Ni en este monte, este aire, ni este río
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Ni en este monte, este aire, ni este río corre fiera, vuela ave, pece nada, de quien con atención no sea escuchada la triste voz del triste llanto mío; y aunque en la fuerza sea, del estío, al viento mi querella encomendada, cuando a cada cual dellos más le agrada fresca cueva, árbol verde, arroyo frío, a compasión movidos de mi llanto, dejan la sombra, el ramo, y la hondura, cual ya por escuchar el dulce canto de aquel que, de Estrimón en la espesura, los suspendía cien mil veces. ¡Tanto puede mi mal, y pudo su dulzura!