Ollantay (Palma, 1900)
Cuando, hace pocos meses, oí al joven escritor don Constantino Carrasco leer en el Club Literario su traducción del Ollantay, confieso que fué tan grata la impresión que esa lectura me produjo que, al felicitar al poeta por su trabajo, dejéme arrebatar del entusiasmo, y lo amenacé con que, si algun dia daba la obra á la estampa, tuviese por seguro que mi humilde pluma borronearia algunas lineas que servir pudieran de prólogo ó introducción. Tal amenaza era la espada de Damocles pendiente de un hilo. Háse este roto por obra y milagro de un editor complaciente, y héme en el compromiso de echar ¡ajos y reveses á riesgo de he— nrme con mlS propras armas.
Hoy, que tengo sobre mi mesa de trabajo las pruebas impresas del Ollantay, hélo leido y releido, y mi entusiasmo por la obray por su estimable y erudito traductor ha ido en escala ascendente. Enemigo d: esa critica implacable que fustiga con crueldad, asi come de la que sin examen y á cierra—ojos se encariña por las producciones del amigo, voy á permitirme, muy á la ligera, espresar mi acaso íncompetente, pero muy sincero, juicio.
Incuestionable es que la civilización de los imperios del Anahuáe y Cuzco estuvo bastante avanzada, para que estos pueblos hubieran tenido una literatura propia, original, verdadera expresión de las ¡Jcas y sentimientos de sus naturales, El yaraví, por ejemplo, especie de melancólico idilio, refleja por completo el caracter sombrio y soñador de la raza india. Nada hay que se le asemeje en la poesia popular y primitiva de los pueblos europeos.
Uno de los caracteres distintivos de la poesía lírica, entre los indigenas, fué el tono filosófico y sentencíoso de sus conceptos. Garcilaso nos ha trasmitído algunas muestras de ella quejustifican esta creencia. Y no solo fué tal la indole de la poesia lirica, entre los bardos del Perú, sino entre los del imperio azteca. Asi se sabe que Netzahualt, rey de Tezcuco, principe notable por su sabiduria, grandeza de alma y empresas militares, escribió á mediados del siglo XV, es decir m: dio siglo antes de la conquista, unos versos de los que ofrezco esta p.lida traducción:
La pompa roundanal se me figura
de los sauces coposos la verdura,
ó el agua del arroyo enrarecida
que no ruelye al caudal que la dió vida.
Lo que fu ayer no es hoy. Sobre el mañana
nada osar, afirmar la ciencia humana.
La tumba, vuelto polvo pestilente,
encierra á quien ayer fu omnipotente.
Es la gloria, quireera que el hombre ama,
de otro volcán Pocatepelt la llama.
¿Qué fué de las innúmeras lejiones
que impusieron la ley á otras naciones?
Qu de los tronos? Qu de las famosas
obras de grandes sbios, portentosas?
Nada s! ¡Nada s! Que el cielo esconde
ta misteriosa cifra que responde
al enigma fatal, enigma sumo . . .
Todo sobre la tierra, todo es humo!
Pero es preciso convelir en que, si biet la po esta es innata y responde fi una exigencia del espiritu, entra pot mucho la forma, el arte, mejor dichv, para abrillantar la frase. Por lo que conocemos de los haravicus ó vates peruanos, que es muy poco ciertamente, sacatu)s el claro que, entre ellos, el arte, la forma, no alduvo muy aventajado.
Si para constituir una literatura nacional bastatari la originalidad de ituJ. genes, la traducción fiel de cotumbres y caracteres, y el trasunto del clima y del cielo bajo el cual se vive, preciso nos seria confesar que el drama Ollanta, simboliza la poesia ildigena del Per(]. Mas, cuando se versifica en la lengua de Cervantes y Calderón, no creo que el poeta alcance fi set, ni mis ni menos, que maestro 6 alumno del Parnaso es)afiol. Pot mucho que, en nuestros tiempos, Juan LeOn Mera en su Virgen del Sol, José Fornaris en sus Cantos del siboney, Julio Arboleda en su Gonzalo de Oyon y otros poetas cuya enumeración seria larga, hayan pretendido crear una literatara indigena, vse en sus obras algo de amanerado, de poco espontJ. neo, y traslficese estudioso empeño para diimular que los buenos modelos de la literatura espafiola han influido en la inspiración del autor, gQuin al leer estos versos, bellisimos por ctra parte, que se presentan como ejemplo de americaniso poético,
no tiene el Amazonas, en sus orillas,
rosa como la rosa de tus mejillas,
ni, en sus laderas, tiehen nuestras montañas
roca como la roca de tus entrañas,
no se imagina estar leyendo tma de las armoniosas serenatas orientales de Zorrilla? Mal que nos pese, y mientras en . America no inventemos para nuestro uso esclusivo un idioma, nuestra literatura tiene que ser espafiola, eminentemente espfiola. El americanismo en literatura no pasa, en mi concepto, de un lindo tema para borronear papel. Pero estas reflexJones que, sobre primitiva literatura indigena y sobre americauismo en literatura, se me hah escapado al correr de la pluma, eran indispensables para formu*ar una opinión acerca de la obra en que, con tanta felicidad, ha lucido el señor Carrasco sus buenas dotes de poetay su ilustrachSn lingüistica.
Historiadores de nota apoyb, ndo.e en Garcilaso, dicen que no fueren desconocidas entre los antiguos peruanos, las farsas escnicas, 6 Io que tanto vale, que existió la poesia dramática.
Si el Ollantay (y perdónese lo que haya de presuntuoso e este juicio) es la prueba testimonial que de esa opinión se me presenta, tentado e., toy de sostener qtte la obra no fu compuesta en poca de los Incas, sino cuando ya la conquista espafiola habia echado ratces en el Perfl.
En efecto. Basta fijarse e la distribución de cscenas y en la introducción de coros, para que se agolpen al espiritu reminiscencias del teatro griego. Dirfise que los unidades de tiempo y de htgar no estb, a consultadas; pero esto no probaria mb.s sino que el autor quiso apartarse de los preceptistas clb, sicos, f, rzado acaso por la imposibilidad de encerrar su argumento en la estrechóz de limites por aqueIlos establecida.
La escena del acto primero entre el galfin y el gracioso, nos recuerda la oblieada exposición de los poetas drb, maticas del antiguo, original y admirable teatro espafiol. Asi en las comedias de Lope, Calderón, Moreto, Alarcón, Tirso y demb, s ingenios de la edad de oro de las letras castelianas, vemos siempre aparecer galb, a y gracioso preparando al espectador, con una larga tirada de versos, al desarrollo del asunto.
Otra de las circunstancias que me hace presumir que el Ollantay fu escrito en el seg, ndo 6 tercer siglo de la conquista, y por pluma entendida en la literatura de los pueblos europeos, es la de que ni los antiguos ni los modernos poetas que hah versificado en quichua hicieron uso de ta rima, ya fuese esta asonante 6 consonante. P, umas muy autorizadas han sostenidó que la rima, no entra en la indole del quichua, y de ello dan prueba concluyente los yaravies, versos esenciahnente populares.
Acaso esta opinión mia, ell abierta discordia con la de los eruditos filélogos Marckaro y Barranca y con la de hb, biles criticos que, asi en el Peró como en Inglaterra, Francia y Alemania se hah ocupado del Ollantay, sea tildada de extravagante. Pero sea de ella lo que fuere, y dejando la cuestión en tela de juicio para que ingenios mis competentes decidan si es exajerada 6 inaceptable mi opinión, no por eso deja el Ollantay de ser una verdadera creación dramgtica y de las mb.s felices. La fabula eo y desarrollada, la pintura de costumbres y los tipos retratados, dan al Ollantay un sello de indisputable mérito.
Servicio, y grande, ha hecho, pues, la Historia y las letras el inteligente señor Carrasco, contribuyendo popularizar con el atractivo que brindan los buenos versos de su traducción, una de las mgs hermosas leyendas de la poca de los Incas.