Naufragios/30

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[ fol. xlj. ]

Capitulo treynta :
de como se mudo la costumbre de rescebirnos.

D

Esde aqui ovo otra manera de rescebirnos en quanto toca al saquearse : porque los que salian de los caminos a traernos alguna cosa a los que con nosotros venian no los robavan : mas despues de entrados en sus casas ellos mismos nos ofrescian quanto tenian, y las casas con ello : nosotros las davamos a los principales para que entre ellos las partiessen : y siempre los que quedavan despojados nos seguian, de donde crescia mucha gente para satisfazerse de sa perdida : y dezianles que se guardassen y no escondiessen cosa alguna de quantas tenian, porque no podia ser sin que nosotros lo supiessemos, y hariamos luego que todos muriessen porque el sol nos lo dezia. Tan grandes eran los temores que les ponian que los primeros dias que con nosotros estavan nunca estavan sino temblando, y sin osar hablar ni alçar los ojos al cielo. Estos nos guiaron por mas de cinquenta leguas de despoblado de muy asperas sierras : y por ser tan secas no avia caça en ellas, y por esto passamos mucha hambre : y al cabo un rio muy grande, que el agua nos dava hasta los pechos : y desde aqui nos començo mucha de la gente que trayamos a adolescer, de la mucha hambre y trabajo que por aquellas sierras avian passado, que por extremo eran agras y trabajosas. Estos [ fol. xlij. ]mismos nos llevaron a unos llanos al cabo de las sierras donde venian a rescebirnos de muy lexos de alli : y nos rescibieron como los passados, y dieron tanta hazienda a los que con nosotros venian, que por no poderla llevar dexaron la mitad y diximos a los indios que lo avian dado que lo tornassen a tomar, y lo llevassen porque no quedasse alli perdido. Y respondieron que en ninguna manera lo harian, porque no era su costumbre despues de aver una vez ofrescido tornarlo a tomar y assi no lo teniendo en nada lo dexaron todo perder. A estos diximos que queriamos yr a la puesta del sol, y ellos respondieron nos, que por alli estava la gente muy lexos. Y nosotros les mandavamos que embiassen a hazerles saber como nosotros yvamos alla, y desto se escusaron lo mejor que ellos podian : porque ellos eran sus enemigos y no querian que fuessemos a ellos, mas no osaron hazer otra cosa. Y assi embiaron dos mugeres una suya, y otra que ellos tenian captiva : y embiaron estas porque las mugeres pueden contratar aun que aya guerra. Y nosotros las seguimos, y paramos en un lugar donde estava concertado que las esperassemos, mas ellas tardaron cinco dias : y los indios dezian que no devian de hallar gente. Diximos les que nos llevassen hazia el norte : respondieron de la misma manera, diziendo que por alli no avia gente sino muy lexos : y que no avia que comer ni se hallava agua. Y con todo esto nosotros porfiamos, y diximos que por alli queriamos yr : y ellos toda via se escusavan de la mejor manera que podian : y por esto nos enojamos : y yo me sali una noche a dormir en el campo apartado dellos, mas luego fueron donde yo estava : y toda la noche estuvieron sin dormir y con mucho miedo, y hablandome, y diziendome, quan atemorizados estavan rogandonos que no estuviessemos mas enojados : y que aun que ellos supiessen morir en el camino nos llevarian por donde nosotros quisiessemos yr. Y como nosotros toda via fingiamos estar enojados : y porque su miedo no se quitasse suscedio una cosa estraña : y fue : que este dia mesmo adolescieron muchos dellos : y otro dia siguiente murieron ocho hombres. Por toda la tierra dondesto se supo hovieron tanto miedo de nosotros que parescia en vernos que de temor avian de morir. Rogaronnos que no estuviessemos enojados ni quisiessemos que mas dellos muriessen : y tenian por muy cierto que nosotros los matavamos con solamente quererlo. Y a la verdad nosotros rescebiamos tanta pena desto que no podia ser mayor : porque allende de ver los que morian, temiamos que no muriessen todos o nos dexassen solos de miedo : y todas las otras gentes de ay adelante hiziessen lo mismo viendo lo que a estos avia acontescido. Rogamos a dios nuestro señor que lo remediasse : y ansi començaron a sanar todos aquellos que avian enfermado. Y vimos una cosa que fue de grande admiracion, que los padres y hermanos y mugeres de los que murieron, de verlos en aquel estado tenian gran pena, y despues de muertos ningun sentimiento hizieron : ni los vimos llorar ni hablar unos con otros : ni hazer otra ninguna muestra : ni osavan llegar a ellos hasta que nosotros los mandavamos llevar a enterrar. Y mas de quinze dias que con aquellos estuvimos a ninguno vimos hablar uno con otro : ni los vimos reyr ni llorar a ninguna criatura, antes porque una lloro la llevaron muy lexos de alli : y con unos dientes de raton agudos la sajaron desde los hombros hasta casi todas las piernas. E yo viendo esta crueldad, y enojado dello les pregunte que por que lo hazian : y respondieron que para castigarla porque avia llorado delante de mi. Todos estos temores que ellos tenian ponian a todos los otros que nuevamente venian a conoscernos, a fin que nos diessen todo quanto tenian porque sabian que nosotros no tomavamos nada y lo aviamos de dar todo a ellos. Esta fue la mas obediente gente que hallamos por esta tierra y de mejor condicion : y comunmente son muy dispuestos. Convalescidos los dolientes, y ya que avia tres dias que estavamos alli, llegaron las mugeres que aviamos [ fol. xliij. ]embiado diziendo que avian hallado muy poca gente : y que todos avian ydo a las vacas que era en tiempo dellas. Y mandamos a los que avian estado enfermos que se quedassen, y los que estuviessen buenos fuessen con nosotros : y que dos jornadas de alli aquellas mismas dos mugeres yrian con dos de nosotros a sacar gente y traerla al camino, para que nos rescibiessen : y con esto otro dia de mañana todos los que mas rezios estavan partieron con nosotros : y a tres jornadas paramos : y el siguiente dia partio Alonso del Castillo con Estevanico el negro llevando por guia las dos mugeres :

y la que dellas era captiva los llevo a un rio que corria entre unas sierras, donde estava un pueblo en que su padre vivia : y estas fueron las primeras casas que vimos que tuviessen parescer y manera dello. Aqui llegaron Castillo y Estevanico : y despues de aver hablado con los indios, a cabo de tres dias vino Castillo a donde nos avia dexado : y traxo cinco o seys de aquellos indios : y dixo como avia hallado casas de gente y de assiento : y que aquella gente comia frisoles y calabaças : y que avia visto maiz. Esta fue la cosa del mundo que mas nos alegro, y por ello dimos infinitas gracias a nuestro señor. Y dixo que el negro vernia con toda la gente de las casas a esperar al camino cerca de alli. Y por esta causa partimos, y andada legua y media topamos con el negro y la gente que venian a rescebirnos, y nos dieron frisoles y muchas calabaças para comer y para traer agua, y mantas de vacas y otras cosas. Y como estas gentes y las que con nosotros venian eran enemigos y no se entendian partimonos de los primeros, dandoles lo que nos avian dado : y fuimonos con estos : y a seys leguas de alli ya que venia la noche llegamos a sus casas donde hizieron muchas fiestas con nosotros. Aqui estuvimos un dia, y el siguiente nos partimos y llevamos los con nosotros a otras casas de assiento donde comian lo mismo que ellos. Y de ay adelante ovo otro nuevo uso, que los que sabian de nuestra yda, no salian a rescebirnos a los caminos como los otros hazian, antes los hallavamos en sus casas, y tenian hechas otras para nosotros : y estavan todos assentados y todos tenian bueltas las caras hazia la pared y las cabeças baxas, y los cabellos puestos delante de los ojos : y su hazienda puesta en monton en medio de la casa. Y de aqui adelante començaron a darnos muchas mantas de cueros : y no tenian cosa que no nos diessen. Es la gente de mejores cuerpos que vimos, y de mayor viveza y habilidad y que mejor nos entendian y respondian en lo que preguntavamos : y llamamos los de las vacas, porque la mayor parte que dellas mueren es cerca de alli : y por aquel rio arriba mas de cinquenta leguas van matando muchas dellas. Esta gente andan del todo desnudos a la manera de los primeros que hallamos. Las mugeres andan cubiertas con unos cueros de venado, y algunos pocos de hombres, señaladamente los que son viejos que no sirven para la guerra. Es tierra muy poblada. Preguntamos les como no sembravan maiz : respondieronnos que lo hazian por no perder lo que sembrassen : porque dos años arreo les avian faltado las aguas : y avia sido el tiempo tan seco que a todos les avian perdido los maizes los topos : y que no osarian tornar a sembrar sin que primero oviesse llovido mucho : y rogavan nos que dixessemos al cielo que lloviesse y se lo rogassemos : y nosotros se lo prometimos de hazerlo ansi. Tambien nosotros quesimos saber de donde avian traydo aquel maiz : y ellos nos dixeron que de dondel sol se ponia : y que lo avia por toda aquella tierra, mas que lo mas cerca de alli era por aquel camino. Preguntamos les por donde yriamos bien, y que nos informasen del camino porque no querian yr alla. Dixeronnos que el camino era por aquel rio arriba hazia el norte, y que en diez y siete jornadas no hallariamos otra cosa ninguna que comer sino una fruta que llaman Chacan y que la machucan entre unas piedras : si aun despues de hecha esta diligencia no se puede comer de aspera y seca : y assi era la verdad, porque alli nos lo mostraron y no lo podimos comer. Y [ fol. xliiij. ]dixeron nos tambien que entretanto que nosotros fuessemos por el rio arriba yriamos siempre por gente que eran sus enemigos y hablavan su misma lengua y que no tenian que darnos cosa a comer, mas que nos rescibirian de muy buena voluntad : y que nos darian muchas mantas de algodon y cueros y otras cosas de las que ellos tenian : mas que toda via les parescia que en ninguna manera no deviamos tomar aquel camino. Dubdando lo que hariamos y qual camino tomariamos que mas a nuestro proposito y provecho fuesse. Nosotros nos detuvimos con ellos dos dias. Davan nos a comer frisoles y calabaças : la manera de cozerlas es tan nueva, que por ser tal yo la quise aqui poner para que se vea y se conozca quan diversos y estraños son los ingenios y industrias de los hombres humanos. Ellos no alcançan ollas, y para cozer lo que ellos quieren comer hinchen media calabaça grande de agua y en el fuego echan muchas piedras de las que mas facilmente ellos pueden encender, y toman el fuego : y quando veen que estan ardiendo, tomanlas con unas tenazae de palo, y echanlas en aquella agua que esta en la calabaça hasta que la hazen hervir con el fuego que las piedras llevan : y quando veen que el agua hierve echan en ella lo que han de cozer : y en todo este tiempo no hazen sino sacar unas piedras y echar otras ardiendo para que el agua hierva para cozer lo que quieren, y assi lo cuezen.