Notas etimológicas a "El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha"
- Abencerraje.
«De suerte que cuando el labrador le volvió á preguntar que cómo estaba y qué sentia, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerrage respondió á Rodrigo de Narvaez.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. V.
Compónese de las voces arábigas, ابن السراج Aben as-Serrách, el hijo del sillero (del que hace sillas de caballo ó mula).
Al referir Hernando de Baeza los asesinatos cometidos por Muley Hacén en los caballeros principales del reino de Granada, dice: «Entre los cuales..... fueron ciertos caballeros de los que dezian aben çarrajes, que quiere dezir los hijos del sillero, los quales eran naturales de allende y auian pasado en esta tierra con deseo de morir peleando con los cristianos.» Véanse Hern. de Baeza, Crónica, y Müller, Die letzen zeiten von Granada.
Que el valor que damos á la voz abencerraje es exacto, lo declara Mármol Carvajal en el siguiente pasaje de su descripción de Fez: «Esta calle llaman Uxein, y adelante de ella está otra en que ay mas de ochenta tiendas, llamada Cerragin, donde se hazen las cubiertas de las sillas ginetas de aquel preciado cordouan Marroquí, cosidas con mucha policia.» Véase Descr. gen. de Africa, II, lib. IV, cap. XXII.
Los abencerrajes, como los gomeres, que tanto figuran en los últimos tiempos de los nazaritas, eran entre los suyos conocidos por el nombre de Voluntarios de la Fe.
- Adahala
«..... porque yo sacaré de adahala antes de entrar en la batalla.....» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítulo XXXI.
La etimología arábiga que da la Academia de la Lengua á este vocablo, no tiene fundamento. Tampoco lo tiene su definición en lo que se refiere al arrendamiento. La adahala ó adehala, como se dice vulgarmente, no se da de gracia sobre el precio del arriendo, sino que forma parte de éste, y, como él, es exigible al labrador. La diferencia entre el precio del arrendamiento y la adehala consiste en que aquél se paga en dinero el 15 de Agosto, fecha en que, terminado el año agrícola, satisfacen los labradores las rentas, y la adehala, complemento de ellas, se paga en especie en vísperas de la Pascua de Navidad.
Tal es el carácter que tienen los arrendamientos en la vega de Granada desde tiempo de moros, como resulta del Libro de habices de las mezquitas de aquella ciudad (Ms. del Arch. de la Catedral), cuyos bienes pasaron á ser propiedad de las iglesias que se erigieron por los Reyes Católicos en la espléndida metrópoli del reino de los nazaritas. Es de advertir que en aquella época la adehala se pagaba en los arrendamientos de predios rústicos y urbanos, si bien en nuestros días se halla limitada á los primeros.
Sobre la etimología de adehala, véase mi Glos. etim.
- Adunia.
«...... saca de la caballeriza huevos y corta tocino adunia, y demosle de comer como á un principe.» Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, parte segunda, cap. L.
Este adverbio, que debió de estar muy en uso en los siglos XVI y XVII entre la gente popular y común, se registra en otras obras del Príncipe de nuestros ingenios. Hállase en la novela Rinconete y Cortadillo, cuyo texto está en mi Glos. de las palabras españolas de origen oriental, y en el siguiente pasaje del entremés titulado El rufián viudo: «O han de lloner hoy pésames adunia.»
Que el origen de este vocablo es arábigo, lo reconocieron los ilustres Académicos de la Lengua en el correspondiente artículo de la primera edición del Diccionario (Madrid, 1726), donde se lee: «Adunia, adv. tomado de la lengua arábiga. Significa lo mismo que bastante, harto, en abundancia. Hállase esta voz repetida en la Missa que pone, traducida en arábigo, el P. Alcalá.»
Lo propio se dice en la segunda edición del Diccionario, hecha en Madrid en 1770, de cuya obra sólo se dió á la estampa el tomo primero.
Uno de los pasajes, á que alude la Academia, está en el Gloria, y dice: Ente alledi tagfir dunub adunia arhanna. «Tú que quitas ó perdonas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.» Véase P. Alcalá, Arte para sauer ligeramente la lengua Aráuiga, Granada, 1505.
Cierto que aquí la palabra adunia vale sólo mundo; pero en la misma lengua (aunque en el Vocabulista aráuigo en letra castellana del P. Alcalá no se registre entre los adverbios) tiene el propio valor gramatical y significado de en abundancia, y en tal sentido, derivándolo de الدنيا, ad-dunia, lo traen Marina, Engelmann y Dozy en su Glos. esp., 50, y en su Suppl. aux dict. ar., s. v.
No se comprende, dados estos antecedentes, cómo la Academia Española, y con ella el ilustre anotador del Quijote D. Juan Eugenio Hartzenbusch, incurrieron en el error de derivar adunia del latín ad-omnia.
Hay que rectificarlo, pues, en la nueva edición que del Diccionario de la Lengua prepara la Academia Española.
- Agá.
«Llamabase Azan Agá, y llegó á ser mui rico y á ser Rey de Argel.» Cerv., Don Quijote, primera parte, capítulo XL.
La Academia Española se limita á decir que agá es oficial del ejército turco, sin determinar su grado y categoría.
La palabra turca اغا, agá, que bajo esta forma y la de اغة, aga, figura en los diccionarios del árabe vulgar, tiene, entre otras acepciones, la de comandante turco, jefe que tiene muchos alcaides á sus órdenes, jefe de batallón en el ejército regular del Emir Abdel-Káder, y, finalmente, la de jefe de los genízaros.
Clemencín, en sus notas al Quijote, interpreta agá, con mal acuerdo, por eunuco. Cierto que en lengua turca kizlar aghassi y harem aghassi valen, respectivamente, el eunuco principal del serrallo imperial y el del harén de una familia privada; cierto también que con el significado de eunuco se encuentra la voz agá en dos pasajes de una de las ediciones árabes de Las mil y una noches; pero no lo es menos que el Agá del texto de Cervantes debe interpretarse por jefe, comandante ó general de los genízaros.
- Agí Morato
«...... que allí vivia un moro principal y rico, llamado Agí Morato.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítulo XL.
Agí es transcripción de la palabra arábiga حاجى, hachí, forma moderna por حاج, hách (ved Kazimirski, Dict. arab.franç.), peregrino mucho tiempo; romero que va en romería en P. Alcalá; peregrinus en R. Martín. Es un título de honor aplicable al que ha hecho la peregrinación á la Meca. Sólo por cortesía dan los musulmanes este nombre á los cristianos que han visitado á Jerusalén.
Morato, que viene de مرار, murád, vale Amurates, nombre que llevaron varios emperadores turcos.
- Ajedrez.
«¡Brava comparacion! —dijo Sancho:— aunque no tan nueva que yo no la haya oido muchas y diversas veces, como aquella del juego del ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio.» Cervantes, Don Quijote, segunda parte, cap. XII.
Procede esta voz de la sánscrita chaturanga, por ser cuatro los cuerpos que, á manera de ejército, componen este juego admirable, á saber: los alfiles ó elefantes; los caballos; los roques ó carros, y los infantes ó peones. De la India les vino este juego á los persas; de los persas á los árabes y de ellos á nosotros.
No hay que dar crédito á las fábulas forjadas por los escritores persas y árabes sobre su origen, pues consta por muchos y valiosos testimonios su invento en la India siglos antes de la Era cristiana. Véase Gildemaister, Script. ar. de reb. ind., págs. 141 y siguientes.
- Alcázar.
Esta voz, que se encuentra en el Quijote, y en cuya procedencia inmediata del قصر, cásar arábigo convienen todos los etimologistas, no pertenece realmente á la antigua lengua de Modhar, antes bien parece derivada de la latina castrum, como opina Fraenkel en su opúsculo titulado De vocabulis in antiquis Arabum carminibus et in Corano peregriniis, pág. 14.
- Alcurnia.
«El linaje, prosapia y alcurnia querríamos saber, replicó Vivaldo.» Cervantes, El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, primera parte, cap. XIII.
Viene esta voz de la arábiga كنية Cunía, y con el artículo الكنية, al cunia, intercalada una r eufónica, y vale cognomen en Raimundo Martín; sobrenombre y ditado, título de onrras en P. Alcalá. Entre los árabes, dicho sobrenombre, precedido de la palabra ابو Abú, cuando se dirige la palabra á alguno, es señal de estima y de respeto. (véase Almaccarí, Analectas, I, 242 y 466): de aquí su significado de título y calidad. Este vocablo, así como nuestra alcurnia, denota entre la morisma el nombre de la casa, de la familia á que se pertenece, el sobrenombre, compuesto de Aben, como Aben Jaldun, Aben Humeya, verdaderos nombres de familia, porque con ellos se declara, no que el padre, sino que uno de los ilustres antepasados del sujeto de que se trata se llamaba Jaldun ó Humeya. Véase Dozy, Suppl. aux dict. ar., s. v.
- Almacén
«...... así los que son del rey como de algunos particulares, y los que llaman del Almacén, que es como decir cautivos del Concejo.» Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, primera parte; cap. X.
Aunque la voz arábiga مخْزن, majzen, de donde viene la española almacén, precedida del artículo arábigo ال, al, vale en general almacén, y especialmente almacén de armas, de aceite, de maderas, y también recámara y botillería, como se lee en el Vocabulista del P. Alcalá (Granada, 1505), tiene asimismo el signicado de Tesoro público. Véase Quatremère, Hist. des Sultans Maml., I, 1, 10, y á Aben Batuta, Viajes, III, 262, y IV, 42, 97 y 120. En tiempo de los Almohades los عبيد المخزن ó esclavos del tesoro, parecen haber sido un cuerpo de negros pagados por el Tesoro público, que formaba la guardia del Sultán. Según Diego de Haedo, (Topografía de Argel, 42 c), dos llamados نصارى الخزن eran los esclavos cristianos de la propiedad de la ciudad, del Común ó sea del Concejo, como dice Cervantes en el pasaje transcrito. Véase Dozy, Suppl. aux dict. Arab., s. v.
- Almalafa.
«Entró luego tras él encima de un jumento una mujer á la morisca vestida, cubierto el rostro con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros á los pies la cubría,» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXXVII
La almalafa es el gran manto que cubre á las mujeres cuando salen á la calle, cuya descripción nos hace Mármol Carvajal en el pasaje siguiente de su Descripción general de Africa (tomo II, lib. IV, cap. 22):
«Estas (las almalafas ó lizares) son tan largas, como sáuanas, mas no son tan anchas, y á las orillas tienen vnas fajas de seda blanca ó de otro color texidas en el propio lizar, y revueltas al cuerpo, las vienen á prender delante de los pechos con gruessas sortijas de plata y de oro, y es comun trage de la gente noble de verano.»
Pero, según Cervantes, la almalafa la usaban también los hombres, como se lee en el pasaje que sigue: «Dió voces Zoraida que lo sacasen (á su padre, que se había arrojado al mar), y así acudieron luego todos, y asiéndole de la almalafa, le sacaron medio ahogado y sin sentido.» Don Quijote, primera parte, cap. XLI.
Confirma el uso de la Almalafa por los hombres la autoridad de Dozy, que traduce el vocablo arábigo ملحفة malhafa, por manteau d'homme. Véase Dict. des noms de vêtem. des Arabs, pág. 401.
En apoyo de su aserción, cita el ilustre orientalista holandés varios pasajes de autores árabes, entre ellos uno de Almaccarí; pero quiero recordar que la palabra almalafa que en él se menciona ha de interpretarse por tela ó lienzo, que es uno de sus significados. Si los moros de Africa hubieran usado la almalafa, de seguro que Mármol no hubiera dejado de consignarlo al hablar de su indumentaria.
En cuanto á los moros granadinos, es de toda evidencia que no la llevaron, pues no se hace mención de ella en los Embargos de bienes de moriscos, que en varios legajos se encuentran en el Archivo de la Alhambra.
- Almohade.
Esta palabra, de que se hace mención en el Quijote, viene de الوحّد, almoguahhid, «el que cree ó proclama la unidad divina, el que profesa el culto de un solo Dios,» y de aquí الموحّدون, al-moguahhidúna, los Almohades, secta y dinastía que reinó en Africa y en España del siglo XII al XIII. Fué su fundador Abú Abdallah Mohammad ben Tiumert, que murió en el año 524 de la Hégira (Agosto de 1130 de J. C.) Sucedióle Abdelmumen. En el mes de Dzulhichcha del año 539 (Junio de 1145), un ejército de Almohades, mandado por Abú Imran Musa aben Said, desembarcó en Chezira Tárif (Tarifa), de cuya plaza y de la de Algeciras se apoderó, así como del país comarcano, y en el año siguiente de Málaga y Sevilla. Tres años. después Yahya ben Gániya les entregó la ciudad de Córdoba y á poco la de Jaén. Véase Gayangos, The Hist. of the Moham. dynast. in Spain, II, lib. VIII, cap. 2.º
- Ambar.
Su trage era cual se ha pintado, solo que, llegando cerca, vió D. Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre sí traia era de ambar, por donde acabó de entender que persona que tales hábitos traia no debia ser de ínfima calidad.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXIII. Léese en Dozy (Gloss. al Bayán, pág. 33, s. v. عنبرى, ambari): «Entre los regalos que distribuyó Almanzor en una de sus campañas, el autor del Bayán menciona (II, 319, 13) dos کساء عنبری (alquiceles de ámbar), y en mi Gloss. añado que por esta voz hay que entender un manto hecho de la piel del gran pez de mar llamado ámbar, es decir, del cachalote, de la cual se hacían escudos, sandalias ó zapatos y cotas de armas.» Makrizi (II, 103), hablando del ámbar gris, dice que se hacían de él almohadas, mosquiteros y cortinas. El propio nombre llevaba una especie de estofa labrada en Alejandría y Damieta (Descrip. de l'Eg., XII, 170), y cierta suerte de crespones de seda (ibid., XVII, 390). Quatremère (Hist. des Sult. maml., I, 2, 133) dice: «Según el testimonio de M. Estève (Finances de l'Egypte, pág. 59), una estofa lleva en Egipto el nombre de anbary, sin duda porque es de color negro.»
Entiendo que de la piel del cachalote pudieron hacerse coletos, así como alquiceles de la tela de seda de que hablan Makrizi y Quatremère.
De la propia y preciada piel del cachalote debió ser la bolsa de que hace mención Cervantes en su novela Rinconete y Cortadillo: «¿Pues cómo —dijo Mompodio— no se me ha manifestado una bolsilla de ámbar?.... Cortado entró la suya (su mano) en el seno y sacó una bolsa que mostraba haber sido de ámbar en los tiempos pasados.»
Sobre la significación de la voz ambarí, véase Dozy, en su Suppl. aux. dict. ar.
- Babazón.
Esta puerta, que se menciona en el episodio del cautivo, es transcripción de باب عّزون, Baba-Azzón, «Puerta de Azzón, puerta oriental de la ciudad de Argel, de donde tomó su nombre el barrio adyacente. Véase Bresnier, Chrest. arab. vulg. Argel, 1846, págs. 162 y 163. En una carta que sale á la pág. 54 del texto arábigo se habla del vasto edificio que contenía la Biblioteca, el Museo y el Colegio cerca de la puerta de Baba-Azzón.
Sobre la vertiente septentrional de la cadena del pequeño Atlas, entre los distritos de los Beni Jalil y los Beni Muza, hay una pequeña tribu, llamada los Beni Azzón.
- Boda.
«Cardenio, de boda estoy vestida.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXVII.)
Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana (Madrid, 1611, fol. 143, segunda col.), propone varias etimologías de boda á cual más antojadizas.
Según D. León Galindo y de Vera (véase Progreso y vicisitudes del idioma castellano en nuestros Cuerpos legales. Memoria premiada por la Real Academia Española, Madrid, 1865), la palabra boda es una de las reputadas por ibéricas; cita el texto por ondra de las bodas, que se encuentra en una ley del libro IV del Fuero Juzgo, y luego añade: «Escolano afirma que boda es la palabra hebrea boda.»
La Academia, que consideró inadmisibles las etimologías de Covarrubias, de Escolano, y seguramente las que dan Casiri y Marina á la palabra boda, y sin fundamento su origen ibérico, fué á buscar su raíz en la gótica vidan, «enlazar,» que se halla en la última edición de su Diccionario.
Excusado nos parece impugnar esta peregrina alcurnia.
La palabra boda no es más que la latina vota, plural de votum, que, con la significación de votos pronunciados por los esposos, de casamiento y boda, se encuentra en Apuleyo, en Floro y en el Cod. de Justiniano. Yo creo que el error de los citados etimologistas procede de escribirse con evidente error boda con b; pero también se escribe con ella basura, y, sin embargo, procede derechamente del latin versura, barredura, del verbo verro, barrer.
- Caba.
«..... Y es tradicion entre los moros, que en aquel lugar está enterrada la Caba, por quien se perdió España, porque caba en su lengua quiere decir muger mala y rumia cristiana.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítulo XLI.
Cierto que cava y rumia valen, respectivamente, la significación que les da Cervantes; pero también lo es que el nombre del lugar á que se refiere era el de Kober-Rumia, Caba rumia entre los naturales de la tierra, como se declara en el pasaje siguiente: «Como á mitad del camino de Argel á Xerchel, no lejos de la costa, hay un montículo en cuya cima se echan de ver unas ruínas que los árabes llaman Kober-Rumia y los europeos El Sepulcro de la Cristiana. Según Berbrugger y Mac-Carthy, que las reconocieron en 1866, dichas ruínas son las del gran sepulcro de los Reyes de la Mauritania, labrado por Juba II en el siglo de Augusto. Judas ha reconocido en las palabras Kober-Rumia el nombre antiguo, apenas desfigurado, que significa Sepulcro Real.» Véase L'Algerie traditionnelle, por A. Certaux y E. Henry Carnoy, Alger, tomo I, pág. 58.
NACIONAL DELIOTECT CA
- Cide Hamete Benengeli.
Historia de D. Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli.» Cervantes, Don Quijote, segunda parte, cap. IX.
El nombre dado por Cervantes al supuesto autor del Quijote, se compone de سيدى, Sidí, mi señor, sinónimo de عولى, Muley, que se encuentra en el P. Alcalá con la acepción de Don (contracción de Dominus), pronombre castellano, del adjetivo verbal y nombre propio حامد, Hámed, «el que alaba, el que glorifica,» y de la dicción بدنجالى, bedencheli, «aberengenado.» Este nombre se aplica también en Marruecos, según el P. Lerchundi, á los caballos que no son muy negros.
Que la significación de aberengenado es la propia y legítima de Benengeli, lo declara Cervantes en el pasaje siguiente: «¿Y cómo —dijo Sancho,— si era sabio y encantador, pues, segun dice el Bachiller Sanson Carrasco..... el autor de la historia se llama Cide Hamete Berengena?» Véase Don Quijote, segunda parte, cap. II.
La interpretación que da Clemencín á Benengeli no tiene fundamento.
- Ginete.
«Apenas hubo dicho esto el cristiano cautivo, cuando el ginete se arrojó del caballo.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XLI.)
La etimología dada á ginete por Díez y Donkin, que la traen del griego Γυμνητης, soldado armado á la ligera, como se lee en Alexander (Dict. grec.—franc.), es la verdadera, y no la que dieron Engelmann y Dozy en sus respectivos glosarios de las palabras españolas y portuguesas derivadas del árabe, que reproduje en el mío. El clarísimo Hübner, en su preciadísima obra Monumenta lingua iberica, opina que es ibérica.
- Goleta.
Es alteración esta palabra, que se encuentra en el episodio del cautivo, de las arábigas حلق الوادى, Halcalguadi, boca de puerto de río, versión que les da el P. Alcalá. Tal es el parecer de Dozy. Véase Glos. al Idrisí, pág. 288, s. حلق, ed. de Dozy y de Goeje.
- Golías.
«..... contándonos la historia de aquel filisteazo de Golías, que tenia siete codos y medio de altura, que era una desmesurada grandeza.» Cervantes, Don Quijote, segunda parte, cap. I.
Es la palabra hebrea Goliath, nombre del gigante filisteo, natural de Gath, muerto en combate singular por David.
Me parece bien, por indicarse el origen de los berberiscos, poner en este lugar el siguiente curiosísimo pasaje del Idrisí: «Este Goliath de la Biblia es el Rey de Palestina, Chálut de los Arabes, hijo de Dharés, hijo de Châna, que es el padre de los Zenetes del Magreb, hijo él de Loguay abén Ber abén Cais abén Elyás abén Modhar. Habiendo muerto David (sobre él sea la paz) á Chálut, el Berberisco, los berberiscos pasaron al Magreb, llegaron hasta los confines más lejanos de este país y se esparcieron por todas partes.» Véase Idrisí, págs. 57 del texto árabe y 65 de la traducción de Dozy y de Goeje.
- Guilla.
«Y digo que con esto que decia se hicieron su padre y sus amigos, que le daban crédito, mui ricos, porque hacian lo que él les aconsejaba, diciéndoles: «sembrad este año cebada, no trigo; en este podreis sembrar garbanzos y no cebada; el que viene será de guilla de aceite; los tres siguientes no se cogerá gota.» Don Quijote, primera parte, cap. XII.
Es transcripción la palabra guilla de la arábiga غلّة, guilla, forma vulgar, por غلّة, galla, que da por etimología la Academia, cuya dicción no vale, como quiere la ilustre Corporación y repite Hartzenbusch en su correspondiente nota al Quijote, cosecha copiosa y abundante, sino simplemente cosecha, con la acepción genérica y sentido lato que la da el P. Alcalá de cosecha de pan, de legumbres, de vino, de aceite, de higos, de miel, de oro, en el Idrisí. Guilla se halla también en el Glos. arab.—lat. de R. Martín, que la interpreta por fruges, y en la glosa pro blado, y en Vullers (Lex. pers.—lat. etym.) por proventus terræ, pec, fruges, legumina.
Pedro de Alcalá nos da, entre otros significados de guilla, el de usufructo. Con el de cosecha y usufructo, la trae también Francisco López Tamarid.
Suprímase, pues, lo de copiosa y abundante que agrega la Academia á cosecha. Es de notar que, cuando la docta Corporación da la definición de guillero, se limita á decir, con muy buen acuerdo, que es el cosechero ó usufructuario.
- Gurapa.
«¿Qué son gurapas? preguntó D. Quijote. Gurapas son galeras, respondió el galeote.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXII.
En la novela Rinconete y Cortadillo se lee: «Y condenados á gurapas era echarlos á galeras.»
Trae esta voz Hidalgo en su Dic. de la Germanía; pero es genuinamente arábiga, al menos en cuanto á su forma, significando غراب, guráb, en esta lengua, galea, en R. Martín; galera, navío, en Fr. P. de Alcalá; bergantin, pequeño navío de velas y remos, y barco de velas y remos armado en corso. Véanse Boethor y Dozy, el cual, en el artículo غراب, goráb, de su Suppl., cita el pasaje siguiente de Aben Batuta (Viajes, IV, pág. 59): «Y envió con nosotros á su hijo en un navío llamado alocayrí, que se parecía á una gurapa (galera).»
Ir á gurapas, pues, equivalía á ir condenados al remo, ó sea á bogar en galeras. La Academia, creyendo sin duda invención de la gente de la hampa la voz gurapa, no le da etimología. Dísela yo en las notas á El Hadits de la Princesa Zoraida, donde dije que el propio origen reconocía el término gripo, que se halla en el pasaje siguiente de Rui González de Clavijo (Vida del Gran Tamorlán, pág. 47 de la edición Sancha): «El domingo en la tarde llegó un gripo al puerto de Tenia, que venía de Constantinopla.» Y tengo que rectificar, porque el vocablo gripo no viene del singular غراب, guráb, sino del plural اغربة, agriba, que con la propia significación de navío de velas y remos se encuentra en Las mil y una noches.
- La Pata.
«..... jamás hubo quien nos dijese otra cosa sino que allí vivia un moro principal y rico llamado Agí Morato, alcaide que habia sido de La Pata, que es oficio entre ellos. de mucha calidad.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XL.
«البطحة, Al-Batha, según el Kartás (pág. 130 del texto), fué construída alrededor del sepulcro de cierto Xeque famoso sobre la margen derecha del Mina, á cuatro ó cinco leguas de Xélif. Véase al Barón de Slane, Hist. des Berb., I, pág. LXXI. El nombre de esta localidad es frecuente en esta obra, y se halla distante de Tlemecén de tres á cuatro jornadas, según el Maracid (I, 159). Ni el Idrisí ni el Bekrí hablan de ella. La Batha de los Howara está citada en el Manakib de Ahmed ben Yúsuf y en la casida de Moghawfel sobre los santos de Xélif.» Véase Hist. des Almoh., traducción de E. Fagnan, cuya nota á la pág. 198 es la copiada.
Aún se ven las ruínas de Al-Batha, según nota de Slane á la pág. XXXIII de la Autobiografía de Aben Jaldun. Esta ciudad debía de estar en el camino de Bisquera á Tlemecén.
Quien desee más amplias noticias de la ciudad de La Batha, puede consultar á León el Africano (De totius Africa Descrip., lib. IV, pág. 197 y v.º, Antuerpiæ, 1556) y á Mármol Carvajal, Descrip. gral. de Africa, II, lib. V, cap. XVII.
- Laúd.
«...., cesó la música de las chirimías y luego la de las arpas y laúdes.» Cervantes, Don Quijote, segunda parte, cap. XXXV.
«El instrumento más estimado en tiempo de los califas Abasidas, dice Fétis, era el laúd, que, importado en Europa en la época de la dominación de los árabes en España, ha venido á ser el luth de la música europea. Los antiguos tratadistas de la música árabe atribuyen su origen á Pitágoras; pero los griegos jamás hicieron uso de instrumentos de mango, cuyas entonaciones se forman por la presión de los dedos sobre las cuerdas. Ni conocieron este instrumento antes de las conquistas de Alejandro en Oriente. Los escritores posteriores no hacen mención de él, ni aun el mismo Atheneo (vivió 190-228 de J. C.), que reseña los instrumentos conocidos en su tiempo. Alfarabí es el primero que da noticia del laúd de cuatro y cinco cuerdas. Los árabes recibieron este instrumento de los persas. Sin embargo, el laúd de éstos no tenía exactamente el mismo acorde que el de aquéllos.» Véase Alii Hispahanensis, liber cantilenarum magnus, tomo I, págs. 77 y 89, edición Kosegarten.
- Lela.
«Preguntó D. Fernando al cautivo cómo se llamaba la mora, el cual respondió que Lela Zoraida.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXXVII.
Da Cervantes en el XL la significación de Lela: «Lela Mariem quiere decir Nuestra Señora la Virgen María.» Con efecto: la voz arábiga, que Raimundo Martín trae bajo las formas لاّلة, لاّلا y لاّلى, que se encuentran también en Marcel (Dict. arab. franc.), vale domina, doña, pronombre castellano en el Vocabulista de Fr. P. de Alcalá; dama, matrona, en Kazimirski; dama, señora, en Dombay; título que dan á la Virgen María, en Hélot; á las princesas, según Diego de Torres, y á las mujeres de los Xeques. Véase Lyon, Travels in Northen Africa, 62. La principal de las cuatro mujeres del Sultán de Marruecos se llama Lela Cabira (la gran señora), y las otras simplemente Lela, seguido del nombre, como Lela Fátima ó Lela Aixa. Véase Hoest, ap. Dozy, Suppl. aux dict. arab.
Lo que no encuentro en los diccionarios árabes del habla vulgar es la voz lella aplicada á una doncella, como lo era Zoraida, hija, no de un príncipe, sino del alcaide de La Pata, Agí Morato.
Simonet, en su Glos. de las voces ibéricas y latinas usadas por los mozárabes, opina que la palabra lella no es árabe. Yo soy del mismo parecer.
- Mameluco.
«..... éste es, dirán, el que venció en singular batalla al gigantazo Brocabruno de la gran fuerza, el que desencantó al gran Mameluco de Persia.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXI.
Los sultanes mamelucos no reinaron en Persia, sino en Egipto, donde el turco Melik Moëz Eddin Aïbek se hizo independiente del Califa Abasida de Bagdad, Almostasen Billah.
Dióse el nombre de مملوق, mamlúc (poseído, esclavo, siervo), á aquella dinastía por su procedencia de los esclavos circasianos y tártaros que usurparon el trono de Egipto, suceso que tuvo lugar en el año 1249. Su dominación en aquel país duró hasta el de 1516, en que fué conquistado por Selim I, Emperador de los turcos.
- Marfuz.
«Yo escribí esto: mira á quién lo das á leer; no te fies de ningun moro, porque son todos marfuces. Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. L.
No viene esta voz de مرفوض, marfudh, como quiere la Academia, sino de مرفوص, marfuç, como siente Dozy. Véase mi Glos. etim., s. v.
- Pasamaque.
«..... y tenian á punto su ropa y pasamaques, que son sus zapatos, para huirse luego por tierra sin esperar ser combatidos.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítulo XXXIX.
Sobre la palabra pasamaque, que se encuentra en Vullers (Lex. pers. lat. etym.) bajo la forma بشامق, baxámac, con la significación de tegmen pedum y calceus, y en Redhouse (Tur. Engl. Dyct.) bajo بـشـمـق, baxamac y باشمق, báxamac, con la de sandalias, escribe Dozy en su Suppl. el artículo siguiente: «Sólo usan las mujeres y los alfaquíes de estas pantuflas. Hácense de toda suerte de colores; pero los hombres no llevan más que las amarillas, llamadas القيسرى, alcaiserí, según notas manuscritas del imam de Constantina. En el harén las mujeres de Túnez calzan pantuflas de marroquí rojo ó verde, que se dicen bexmak.
A pesar de lo expresivo y categórico de este texto, la aserción de Cervantes de llevar los hombres los pasamaques en la fecha de su cautiverio en Argel y aun antes, nos parece indudable. Esta suerte de calzado lo usaban hasta los Emperadores turcos, en cuya corte había dos oficiales llamados بشمقدار, baxmacadár, cuyo era el oficio de llevar las sandalias del Sultán. Véase Vullers, ap. Quatremère, Hist. des Sult. maml., I, 100, núm. 131.
- Rabel.
«..... Y al son de un rabel, que admirablemente toca.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. LI.
Viene de رباب, rabéb, mudada la b final en l, y es vocablo genuinamente arábigo. Léese en Fétis (Hist. gen. de la musiq., II, págs. 143 y 144): «Dos suertes de rabel se conocen en la Arabia y en todo el Oriente: el uno de dos cuerdas y el otro de una. El rabel existía en Arabia desde los primeros siglos del islamismo. El Farabí, autor del siglo X de J. C., describe este instrumento. Entre los árabes actuales el rabel tiene dos cuerdas, y se llama rebab el moganí ó rabel del cantor; el que no tiene más que una se llama rebab ex-xaer, ó rabel del poeta, porque el músico, que acompaña al narrador ó improvisador, sostiene siempre el mismo sonido para impedir que la voz suba y se salga de tono. La altura del rabel es de 92 centímetros.»
Según Beaussier, el rabel, que es semejante á una viola de tres cuerdas, se usa hoy en la Argelia. Del mismo número de cuerdas constaba el descrito por Covarrubias en su Tesoro. A lo que parece, Fétis no tenía noticias de la existencia de esta suerte de rabel en Africa.
- Tizona.
«No me dieron á mí lugar —respondió Sancho— á que mirase en tanto, porque apenas puse mano á mi tizona.....» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XV.
Es corrupción tizona de teutona, nombre que debió darse á aquella suerte de espadas por su procedencia de Alemania, y cuya introducción en España como la de otras armas del propio origen, se remonta á fecha remotísima. V. S. Isidoro, Or. lib. XVIII, 7. En el Voc. aráb.—lat. de R. Martin se halla la palabra طوجل, Tauchol, con significación de sagita. Yo creo que tiene el propio origen que tizona, así como la voz tucón por teutón, que se encuentra en el Libre de Alexandre, y nuestros chuzo y chuzón. Véase Simonet, Glos. de las voces ibér. y lat. usadas por los mozárabes, y á Cov., Tesoro de la lengua cast., s. chuzón, que da á esta voz origen suizo.
- Uchali Fartax.
«..... De aquí á pocos meses murió mi amo el Uchali Farlax, que quiere decir en lengua turquesca el renegado tiñoso.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, capítulo XL.
Hállase escrito este nombre en las Memorias del cautivo con las siguientes variedades: Uchalí, que es la empleada por Cervantes; Ochalí, Aluch Alí, y, finalmente, Uluchali, que es la verdadera, porque ésta denota ser un vocablo compuesto de علجى, uluchí, que vale renegado cristiano al servicio de los Príncipes musulmanes, y del nombre propio على, Alí. De suerte que el Uchali de Cervantes significa el renegado Alí.
En cuanto á la voz Fartax, فتطاس, firtás, tampoco es turca, sino berberisca, como lo hace notar Dozy en su Suppl., donde se lee que un Príncipe berberisco era apodado Firtás, ó sea el tiñoso ó el calvo, por efecto de la tiña, ó el arrebatado y colérico, que todos estos significados tiene el vocablo firtás. Véase de Slane, Hist. des berb., I, 202, citado por el ilustre orientalista holandés.
- Zocodover.
De سوق الد واب, Soco-ad-daweb, el zoco, plaza ó mercado de las bestias, lugar citado por Cervantes en el Quijote, con referencia á una plaza en Toledo que llevaba aquel nombre.
- Zoraida.
Es la voz árabe ثزيّة, Zorayya, que vale lámpara, araña, Candelabrum pensile en R. Martín, y en plural las Pléyades. En Sevilla había un palacio ó sitio de recreo en tiempo de los Abbaditas con el mismo nombre, que debía de ocupar parte del Alcázar del Rey D. Pedro.
- Zulema.
«..... y aun haré cuenta que voi caballero sobre el caballo Pegaso ó sobre la cebra ó alfana en que cabalgaba aquel famoso moro Muzaraque, que aun hasta ahora yace encantado en la gran Cuesta Zulema, que dista poco de la gran Compluto.» Cervantes, Don Quijote, primera parte, cap. XXIX.
Según Simonet, llámase así esta cuesta en memoria de la famosa mesa de Salomón (probablemente un atril ó un trono de imagen sagrada), cogida por los soldados de Taric ben Ziyad en la ciudad de Compluto, por lo cual la dieron los conquistadores árabes el nombre de Medina Almeida ó La ciudad de la Mesa, y al monte en que estaba emplazada el de Chébel Suleiman ó Monte de Salomón, cuyo nombre se corrompió en el de Zulema. La cuesta de este nombre, llamada también San Juan del Viso, es el antiguo asiento del Compluto de Ptolomeo, como opinó acertadamente Masdeu. Véanse Aben Hayyan, citado por Almaccarí, Analectas, I, pág. 172; á Madoz, Dic. geogr., estad. é hist. de Esp., I, pág. 369, y á Simonet, Los hijos de Witiza, cap. XII.