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Motivos de Proteo: 050

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XLVIII
L


XLIX - Ocasión preñada de destinos.

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Trae la corriente de la vida una ocasión tan preñada de destinos; un movimiento tan unánime y conforme de los resortes y energías de nuestro ser, que cuanto encierra el alma en germen o potencia suele pasar entonces al acto, de modo que, desde ese instante, la personalidad queda firmemente contorneada y en la vía de su desenvolvimiento seguro.

Todo el hervor tumultuoso de nuestras pasiones adquiere ritmo y ley si se las refiere a un principio; toda su diversidad cabe en un centro; toda su fuerza se supedita a un móvil único, cuya comprensión sutil implica la de los corazones y las voluntades, aun los más diferentes, y aun en lo más prolijo y lo más hondo; a la manera como, sabido el secreto del abecedario, toda cosa escrita declara incontinente su sentido: historia o conseja, libelo u oración... ¿Y cuál ha de ser este principio, y centro, y soberano móvil de nuestra sensibilidad, sino aquel poder primigenio que, en el albor de cuanto es, aparece meciendo en las tinieblas del caos los elementos de los orbes, y en la raíz de cuanto pasa asiste como impulso inexhausto de apetencia y acción, y en el fondo de cuanto se imagina prevalece como foco perenne de interés y belleza; y más que obra ni instrumento de Dios, es uno con Dios; y siendo fuente de la vida, aun con la muerte mantiene aquellas simpatías misteriosas que hicieron que una idea inmortal los hermanase?... ¿Quién ha de ser sino aquel fuerte, diestro, antiguo y famosísimo señor, de que habló, con la fervorosidad de los comensales del Convite, León Hebreo? ¿Quién ha de ser sino el amor?...