Ofrenda de rosas
A Arturo Borja
Recuerdo que te hallé por mi camino
como un Verlaine aún adolescente,
¡y daba el signo de un fatal destino
tu alma de estirpe lírica y ardiente!
Y ambos fraternizamos; que tus rosas
para todas las almas entreabrías,
¡haciéndote en las horas humildosas
dueño de todas las melancolías...!
Quién volviera a tus ojos, en ofrenda,
la vida humilde que suspira y canta,
como el Rubí de manos de leyenda
que antaño dijo a Lázaro: ¡Levanta!
Evoco el sueño juvenil de un día
que, en el Claustro del Arte bien sentido,
matamos la viril hipocrecía,
y laboramos lentos el gemido.
Y ahora la luna de tu sistro agrestre,
al visitar nuestro santurario frío,
da su color de lágrima celeste
en el cristal de tu crisol vacío...
¡Adiós, fuente de lánguido quebranto!,
que volvías un Fénix mi rosal,
¡encantando las rosas sin encanto
cuando el encanto huía con el mal!
¡Adiós, fuente de lágrimas cantoras
que halagaron el viaje juvenil!;
de la angustia de Abril refrescadoras
como lluvias caídas en Abril...
Duerme y reposa; que quizás es bueno
sólo el sueño sin sueño en que caíste,
¡la flor de espino y el laurel de heleno
entremezclados en tu frente triste!