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Noticias de descubridores: 05

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



IV.

No menos desgraciado fin que al anterior le cupo al descubridor de la provincia de Cartagena de Indias Rodrigo de Bastidas. Hallábase éste avencidado en Triana, el año de 1502, gozando de pingüe hacienda, con fama de honrado y bien entendido, cuando, aquejado por la fiebre de descubrimientos, que se hizo endémica en su época, armó, con licencia de los Reyes Católicos, á su costa, dos carabelas, y llevando por piloto á Juan de la Colsa, experto marino, vecino del Puerto de Santa María, que después pereció á manos de los Indios, partióse para el Nuevo Mundo. Navegaron á Tierra-Firme, y, llegados al golfo de Venezuela, pasaron por Santa Marta y Cartagena hasta el golfo de Uraba, y, siguiendo la costa del Poniente abajo, descubrió más de cien leguas, á que dió el nombre de Cartagena. Viendo que hacian agua sus naves, fué al golfo de Jaragua, donde las perdió, y se trasladó por tierra á Santo Domingo; pero Francisco de Bobadilla, que allí mandaba, envidioso de las muchas riquezas que traia, le mandó prender, so pretexto de que habia rescatado el oro con los Indios de Jaragua, y lo envió á España con Cristóbal Colon. Los Reyes Católicos lo recibieron bien, é hicieron merced de 200 ducados de renta en el Darien en pago del servicio que les habia hecho en aquel descubrimiento.

Autorizado debidamente para continuar sus exploraciones, volvió á América, donde después de correr varias aventuras, fundó la ciudad de Santa Marta en 1524. Pobló y conquistó buenamente aquel pais, ganando con el buen trato á los Indios, á quienes no permitía que ofendieran sus soldados. Enojados y descontentos éstos, porque no les permitió en una entrada que hizo, robar y saquear el pueblo de Tarbo, murmuraban de él, diciendo que quería más para los Indios que para ellos. Estas murmuraciones excitaron los malos instintos del ambicioso Pedro de Villafuerte, natural de Ecija, en cuyo pecho ruin pudo más el deseo de medrar que la gratitud que debia á Bastidas, el cual le honraba mucho y procuraba acrecentar, llamándole hijo, fiándole sus secretos y hacienda, y dejándole manejar los negocios así de guerra como de justicia, á que él no podia atender por hallarse aquejado de la gota. Creyendo, pues, que muerto el Gobernador le sucedería en su cargo, tentó á ciertos soldados, y hallándolos propicios á su intento, propúsose asesinarlo. Juramentóse con cincuenta Españoles, de los cuales eran los principales Montesinos de Lebrija, Montalvo de Guadalajara y Pedro de Porras, y yendo con ellos una noche á casa del Gobernador, que estaba durmiendo, en su propia cama le dieron de puñaladas. No logró el villano jefe de los asesinos coger el fruto de su maldad, cual pensaba, porque indignados de aquella atrocidad los colonos, dieron el mando al Capitan Rodrigo Palomino, quien los persiguió en tierra de Indios, donde se habian refugiado los asesinos, y habiendo logrado prender á Porras y Villafuerte, los hizo descuartizar en Santa Marta. Entre tanto, el infeliz Bastida, que no habia quedado muerto en el acto, temiendo nueva traicion, hizo que le embarcaran á pesar de la gravedad de sus heridas, y se trasladó á la isla de Cuba. Recibiólo en ella con grande amor el Gobernador D. Gonzalo de Guzman, que le hospedó en su casa, pero á pesar del esmero con que atendieron á su curacion, no lo consiguieron, y falleció á los doce dias de su llegada. Varon digno de especial aprecio, porque en todas sus expediciones dio pruebas de una bondad de condicion, no común entonces, evitando cuanto podia el daño de los indígenas.

Hé aquí el epitafio que le dedica Juan de Castellanos:

"Hic tumulus condit Bastidas saucia membra,
"Quae fixit gladio nuper acerba manus.
"Ipse quia dives virtute et robore prestans,
"Dux Sanctae Martae primus y orbe fuit."