Naturaleza
Nota: se ha conservado la ortografía original.
La solemne quietud de un anochecer primaveral impresiona hondamente el alma del poeta belga Fernando Severin (nacido en 1867), haciéndole sentir vivos deseos de gozar la calma y el olvido de la Naturaleza.
NATURALEZA
L
ENTA, la tarde avanza: momento hermoso, grave.Triste y dulce, dos notas da el cuco al aire suave;
Dos notas: primavera les da su languidez,
Y los pinos, rozados por la brisa, tal vez
Tiemblan con un rumor de mar lejano, hirviente.
Lo demás, todo calla.
Yo camino, doliente
Van cayendo en mi senda sombras crepusculares
Mientras, despacio, sigo sus vueltas familiares.
Pronto su soledad, su calma, tal virtud
Tienen, que siento cómo se funde mi inquietud
En la profunda paz del lugar apartado.
En oriente la noche con un velo azulado
Cubre las sinuosas, las esbeltas colinas
Que sus contornos alzan allá, en hilera, finas;
Y la capa de bosques de su cumbre distante
Casi se transparenta bajo el cendal flotante.
Todo aparece vago. La ideal y divina
Forma de todo, menos se ve que se adivina,
Y los ojos se aplacen en tanta suavidad
De cosas, que vivimos en mágica hermandad
Con los seres, felices entre todos, sin alma,
Felices porque tienen el olvido y la calma
Que anhela nuestro espíritu, todo desolación:
Y a las cosas del mundo diviniza ese don.
Más que nunca en la quieta noche primaveral
Que hechiza el horizonte, la selva, el matorral,
El alma obscura del paraje me anonada,
Y en una turbación inefable y sagrada
Siento de embriagadores deseos el latir
Potente: ¡No pensar!... ¡No querer!...
¡No existir!...