Mensaje de Barack Obama (11 de junio de 2013)
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Buenos días a todos. Bienvenidos a la Casa Blanca. Es un verdadero gusto tener aquí en el día de hoy a tantos distinguidos estadounidenses de tantos diferentes sectores. Tenemos Demócratas y Republicanos, líderes laborales y empresariales; agentes de cumplimiento del orden y líderes religiosos; es decir, estadounidenses que no están completamente de acuerdo entre ellos sobre todos los asuntos, pero que están uniendo fuerzas para apoyar la legislación que está en el centro de la atención del Congreso esta semana, que es un proyecto de ley bipartidista para arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona.
Ahora bien, antes de que yo comience, démosle a Tolu otro fuerte aplauso. Requiere mucho valor hacer lo que hizo Tolu: salir de las sombras y compartir su historia, con la esperanza de que, a pesar de los riesgos, ella podría marcar una diferencia. Pero eso es lo que Tolu y tantos otros “Dreamers” han hecho. Ellos les han dado un rostro a los indocumentados. Ellos han inspirado un movimiento que se ha esparcido a través de los Estados Unidos. Y, con cada paso, ellos nos han recordado, una y otra vez, de qué se trata este debate.
Somos una nación de inmigrantes. Y, a través de nuestra historia, la promesa que hemos encontrado en los que proceden de todos los rincones del mundo siempre ha sido una de nuestras mayores fortalezas. Ha mantenido a nuestra fuerza laboral vibrante y dinámica. Ha mantenido a nuestros negocios a la vanguardia. Y ha ayudado a construir el más extraordinario motor económico que el mundo haya conocido en la vida.
Todo eso continúa siendo cierto en la actualidad. En años recientes, uno de cada cuatro dueños de nuevas pequeñas empresas era inmigrante. Una de cada cuatro empresas de alta tecnología en fase de arranque en los Estados Unidos fue fundada por inmigrantes. El cuarenta por ciento de las compañías de la lista de empresas de Fortune 500 fue creado por un estadounidense de primera o segunda generación. Así es que la inmigración no solo es parte de nuestro carácter nacional, sino que es una fuerza impulsora de nuestra economía, que crea empleos y prosperidad para todos nuestros habitantes.
Sin embargo, he aquí el asunto: durante las últimas dos décadas, nuestro sistema de inmigración no se ha mantenido al día con las épocas cambiantes, ni se ha mantenido fiel a los valores atesorados.
Ahora mismo, nuestro sistema de inmigración invita a lo mejor y más destacado de todas partes del mundo para que venga aquí a estudiar en nuestras mejores universidades. Pero, una vez que ellos terminan sus estudios, una vez que ellos obtienen la capacitación que necesitan para crear una nueva invención o para crear un nuevo negocio, con frecuencia nuestro sistema los devuelve a sus países, de manera que esos otros países pueden disfrutar de los beneficios, es decir, los nuevos empleos, los nuevos negocios, las nuevas industrias. Eso no es sensato. Pero es el sistema descompuesto que tenemos actualmente.
Ahora mismo, nuestro sistema de inmigración mantiene separadas a las familias durante varios años. Debido a un retraso en el proceso para obtener visados, la gente que viene aquí legalmente y que está lista para hacer su mejor esfuerzo para ganarse su lugar en los Estados Unidos acaba por tener que esperar varios años para poder reunirse con sus seres queridos. Eso no está bien. Pero es el sistema descompuesto que tenemos actualmente.
Ahora mismo, nuestro sistema de inmigración no tiene una manera creíble de manejar a los 11 millones de hombres y mujeres que están ilegalmente en este país. Efectivamente, ellos quebraron las reglas. Ellos no esperaron su turno. Y no debe perdonárseles fácilmente, ni permitírseles que se aprovechen del sistema.
Pero, al mismo tiempo, la inmensa mayoría de esas personas no está buscando meterse en problemas, sino que simplemente está interesada en mantener a sus familias y contribuir a sus comunidades. Y mayormente se ven forzados a hacerlo en una economía en las sombras en la que empleadores sin escrúpulos pueden explotarlos y pagarles menos del salario mínimo o hacerlos trabajar horas extra sin paga extra. Y eso es malo para todos. Puesto que eso pone en desventaja a todos los negocios que sí se rigen por las reglas, los que contratan gente legalmente y le pagan justamente. E igualmente pone en desventaja a los trabajadores estadounidenses. Eso no es justo. Pero es el sistema descompuesto que tenemos actualmente.
Ahora bien, durante estos últimos cuatro años, hemos tratado de remediar algunas de las peores fisuras en el sistema. Le hemos dado mayor prioridad a la seguridad de la frontera. Y, actualmente, tenemos el doble de los agentes de patrulla fronteriza que teníamos en 2004. Tenemos más agentes en tierra a lo largo de nuestra frontera sur que en ningún momento en la historia de nuestra nación. Y, en parte, con el uso más eficaz de la tecnología, actualmente los cruces ilegales están en su nivel más bajo en muchas décadas.
Concentramos los esfuerzos de cumplimiento en los delincuentes que están aquí ilegalmente y que ponen en peligro a nuestras comunidades. Y, actualmente, la deportación de delincuentes está en su nivel más alto en la historia.
Y asumimos la causa de los “Dreamers”, que son los jóvenes que fueron traídos a este país siendo niños. Dijimos que, si ustedes pueden satisfacer ciertos criterios, tales como obtener una educación superior, entonces nosotros consideraríamos ofrecerles la oportunidad de salir de las sombra de manera que puedan continuar trabajando aquí y estudiando aquí, y contribuir legalmente a nuestras comunidades.
Así es que hemos hecho lo que podemos por cuenta propia. Yo sé que tenemos aquí hoy a miembros de mi Administración que han hecho una labor extraordinaria durante estos últimos años. Pero para realmente hacerle frente a este asunto, el Congreso tiene que tomar acción. Y ha llegado el momento de hacerlo.
Esta semana, el Senado considerará un proyecto de ley bipartidista de sentido común que es la mejor oportunidad que hemos tenido en años de arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona. Este continuará reforzando nuestras fronteras. Se cerciorará de que los negocios y los trabajadores se rijan por el mismo conjunto de reglas, e incluye sanciones fuertes para los que no lo hagan. Es justo para las familias de clase media, al cerciorarse de que los que sean incluidos en el sistema paguen lo que les corresponde justamente pagar en impuestos y por concepto de servicios. Y es justo para los que traten de inmigrar legalmente al detener a los que intenten pasar por alto la fila. Es lo que debe hacerse justamente.
Este proyecto de ley no es perfecto. Es un acuerdo conciliatorio. Y, a futuro, nadie conseguirá todo lo que quiere, ni los Demócratas, ni los Republicanos, ni yo. Pero sí es un proyecto de ley que mayormente guarda consistencia con los principios que yo, y la gente aquí en el estrado, hemos planteado para una reforma de sentido común.
Primeramente, este proyecto de ley hace el mayor compromiso a la seguridad de las fronteras en la historia de nuestra nación. Destina otros $6.5 mil millones, en adición a lo que ya estamos gastando, a tener una seguridad mayor y más acertada a lo largo de nuestras fronteras. Aumenta las sanciones penales para los contrabandistas y traficantes. Y le provee a todo empleador una manera confiable de verificar que toda persona que contrate está aquí legalmente. Y hace que los empleadores tengan que rendir más cuentas si ellos contratan trabajadores indocumentados a sabiendas.
Yo sé que ahora mismo se comenta sobre asegurar nuestra frontera. Así es que les repito: hoy, los cruces ilegales están cerca de su nivel más bajo en varias décadas. Y, si se aprueba, el proyecto de ley del Senado implementaría el plan de cumplimiento más estricto en la frontera que jamás se haya visto en los Estados Unidos.
Segundo, este proyecto de ley proveería un camino para ganarse la ciudadanía a los 11 millones de personas que están ilegalmente en este país; un camino que incluye pasar una verificación de antecedentes, aprender inglés, pagar impuestos y pagar una multa, y entonces ponerse al final de la fila detrás de todo aquel que esté haciendo lo correcto y esté intentando venir aquí legalmente.
Esto no será un proceso rápido. Tomará al menos 13 años para que la inmensa mayoría de estas personas pueda siquiera solicitar la ciudadanía. Pero es la única manera que podemos cerciorarnos de que todo el que está aquí se rija por las mismas reglas que las familias de clase media, que significa pagar impuestos y obtener su propio seguro de salud. Por eso es que, para que la reforma migratoria funcione, debe quedar claro desde el principio que existe un camino a la ciudadanía. La mayoría de los estadounidenses apoya esa idea.
Tercero, este proyecto de ley modernizaría el sistema legal de inmigración de manera que, al mismo tiempo que capacitamos a los trabajadores estadounidenses para los empleos del mañana, también estamos atrayendo a empresarios e ingenieros sumamente capacitados de alrededor del mundo que fomentarán nuestra economía. Y este proyecto de ley ayuda que la gente no tenga que esperar años para que sus seres queridos puedan reunirse con ellos en los Estados Unidos.
Eso es lo que contiene la reforma migratoria. Un cumplimiento más sensato. Un camino a ganarse la ciudadanía. Mejoras al sistema de inmigración legal. Todos son pasos de sentido común. Todos tienen el apoyo bipartidista. Así es que no hay motivo por el que el Congreso no pueda lograr completarlo para finales del verano.
Tengan presente que el proceso que dio lugar a este proyecto de ley fue abierto e incluyente. Durante meses, el bipartidista ‘Grupo de Ocho’ analizó cada uno de los asuntos. Conciliaron ideas opuestas. Y crearon un acuerdo conciliatorio que funciona.
Entonces el Comité Judicial sostuvo numerosas audiencias. Se añadieron más de cien enmiendas y la mayoría tuvieron apoyo bipartidista. Y, según pasan los días, más y más Republicanos y Demócratas están manifestando su apoyo a este proyecto de ley de reforma migratoria de sentido común.
Estoy seguro de que el proyecto de ley cambiará un poco en las próximas semanas. Sin embargo, esto sí está claro: si ustedes creen honestamente que tenemos que arreglar nuestro sistema de inmigración que no funciona, no hay motivo alguno para impedirlo. No hay motivo alguno para entrar en juegos de procedimiento, ni para plantear obstrucciones, solo para impedir la mejor oportunidad que hemos tenido en varias años de hacerle frente a este problema de una manera que sea justa para las familias de clase media, para los dueños de negocios, y para los inmigrantes legales.
Y, por cierto, tampoco hay razón alguna para darle marcha a atrás al progreso que ya hemos logrado; especialmente en lo que respecta a medidas extremas como despojar a los “Dreamers” de sus protecciones y solicitarles a los agentes de cumplimiento del orden que los traten de la misma manera en que se trataría a los delincuentes violentos. Eso no representa quiénes somos. Le debemos a los Estados Unidos actuar de mejor manera.
Se lo debemos a los “Dreamers.” Se lo debemos a jóvenes como Diego Sánchez, que está aquí con nosotros hoy. Diego vino aquí procedente de Argentina con sus padres cuando era solo un niño. Durante su niñez y adolescencia, los Estados Unidos eran su patria. Él estudió aquí. Él hizo amigos aquí. Él creó su vida aquí. Pregúntenle a Diego, y él les dirá que se siente americano en todo respecto. Y lo es, excepto en uno: en papel.
En la escuela secundaria, Diego supo que era indocumentado. Él había hecho todo de la manera correcta; nunca se metió en problemas; se destacó en la clase; contribuyó a su comunidad y, de repente, se encontró viviendo atemorizado de la deportación. Él observó a sus compañeros obtener su licencia de conducir, sabiendo que eso era imposible en su caso. También los observó conseguir empleos, sabiendo que esto también era imposible para él.
Cuando Diego supo que íbamos a ofrecerle la oportunidad a gente como él de salir de las sombras, él fue y inscribió. Nos dijo que todo lo que deseaba era la oportunidad de “vivir una vida normal” y “contribuir al país que amo”.
Este año, Diego fue aprobado para la acción diferida. Hace algunas semanas, se graduó de la Universidad de St. Thomas, donde fue presidente del alumnado y recibió la distinción de ‘estudiante del año’. Y ahora se ha fijado una meta más ambiciosa: obtener una maestría y después estudiar derecho, de manera que pueda tener una carrera en la política pública para contribuir a moldear el futuro de los Estados Unidos.
En las próximas semanas, los opositores de la reforma migratoria intentarán azuzar el temor, crear la división, y correr los mismos antiguos rumores y falsedades que ya hemos escuchado. Pero, cuando eso suceda, les pido que se acuerden de la gente como Tolu y Diego. Acuérdense de sus propios padres, y abuelos, y bisabuelos. Acuérdense de todos los hombres y mujeres y niños que todo lo que desean es la oportunidad de ganarse el camino para ser parte de la historia americana.
Y, si ustedes están dispuestos a apoyarlos, si están dispuestos a apoyarnos a nosotros, entonces este es el momento de que se escuche la voz de ustedes. Este es el momento de llamar o enviarle un correo electrónico o un tuit a su Senador y decirle que no posponga más este problema. Díganles que unan fuerzas, que colaboren entre sí, y que hagan su labor, no solo para arreglar un sistema de inmigración que no funciona de una vez y para siempre, sino para dejarles algo mejor a las generaciones futuras.
Muchas gracias. Que Dios los bendiga. Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.
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