Morendo
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Hermosa, ya tus pupilas que soles radiantes fueron, perdiendo van sus fulgores, su viveza van perdiendo; tu provocativa boca, trono del amor y el beso, palidece, y huyen de ella la gracia, el clavel y el fuego; ya en la cascada de oro de tus brillantes cabellos, algunos rayos de luna aparecen indiscretos, y en tu nacarada frente de nítido terciopelo, un hada un surco ha trazado con su alabastrino dedo; las flores de tu semblante se han marchitado y deshecho, y las flores de tu alma, hermosa, también han muerto.