de mi gobierno será llevar adelante una profunda reforma de la salud, centrada en los derechos y garantías de los pacientes y con un esquema de financiamiento solidario.

Queremos que todas las familias puedan acceder a una atención digna y satisfactoria. Chile puede y debe proponerse ahora este objetivo.

La primera meta que anuncié como Presidente de la República fue terminar con las colas en los consultorios. Sé que es un objetivo ambicioso, estamos trabajando en esa dirección, pero prefiero proponerme objetivos ambiciosos a quedar en la inacción por el temor a cumplir las metas. ¡Ese es el signo de mi gobierno!

Este es sólo el inicio. El próximo año garantizaremos atención primaria en 48 horas para todos los grupos de mayor riesgo, como los adultos mayores y los menores de un año. Para el fin del sexenio, esta garantía se habrá extendido a todo tipo de pacientes. Ese es mi compromiso.

A partir del próximo año, nadie esperará más de tres meses desde la indicación médica en el caso de las intervenciones quirúrgicas electivas que son las más frecuentes. Para ello tenemos que trabajar.

Chile debe preocuparse de las personas con discapacidad, equiparando sus oportunidades en el plano educacional, laboral y social. Hemos adquirido un compromiso con el mundo de la discapacidad. En lo personal, mi mujer y el que habla. Ya lo señalé en la campaña: creo que en este ámbito como en otros, el Estado debe canalizar recursos a través de instituciones privadas cuya eficiencia está probada en este campo, como en otros que requieren apoyo solidario. Instituciones como la Teletón y el Hogar de Cristo, con las cuales estamos en contacto y que recibirán el apoyo directo.
Saludo aquí al padre Renato Poblete que nos acompaña para decirle que avanzaremos en esta dirección.

El próximo año pondremos a vuestra consideración una ley de reforma integral al sistema de salud, en la cual estamos trabajando concienzudamente. Estoy seguro que esta reforma contará con vuestra comprensión y con vuestros valiosos aportes en el proceso legislativo y con una aprobación rápida que nos permita dar una respuesta a las demandas urgentes de nuestra gente.

Haremos la reforma con los trabajadores de la salud y no contra ellos. Por esto les propondremos una alianza de largo plazo que asegure su desarrollo profesional y mejore sus condiciones de trabajo y remuneración.

Estoy consciente de las dificultades que tiene emprender un cambio tan profundo en un sector tan complejo. Pero nuestras familias y nuestros hijos nos exigen hacer ese esfuerzo.
Por ello hemos colocado el tema de la reforma de la salud como un tema central cuando hablamos de cómo tener un desarrollo productivo que llegue a todos los sectores. El desarrollo productivo, el crecimiento de Chile tiene que llegar a la salud de los chilenos.

Dije en mi campaña presidencial que mi gobierno sería firme en el castigo a los delincuentes. Reitero esa advertencia: ¡no estoy dispuesto a permitir que las familias chilenas se sientan amenazadas por unos pocos elementos que han errado el camino en la sociedad! ¡No estoy dispuesto a que nos quedemos con los brazos cruzados ante asesinatos tan atroces como los cometidos en las últimas semanas y que han llamado la atención de todo Chile!

Hemos hablado mucho sobre esto. Algunas entidades privadas, como la Fundación Paz Ciudadana, han hecho grandes contribuciones. Ahora vamos a consolidar una Política Nacional de Seguridad, con metas y plazos claros, basada en una alianza entre la comunidad, las policías y los poderes políticos nacionales y locales.

La alianza contra la delincuencia supone un esfuerzo compartido: la policía tendrá mejor equipamiento y mayor dotación, pero deberá revisar su eficiencia para detectar dónde puede mejorar; los municipios tendrán más recursos y atribuciones, pero deberán trabajar también codo a codo con las policías para lograr una acción permanente y focalizada; los vecinos tendrán financiamiento para sus proyectos de recuperación de espacios públicos y para crear comités de vigilancia, pero deberán comprometerse a rechazar el desorden y la impunidad en sus vecindarios.

Cuando todos nos unimos y la gente ocupa sus calles, pasajes, plazas y multicanchas, los delincuentes no tienen cabida en el espacio público y la droga se bate en retirada. No queremos ver una ciudad llena de rejas; no queremos ver a las familias chilenas retrocediendo hacia el fondo de sus hogares; no queremos ver a nuestros jóvenes amenazados por el narcotráfico y deambulando sin tener un espacio donde desarrollar su actividad. ¡Queremos ver a una sociedad unida en la preservación de su seguridad y eso es lo que nos proponemos!

Para ello, valoremos en lo profundo la reforma que este Parlamento ha introducido en el ámbito judicial.

Con el nuevo tipo de juicio criminal, con plenas garantías para víctimas e imputados, con procesos más cortos gracias al juicio oral y público, y con un Ministerio Público que investiga, lograremos castigos más eficaces contra los delincuentes, incluyendo una cadena perpetua efectivamente perpetua.

Con la misma firmeza quisiera reiterar que es obligación de todos los ciudadanos de Chile acatar las decisiones judiciales. ¡En esto no debe haber excepciones!

A propósito de procesos referidos a sucesos del pasado reciente, se han levantado voces que pretenden que los tribunales incurran en consideraciones políticas. Incluso algunas han requerido la intervención del Poder Ejecutivo. Yo comprendo las aprensiones que deben sentir algunos sectores por ciertas investigaciones o resoluciones judiciales en curso. Pero quiero decir hoy, con meridiana claridad, que mi gobierno no interferirá en las decisiones de los Tribunales de Justicia, porque ello atentaría contra las bases de la República. El fin de la transición comienza por aceptar este principio y no por vulnerarlo. El fin de la transición comienza por acatar los fallos de los tribunales. Cualesquiera que sean los resultados de esos fallos, como Presidente de la República exigiré el acatamiento a la independencia y a los fallos del poder judicial.

La independencia de los tribunales es uno de los pilares del Estado de Derecho. Los chilenos y chilenas han sido testigos de cómo las intervenciones de otros poderes en la labor judicial, ya fuese para desacatar sus mandatos o para obtener fallos favorables mediante la presión, causaron gravísimos daños a nuestra convivencia como Nación en el pasado. El mismo prestigio del Poder Judicial se vio comprometido por las presiones indebidas a que se lo sometió.

Por eso, me parece tan importante que nos exijamos todos que la independencia de los jueces sea acatada por todos y cada uno de los chilenos! ¡No podemos permitir que las intervenciones políticas o de otro orden erosionen de nuevo la autoridad de nuestra Justicia!

No pretendo, por cierto, y nadie puede en esta Sala, pretender pedirle a los jueces que resuelvan todos los problemas que tenemos pendientes, renunciando a nuestra obligación como políticos y servidores públicos de abordar aquellas tareas que nos competen a nosotros.

La Mesa de Diálogo, constituida por civiles y uniformados, es un esfuerzo que valoramos y alentamos, pues refleja el deseo de la nación chilena de reconciliarse y de conocer el destino de los detenidos desaparecidos. Estamos conscientes de las dificultades de su tarea, y queremos darle la tranquilidad que requiere para tener éxito. Pero si la Mesa concluye positivamente su trabajo, mi gobierno apoyará las soluciones que ella proponga al país.

Lo digo con claridad: ¡los hijos de Chile que están desaparecidos no pueden seguir en esa condición! Cuando superemos esa situación, estoy seguro de que estarán dadas las condiciones para cerrar las heridas del pasado.

Quiero cerrarlas en mi período presidencial.

Nos enfrentamos a un drama muy profundo. Pero en el Siglo XIX hubo un drama igual o mayor como la guerra civil del 91 y en un plazo menor fuimos capaces de superar aquello.

Excúsenme que lo repita. Soy un convencido de que la diferencia entre el 91 y ahora es que el 91 todos sabían donde estaban. Y en consecuencia, creo que tenemos que hacer un esfuerzo para ello porque es la forma de poder avanzar. En una democracia las discrepancias son bienvenidas porque implican diversidad y riqueza de un país, pero la discrepancia la aprendemos a canalizar a través de las normas que todos consensuamos. Eso es, después de todo, la Carta Fundamental y lo que me preocupa a ratos es que estas discrepancias, que vienen de una división profunda que hubo, no hay razones para mantenerlas respecto al futuro que entre todos queremos dibujar.

Ahora creo que estamos en condiciones de poder dar los pasos para entender que tras un futuro común, tenemos que ser capaces de deponer una parte de lo que son nuestras posiciones a partir de la división del pasado. Eso es lo que sinceramente espero hacer en estos seis años como Presidente de Chile y entiendo que ese es el mandato que recibimos los dos candidatos más votados en la elección presidencial.

Conciudadanos y conciudadanas del Senado y de la Cámara de Diputados:

Como lo he señalado muchas veces, mi gobierno quiere poner su vista en el futuro. Tengo la convicción de que es en la educación donde se juega el futuro de Chile.

Y por eso me imagino para el 2010 una educación donde ningún joven abandone la enseñanza media porque hemos generado las modalidades y los instrumentos para terminar con la deserción en la enseñanza media, donde todos dominen los conocimientos más revolucionarios en ciencias, matemáticas o humanidades, hablen fluidamente el inglés y naveguen libremente por Internet. Sueño con una educación igualmente buena en una escuela municipal muy modesta allá en el sur o en el mejor colegio privado del barrio alto de Santiago.

Imagino también al alumno que con el mejor puntaje de la prueba de Aptitud Académica opte por entrar a una carrera de pedagogía porque todas nuestras profesiones tienen el mismo nivel en nuestra sociedad.

Con esa visión, vamos a ampliar la cobertura parvularia en 120 mil cupos más, para acoger especialmente a los hijos de madres trabajadoras y jefas de hogar. Nos proponemos en el sexenio llegar a 12 años de escolaridad promedio, con todos los alumnos educados en el uso del computador e Internet, con todos los profesores capacitados en su uso, y con todos los jóvenes dominando un inglés básico.

Vamos a alcanzar la meta que señalamos en la campaña: que ningún joven quede al margen de la educación superior por razones económicas. Ampliaremos el crédito fiscal a los institutos profesionales y a los centros de formación técnica. Educación Superior para todos. Agregaremos un subsidio al crédito fiscal para todos aquellos egresados que se instalen en las regiones en tareas de desarrollo local.

Queremos avanzar en ciencia y tecnología. Todos sabemos que en los países desarrollados se destina alrededor del 2,3 por ciento del Producto Interno Bruto a Investigación en ciencia y tecnología; Chile está lejos de esa cifra, un 0,6 un 0,7 por ciento en ciencia y tecnología. Tenemos un científico por cada 1.000 personas activas; en el mundo desarrollado hay un promedio de 5 científicos por cada 1.000.

Esa es la enorme brecha que tenemos, la cual tenemos que empezar a trabajar. Por eso he dicho que en mi gobierno vamos a doblar los recursos en ciencia y tecnología hasta alcanzar una cifra superior al 1% del Producto Interno Bruto como forma básica de poder abordar esta importante tarea. Y lo tenemos que hacer de tal manera de asegurarnos que este tremendo esfuerzo llegue a todas las regiones del país, no sólo a las principales universidades en los principales centros de nuestras regiones más importantes.

El segundo pilar para construir esta nueva época es integrar a Chile. Esto es el respeto y dignidad para las regiones, ciudades más bellas, más amables y menos contaminadas, y el reconocimiento de nuestra diversidad a través de la incorporación plena de los pueblos originarios. Integrar en toda su extensión.

Faltan reformas sustantivas para acelerar la descentralización. Estoy seguro que con este Parlamento vamos a dar los pasos fundamentales para enfrentar este desafío. Y por eso, como lo dije en la Campaña, en el marco de la reforma de los sistemas electorales, propondré al Congreso la elección directa de los consejeros regionales mediante sufragio ciudadano.

Continuaremos aumentando la inversión de decisión regional, hasta llegar al menos a un 50 por ciento del total de la inversión pública en el 2006, junto con descentralizar la inversión con impacto local. Seguiremos desplazando funciones a los municipios y aseguraremos también el buen desempeño de las finanzas municipales. Modificaremos la ley de rentas municipales para disminuir las inmensas brechas de recursos entre municipios ricos y pobres.

Esta es una tarea indispensable para integrar mejor.

Y de igual manera, quiero que todos nos comprometamos a dar cuerpo a la Región Internacional de Chile: la que forman los más de 800 mil compatriotas que viven en el extranjero. Espero que antes de la próxima elección presidencial cuenten, como cualquier chileno, con derecho a sufragio para decidir los destinos del futuro presidente de Chile.

Necesitamos integrarnos físicamente en el territorio. A la extensa red de caminos de 80 mil kilómetros, necesitamos mejorar la calidad de los mismos y llevar a estándares de pavimento a lo menos 13.000 kilómetros adicionales de esta red.

Nos proponemos conectar todas las capitales comunales con las provinciales a través de un camino pavimentado. Es un tremendo desafío y lo vamos a conseguir.

Consolidando la doble calzada La Serena-Puerto Montt, vamos a mantener nuestra exitosa asociación con la inversión privada para mejorar otros tres tramos: La Serena-Caldera, Caldera-Antofagasta y Antofagasta-Arica. Ampliaremos a doble calzada los caminos que unen Cartagena con Algarrobo, Los Andes con los puertos de la V Región Norte y Pelequén con San Antonio en el camino de la fruta.

Continuaremos con la Carretera de la Costa, haciendo el tremendo esfuerzo por unir Pisagua con Taltal y desde Caldera hacia La Serena por el norte y Papudo con Valdivia por el sur. En la Ruta Precordillerana, avanzaremos en el tramo Aguas Verdes-Copiapó y Visviri hasta San Pedro de Atacama; y en el sur, en la Ruta Interlagos, que conecta Curacautín con Puerto Varas.

En el ámbito de las rutas internacionales, al final de mi gobierno espero haber llegado a pavimentar un total de nueve pasos con Argentina de los cinco que hasta ahora tenemos.

Duele decirlo, pero no estamos orgullosos de nuestras ciudades. Tenemos ciudades hermosas, pero las hemos contaminado, descuidado e incluso convertido en laberintos de congestión que parecen ahogarnos.

Quiero invitarlos a que hagamos un tremendo esfuerzo.

Para llegar al Bicentenario con ciudades más bellas, menos contaminadas, más expeditas, dignas, amables y cultas.

Hace 100 años, a lo mejor la tarea era más fácil pero los recursos menores. Pero en todas las ciudades de Chile nos propusimos hacer obras que dejaran el sello de un pueblo que entendía que a través de ellas signaba el progreso de su región, de su terruño, de su ciudad. Ahí están las obras que se hicieron. Yo quisiera que ahora, pudiéramos trabajar en algunas de nuestras ciudades más hermosas. Quisiéramos que aquí en Valparaíso, con su enorme valor urbanístico, arquitectónico, cultural, turístico y portuario, trabajáramos en un plan para su recuperación integral. Antofagasta requiere recobrar su perspectiva de fachada marítima. Arica e Iquique, y Puerto Montt y Punta Arenas, se han perfilado como puertos de cruceros, y vamos a respaldarlos en ese esfuerzo.

Queremos descontaminar el Gran Concepción y recuperar las aguas a lo largo del río Bío Bío. Vamos a intensificar el mejoramiento urbano de San Antonio para acentuar su ya ganado perfil de centro de servicios. Temuco, Copiapó y La Serena requieren con urgencia planes de infraestructura vial y de transporte. Afrontaremos los crecientes fenómenos de congestión en Rancagua, Curicó, Talca, San Fernando y Valdivia.

Para Santiago tendrán prioridad aquellos proyectos que contribuyan a descontaminar y descongestionar. Renovaremos el barrio cívico, generaremos subcentros de actividades que racionalicen la estructura de viajes y la introducción del gas natural comprimido en la locomoción colectiva.

Sobre esto último quisiera añadir: no es posible descontaminar si los santiaguinos no estamos dispuestos a cambiar nuestras prácticas. No son las leyes ni los planes los que contaminan o dejan de contaminar: somos nosotros, en nuestra actividad diaria. Si queremos respirar limpio, debemos también vivir limpio.

Y por qué no decirlo, quiero también hacer que la instalación de nuevas industrias en la Región Metropolitana tenga un costo mayor para que estas industrias se instalen en otras regiones.

El mundo rural tiene un gran valor histórico, cultural, social y económico para la vida de nuestra Nación. El mundo rural no es sólo agricultura, siendo muy importante la agricultura. La preservación de su identidad de sus raíces está en la esencia del alma de Chile. Preservar el mundo rural es preservar la parte del Chile nuestro. Buscaremos, por ello, el pleno desarrollo de nuestra agricultura, de la cual depende la vida del campo chileno.

Vamos a propiciar condiciones de competencia justa frente a mercados internacionales fuertemente subsidiados. Cuando corresponda, haremos uso de medidas de defensa comercial según nuestra legislación interna y acuerdos internacionales. Creo en el libre comercio pero no somos ingenuos frente a los subsidios de los países más poderosos.

Por ello, si es necesario mantendremos las bandas de precio, y las perfeccionaremos en el futuro. Apoyaremos a la pequeña agricultura con políticas de modernización y diversificación, reprogramación de deudas a Indap y apoyo del Banco del Estado a la formación de capital de trabajo.

Nuestros esfuerzos se concentrarán en las regiones del sur a través de programas de riego, recuperación de suelos, innovación y transferencia tecnológica, apoyo a asociaciones, mejoramiento de la gestión y apertura de mercados.

A partir de junio pondremos en operación seguros contra daños y desastres climáticos en la agricultura. Pero más importante tenemos que hacer un esfuerzo por la reconversión de nuestra agricultura de Talca hacia el sur para poder lograr de una manera efectiva que allí también tengan la capacidad de competir en los mercados internacionales como compite la agricultura nuestra de Talca al norte.

No hay ninguna razón para tener dos agriculturas. Queremos una sola competitiva y eficaz.

Pero hay otras áreas en las cuales también tenemos que integrarnos. A pesar de nuestros buenos índices en materia de desarrollo humano, tenemos uno de los más bajos en participación laboral de la mujer: sólo un 36 por ciento. Esto refleja la desigualdad y la discriminación en nuestra sociedad para la mujer la cual no está plenamente integrada.

Tenemos que hacer frente a esta forma de atraso. Necesitamos de toda la energía, el buen juicio y la fuerza que las mujeres de Chile le pueden poner a nuestro futuro. Incorporar a la mujer, mejorar los índices de participación laboral es utilizar bien la otra mitad de Chile que son las mujeres nuestras.

Le he pedido al Consejo de Diálogo Social que proponga acciones concretas en esto, y ya está trabajando en adecuar los sistemas de cuidado infantil para facilitar la incorporación de las madres al trabajo; así, los futuros cupos de educación preescolar se focalizarán de preferencia en los hijos de madres que trabajan o buscan trabajo.

Les propongo a todos que pensemos cómo adaptar los horarios de trabajo, los sistemas de remuneración y seguridad a la realidad de la mujer.

Recuerdo aquí que hace poco unas mujeres que trabajan en un hotel de la Cuarta Región me plantearon: señor cómo hacemos para preservar nuestra familia si aquí tenemos que trabajar doce horas diarias. A ratos la defensa de la familia no es sólo la defensa de los valores que son tan importantes, son las condiciones en la cual la familia se desenvuelve. Y si hay una baja participación de la mujer es porque muchas veces la mujer tiene que optar entre cuidar a los hijos o trabajar.

Las sociedades modernas resuelven bien este dilema. Hagamos un avance importante en esta dirección.

Quiero decir también que no hay una plena valorización de la mujer si la sociedad no aprecia su papel en la familia. De la calidad de las relaciones familiares depende, en gran medida, la felicidad y el desarrollo personal de todos sus integrantes. Cómo apoyamos a la familia, cómo impulsamos condiciones que favorezcan su estabilidad. Cómo cuando hablamos de integrar mejor a Chile tenemos que estar buscando condiciones laborales educacionales, sociales y jubilatorias que le permitan a la familia desarrollarse en plenitud.

Tenemos una buena retórica en materia familiar pero la práctica está muy lejos de generar las condiciones para que la familia se desarrolle a plenitud.

Quiero proponer a nuestros pueblos originarios que entremos en la sociedad del conocimiento con el estandarte de sus valores, sus costumbres, su arte y su espiritualidad. Lo hago por ellos y por Chile entero. Abordar el tema de las etnias originarias no es sólo un tema de ellas, es un tema que tiene que ver con Chile, con nuestra riqueza que es nuestra diversidad como Nación.

Aquí, a esta tierra nuestra han llegado de distintos sectores. Después del descubrimiento de América, después de muchos otros lugares. Aquí han llegado católicos y protestantes, judíos y libre pensadores; todos han encontrado una forma de entender que la sociedad chilena los acoge en su amplitud. También la sociedad chilena tiene que acoger y respetar la cultura de nuestras etnias originarias para preservar la diversidad de Chile, pues si preservamos esta diversidad, preservamos la riqueza del país.

Por lo tanto, la política que me propongo desarrollar respecto de los pueblos originarios, es una política que tiene que nacer de lo más profundo del alma de Chile. No para hacer justicia con ellos, que también hay que hacer, sino para entender que preservar su cultura es lo que nos permite mantener una riqueza mayor como país.

Por eso, nuestra voluntad de reconocimiento y reparación hacia estos pueblos no debe confundirse con concesiones infinitas a pequeños grupos que alteran el orden público o vulneran el Estado de Derecho.

A tres días de iniciado mi gobierno, convoqué a la constitución del Grupo de Trabajo sobre Pueblos Indígenas, encargándole la elaboración de un Plan de Acción. Este Grupo de Trabajo, que logró una alta participación de todos los sectores, propuso un conjunto de iniciativas.

Mi gobierno llevará a cabo gran parte de esas propuestas, entre las que destaca una reforma constitucional para el reconocimiento de los pueblos indígenas y la creación de una Comisión de Verdad Histórica a partir de la cual comenzamos a trabajar en hacer justicia a sus demandas.

Ha llegado la hora de preocuparnos seriamente por aquellas iniciativas que ayuden a engrandecer el espíritu del pueblo de Chile, el tercer pilar. Para ello daremos un gran impulso a nuestra cultura, avanzaremos hacia una Constitución en armonía con el siglo 21 y promoveremos nuevas formas de participación ciudadana. Chile no tendrá éxito ni en el mundo global ni en la sociedad del conocimiento si no desarrolla su identidad, su creatividad y su sentido de equipo a través de la cultura y el deporte.

Hace unos días señalé nuestros principales lineamientos y compromisos en materia de creación y difusión cultural y de preservación del patrimonio nacional.

Al finalizar mi gobierno espero que en cada región exista la infraestructura adecuada para difundir nuestra creación artística. No quiero que continúen esos monumentos que intentaron construirse después del terremoto de Chillan y que están todavía inconclusos en esa ciudad y en Talca a través de teatros municipales que aún no se terminan.

Por ello vamos a definir una infraestructura cultural a lo largo del país, vamos a desarrollar un Programa Nacional de Juventud y Cultura, porque es allí, entre los jóvenes, donde están los Matta, los Neruda, los Arrau y las Mistral de este siglo XXI. Vamos a fomentar el deporte a lo largo y ancho del país, porque ahí están las figuras que nos llenarán de orgullo en el futuro.

Sé que hay sed de cultura y deporte en todo Chile. Alcaldes de Chile: abramos los parques al teatro, a la música, a la danza. Directores de escuelas: abramos los gimnasios a la comunidad después del horario escolar, utilicemos esos espacios en beneficio de todos. Rectores universitarios: organicemos conferencias, encuentros, charlas, semanas culturales. Entendamos que universidad es formar gente y abrir espacios a la cultura. Empresarios: pongamos capacidad organizativa, patrocinio, financiamiento en el deporte y la cultura. Así podremos alcanzar en este campo, en un esfuerzo colectivo de todos.

Por eso he puesto la cultura en el centro de las tareas de mi gobierno, porque creo que tan importante como el avance material en un mundo que se globaliza es entender que la cultura es la que nos afinca a las tradiciones permanentes de Chile. Porque quiero preservar la tradición de la cultura de Chile es que tenemos que preocuparnos ahora ante el desafío global que tenemos por delante.

Amigos y Amigas del Parlamento Chileno

Si queremos equiparar nuestro desarrollo económico con nuestro desarrollo humano, debemos enfrentar con madurez las reformas a la Constitución. A comienzos del tercer milenio, ya no se trata de una cuestión de poder, sino de sentido común y modernidad. Necesitamos un orden constitucional que nos interprete plenamente a todos.

La Constitución actual tiene 20 años. En este lapso ya ha sido modificada. Ha llegado la hora de someterla a una evaluación global para adecuarla a los tiempos de hoy y darle toda la legitimidad que requiere como norma jurídica superior del Estado.

Los chilenos saben que mi gobierno quiere avanzar en la supresión de los senadores designados y vitalicios y corregir el sistema binominal actual. También quiere perfeccionar el mecanismo de designación del Tribunal Constitucional, y transformar el Consejo de Seguridad Nacional en un órgano asesor del Presidente de la República en el ámbito de sus competencias.

Asimismo, queremos restituir las facultades presidenciales de nombramiento y remoción de los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y precisar el rol de garantes de ellas., en tanto todos los órganos públicos deben ser garantes de la institucionalidad en sus respectivos papeles.

Es urgente hacer más transparente y equitativo el sistema de financiamiento de las campañas electorales, para lo cual ya hemos enviado un proyecto de ley. Pronto tomaremos la iniciativa para tener una inscripción electoral automática y un voto voluntario. Es necesario también mejorar las facultades fiscalizadoras de la Cámara de Diputados.

Quiero dejar claro un punto que me parece central: considero estas reformas apenas como un paso para ponernos al día. Estas reformas son más bien las que hemos planteado a partir de la Carta actual, pero creo que pronto será necesario una reforma mucho más profunda, mucho más sustantiva para ver cómo tenemos una Carta para el Chile del siglo XXI.

Quisiera invitarlos a reflexionar sobre este tema e incorporar estas nuevas dimensiones a nuestro orden constitucional, cuando entramos a la sociedad del conocimiento que pone a nuestra disposición una tecnología que permite formas inéditas de participación ciudadana y una interacción más directa entre representantes y representados, cuando la más modesta de las leyes, en cada uno de los avances que se haga en el Parlamento, puede estar en internet y en la casa de cada uno de los ciudadanos que tengan interés en ello y puedan hacer sus propias propuestas, cómo entonces abordamos y ponemos al día nuestra Constitución a estos nuevos desafíos que se abren.

¿Habríamos pensado posible un régimen democrático, voto universal sino hubieran existido la imprenta y los diarios? Porque existió ese avance fue posible dar los pasos siguientes en un sistema democrático representativo como hoy lo entendemos. Pero ahora con estos otros avances no quisiera que nos quedáramos discutiendo estos temas, que tienen que ver más con lo que ocurrió ayer que con los que miramos al futuro.

Y por eso me gustaría, entonces que nuestros profesores de Derecho Constitucional, reconocidos entre los más brillantes del continente, nos indiquen en qué medida necesitaremos incorporar estas nuevas dimensiones a nuestro ordenamiento jurídico fundamental, para tener en [C]hile LA PRIMERA DEMOCRACIA CON EL SELLO DEL SIGLO 21 Y QUE EL DEBATE DE ESTOS TEMAS LOS HICIERAMOS A LA ALTURA DEL D[ES]AFÍO QUE TENEMOS COMO PAÍS Y NO QUEDAR SIM[P]LEMENTE EN EL DEBATE DE AQUELLOS TEMAS QUE TIENEN QUE VER CON LO QUE OCURRIÓ AYER Y NO CON EL DESAFÍO DE LO QUE QUEREMOS CONSTRUIR PARA MAÑANA.

Los chilenos somos el 0.3 por ciento de la población mundial. Somos un pequeño país, pero este pequeño país está profundamente implicado con lo que ocurre en la aldea global. El 50 por ciento de nuestra producción está vinculada con lo que ocurre en los mercados mundiales. Hay pocos países más integrados al mundo. Pero esta incorporación no puede ser sólo económica, y ella debe efectuarse a partir de nuestra propia identidad.

Esta nueva época requiere una inserción integral de nuestro país en un planeta cada vez más pequeño e interconectado. Nuestra política exterior y nuestra política de defensa deben orientarse a este objetivo. Chile ha definido una forma de integrarse al mundo. Estos dos elementos, la política externa y de defensa son herramientas esenciales para la forma en que lo haremos.

Históricamente hemos tenido una política exterior sustentada en ciertos principios permanentes: el apego al Derecho Internacional, la intangibilidad de los Tratados, solución pacífica de las controversias, respeto a la autodeterminación de los pueblos.

En los últimos años cabe agregar la adhesión irrestricta al orden mundial de los derechos humanos, y a los valores de la democracia, el desarrollo social, la equidad de género, el respeto a la diversidad étnica y cultural, la protección del medio ambiente, la apertura económica y el proceso científico y tecnológico.

Sin embargo, al definir nuestra política exterior para el siglo XXI, cómo incorporamos el hecho que por primera vez desde que somos país independiente, hay una sola gran potencia política y militar. Cómo incorporamos el hecho de que hay tres grandes bloques económicos y que si el 50% de nuestro producto depende de lo que ocurra fuera de nuestras fronteras, tenemos un orden internacional que está en proceso de rearticularse completamente. Por eso hemos dado prioridad a nuestras relaciones con América Latina y en especial a los países del Mercosur. Porque me parece esencial la política exterior, una vez que los países nacen a partir de su realidad regional.

En este mundo que se está articulando si no hablamos con una sola voz, no seremos oídos. Para hablar en este mundo y resolver donde se discuten las nuevas normas, quién las discute, cómo las discute, de qué carácter son en el orden económico y regulatorio internacional, en esta aldea global, quién va a fijar las normas, cómo nos incorporamos en ese debate, como el pequeño país que somos.

Este es un profundo desafío desde el punto de vista de nuestras relaciones internacionales y de nuestra política exterior. Está en la esencia de nuestro país, no es indiferente que otros nos digan cómo deben ser las normas medioambientales, los flujos internacionales de capital que van y vienen que pueden generar crisis como las que acabamos de superar, los acuerdos de Bretton Woods después de la Segunda Guerra, son ya historia.

Hoy día hay un nuevo debate, tenemos capacidad para participar en él o seremos simplemente meros espectadores.

Todos somos capaces de incorporarnos a esta realidad global ampliando nuestras políticas hacia América, hacia el Asia Pacífico y Europa avanzando en acuerdos de libre comercio y en ciertos ideales comunes.

Queremos sentarnos en la primera fila en el mundo que nace. Esto significa estar dispuestos a asumir responsabilidades en la construcción del orden mundial y regional. Por ello, profundizaremos nuestra participación en las tareas de seguridad globales, a través de la presencia en las Misiones de Paz que bajo el alero de Naciones Unidas actúan en diferentes regiones.

Mi gobierno continuará decididamente con la modernización de la Defensa Nacional, tras el permanente propósito de preservar la capacidad disuasiva del país.

Formularemos un proyecto de Ley Orgánica del Ministerio de la Defensa Nacional que proporcione un marco jurídico acorde con los cambios de la defensa propios del siglo que iniciamos.

Creo que debe ser a través del Presupuesto de la Nación que se regulen y asignen los recursos para nuestra defensa, sin perjuicio de contemplar partidas en el mediano y largo plazo para asegurar adquisiciones mayores y planes estratégicos que mantengan la excelencia operativa de nuestras Fuerzas Armadas.

Nos proponemos realizar una exhaustiva revisión del sistema de Servicio Militar Obligatorio, que recoja las expectativas de nuestra juventud y las necesidades de la Defensa Nacional, ambas cosas tienen que ser compatibles.

Es preservando y modernizando la capacidad disuasiva de Chile y realizando una política exterior activa y basada en principios, como nuestro país puede ser un actor relevante en este mundo que nace. Eso me parece que es esencial para las tareas que tenemos.

En el pasado nuestras instituciones armadas surgieron como un elemento consustancial al esfuerzo que se hacía para expandirnos y adentrarnos en un mundo como nación independiente, allá en la primera mitad del siglo XIX. Después, como lo dije en el Parlamento argentino, fue la búsqueda de nuestros países, del asentamiento territorial lo que llevó afirmar con tanta fuerza la defensa de nuestro territorio aquí y al otro lado de Los Andes.

Nuestras Fuerzas Armadas se prepararon para la hipótesis de conflicto, nuestras Fuerzas Armadas velaron por la defensa de nuestro territorio. Este Parlamento, el otro Parlamento más allá de Los Andes resolvieron las veinticuatro cuestiones pendientes de límites, a partir del Tratado de Paz y Amistad de 1984.

Hoy entonces, nuestras Fuerzas Armadas más que operar con la hipótesis de conflicto, operan a partir de un país que quiere adentrarse en un mundo que se hace complejo y difícil para nosotros. Como dijo uno de los señores comandantes en jefe, en una clase magistral los días pasados, si el Canal de Panamá por algún conflicto bélico se cerrara, el 40% las exportaciones de Chile no tendrían como llegar a destino.

Cómo preservamos en ese nivel, cómo actuamos en ese nivel. Aquí hay un desafío muy grande que tenemos que abordar desde el punto de vista de la política exterior y de nuestra política de defensa en función del interés superior del país, a través de sus empresarios, de sus trabajadores para ser capaces de competir en este mundo global.

Ese es el desafío principal que nos obliga a plantear una política de defensa y de relaciones exteriores diferente a la tuvimos en el siglo XX. Cuando hablo de una política en estas áreas para el siglo XXI, tiene que ver con el cambio fundamental que ha tenido la economía y la inserción de Chile en el mundo.

ESE ES EL DESAFÍO Y A ESO LOS QUIERO INVITAR.

Conciudadanos del Senado y la Cámara de Diputados. Chilenos y chilenas.

En el pasado hemos sufrido inmensos dolores como Nación, que comienzan a superarse lentamente. Secamos nuestras lágrimas, restañamos nuestras heridas, tratamos de enfrentarnos con la verdad aunque por momentos el sufrimiento fue muy fuerte.
Hemos aprendido a respetarnos. Y hemos tenido la sabiduría —y en muchos casos el coraje— para obtener del dolor un propósito común de paz social, progreso económico y estabilidad política.

Lo he dicho al iniciar este mensaje: el nuestro será el gobierno de las reformas.

Vamos a concluir las trascendentales reformas que se iniciaron en el gobierno anterior. La reforma judicial y educacional. Para construir la nueva época avanzaremos en otras siete grandes reformas.

UNO la reforma a la salud para tener un sistema que proteja los derechos y garantías de los pacientes;
DOS, vamos a reformar las políticas de acceso a las nuevas tecnologías de la información para entrar de lleno al mundo global;
TRES, vamos a llevar a término las reformas que modernicen el mundo del trabajo para avanzar en equidad y competitividad;
CUATRO, vamos a realizar una reforma fiscal para disponer de un horizonte de mayor progreso y estabilidad;
CINCO, vamos a proponer las reformas políticas que necesita una Nación para tener una Constitución en armonía con los requerimientos del siglo XXI;
SEIS, vamos a emprender una reforma integral del Estado, incluyendo una mayor descentralización para regiones y comunas;
SIETE, les propongo realizar una gran reforma de las ciudades para mejorar la integración y la convivencia de las mismas.

Estoy seguro que, juntos, podremos sacar adelante las reformas que debemos emprender para entrar la fuerza indispensable a este nuevo siglo, ampliando los derechos de todos y cada uno de nuestros compatriotas. Es mi deseo trabajar estrecha y lealmente con el Congreso Nacional en esta dirección. Demando y pido el apoyo de todos los sectores.

Estoy optimista. Veo una disposición nueva al cambio y a la reforma. Un espíritu de colaboración pese a ciertas turbulencias que son pasajeras. Veo el deseo de aprovechar el momento que vivimos.

Hoy los quiero alentar. No temamos actuar. No temamos confiar. No temamos a este nuevo desafío. No temamos a construir juntos nuestra felicidad como Nación.

Yo los invito.
¡No temamos a la grandeza!

El 2010, Chile será un país grande de gente libre como lo soñaron los Padres de la Patria. A eso los invito conciudadanos del Senado y de la Cámara.

Muchas Gracias.