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VIRGILIO.

En este mal que el alma va acabando?
Ora, que los ganados desmarridos
Buscan la sombra, huyendo el sol ardiente
Con afan impaciente,
Y el lagarto verdoso
En el zarzal encuentra su reposo.
Ora, cuando Testílis cuidadosa
El ajo está majando
Y sérpol olorosos,
La rústica comida preparando
Para los fatigados segadores,
Rendidos ya del sol á los rigores;
Mi voz tan solamente
Y el ronco resonar de la cigarra
Se escucha en la floresta,
Miéntras te sigo en medio de la siesta.
¿No fué bastante á la desdicha mia
De Amarílis sufrir la altanería,
Sus iras y crueza,
Y sus frios desdenes y entereza?
¿Estás acaso, dime, envanecida,
Porque aquella es morena,
Y tú eres blanca como la azucena?
No fies del color, zagala hermosa:
El purpúreo jacinto
Se procura y se aprecia,
La alba flor del alheño se desprecia.
¿Por qué, dí, me desdeñas tan esquiva,
Y conocerme al ménos no procuras?
Ni siquiera te curas
Desaber si soy rico;