literarios, como la Épica de Gilgamesh (la leyenda del rey sumerio que buscó el secreto de la vida eterna y que describe un gran diluvio universal) o las ciencias matemáticas, la astrología y la magia(1). Ese era uno de los temas estratégicos de la cultura asiria: interpretar y predecir los designios del porvenir. Esos registros —gracias a la conservación, acopio y organización de aquellas primarias bibliotecas— se preservaron intactos a través de sus tablillas cuneiformes, las que nos hablan hoy día de su vida, sus hombres y su incesante mirada al cielo y al futuro.
Los griegos, siglos antes de Cristo, reunieron una gran cantidad de textos —tablillas y rollos de papiros— en su búsqueda del conocimiento y, especialmente, de las fuentes más fidedignas que les permitieran reconstruir el poema fundacional de su cultura: La Ilíada de Homero, transmitido oralmente desde antiguo. El conjunto de libros dio origen a la primera biblioteca pública ateniense, aumentada permanentemente por las autoridades. Esta biblioteca fue llevada temporalmente a Persia como botín de guerra después de la batalla de Salamina y restituida a su ciudad, en el siglo IV. Asimismo, los filósofos clásicos como Platón y Aristóteles tuvieron sus bibliotecas particulares, heredadas posteriormente por sus discípulos y, en el caso de Aristóteles, su alumno Alejandro, hijo de Filipo II de Macedonia, fundaría la biblioteca más importante de la antigüedad clásica: la Biblioteca de Alejandría en la costa egipcia, que reunió, organizó y difundió el pensamiento helénico por toda la ecúmene, congregando a una comunidad de sabios de todas las disciplinas y generando un conocimiento científico y literario que iluminó el saber de su época, como el Faro del puerto que orientaba a los navegantes del Mediterráneo.
Roma conquistó Grecia, pero la cultura y la tradición helénica cautivaron a la república romana. Luego de visitar Alejandría, Julio César tuvo la iniciativa de fundar bibliotecas, pero fue posteriormente el emperador Augusto quien tomó la decisión de fundar las primeras