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Nocturno 1 (Silva)

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Nocturno
de José Asunción Silva


Oh dulce niña pálida, que como un montón de oro 
de tu inocencia cándida conservas el tesoro; 
a quien los más audaces, en locos devaneos 
jamás se han acercado con carnales deseos; 
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas 
en tus ojos velados por sedosas pestañas, 
y en cuyos dulces labios -abiertos sólo al rezo- 
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso... 
Dime quedo, en secreto, al oído, muy paso, 
con esa voz que tiene suavidades de raso: 
si entrevieras en sueños a aquél con quien tú sueñas 
tras las horas de baile rápidas y risueñas, 
y sintieras sus labios anidarse en tu boca 
y recorrer tu cuerpo, y en su lascivia loca 
besar todos sus pliegues de tibio aroma llenos 
y las rígidas puntas rosadas de tus senos; 
si en los locos, ardientes y profundos abrazos 
agonizar soñaras de placer en sus brazos, 
por aquel de quien eres todas las alegrías, 
¡oh dulce niña pálida!, di, ¿te resistirías?...