Noche serena en el mar
A que admires extático conmigo
de estiva noche la beldad extraña,
con presta planta sube
al techo de la nave, dulce amigo:
en la mitad del cielo, que no empaña
la más delgada transparente nube,
brilla la blanca luna,
y en la mar que parece ancha laguna,
por sosegada y lisa,
mayor su rostro copia; fresca brisa
roza apenas la faz, pura y suave,
como el húmedo aliento de la noche;
ondas divide la sonante nave
con ruedas que alzan espumosa nieve,
como marino gigantesco coche
que sin caballos por el mar se mueve.
Al ver tan s o mar y firmamento
que limitan a vista por do quiera,
¿no sientes dilatarse tu alma, dime,
y henchirse del profundo sentimiento
que engendran lo infinito y lo sublime?
¿De tu pocho no huyó la pena fiera
con que tu corazón en tierra gime?
de nuestra móvil casa de madera,
apenas el vaivén la planta siente:
¡Tan rauda a un tiempo y blanda
sobre las olas adormidas anda!
Aquí pues, platicando suavemente,
nos halle el nuevo día
en dulce compañía,
que a desdeñar del sueño
el reposo halagüeño
la noche nos convida,
por mirar su hermosura esclarecida;
y aún ser puede que en noche tan serena,
según relatan los parleros viejos
marineros, oigamos a lo lejos
el canto dilatado en el espacio
de la dulce Sirena,
que del divino son con la cadena
llevar nos quiera a su húmedo palacio.
(1858)