Nacimiento de España

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Poemas sueltos, IV
Nacimiento de España​
 de Miguel Hernández

Como una piel de toro
peninsular, sonora,
como un radiante puño
que dilatara el tiempo,
dio sobre el mar y el agua
se sintió más hermosa.
Su piel quedó extendiendo
su exaltada frontera
fósil, y devorando
ascuas, luz de siempres.

Fue el sol: la sed profunda
del sol por la hermosura.
El sol fue desprendiéndose
de su mejor pedazo,
de su carne más íntima
y la trajo a sus pies.

Y aquí trajo el mercurio
sus temblores extraños,
y aquí el zinc y aquí el plomo
desplegaron sus aves
de vuelo sumergido,
y el acero y el bronce
su masculino ceño.

Aquí hizo nido el trueno
y el pedernal y el mármol.
La vida mineral
vio esconderse el carbón
en su cuerpo crispado,
y el caballo y el toro
la juventud más brava
despertaron al duelo
de los cuerpos aquí.

España, España, España,
carne, solar materia.

Halló la agricultura
su cuerpo más poroso
en ti, y halló en seguida
la patria del naranjo
y el centro del olivo.

Eres toda de sol.
Te empuja la alegría,
te detiene en la muerte,
en el trigo, en la pena,
y todo en ti es de vida,
de solares cumplidos.
El día es tu riqueza.