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desde la dominación de los Moros... inclusive. —Perfectisimamente recuerdo la emoción poética que me causó esta romería... ¡Si Sierra Nevada, pocos días antes, me había parecido la Amaltea andaluza, depositaria de la abundancia y la fecundidad, las grutas de Alicún, situadas al opuesto confín de la diócesis en que vine al mundo, me parecieron los Reinos de la Muerte, quiero decir, los Infiernos de Plutón (de que ya me había hablado Virgilio durante el segundo curso de latín), ó más bien nuestro propio Infierno católico, que por entonces era mi única y constante pesadilla.

Tercero y último viaje en burro:—Á Granada, el otoño de aquel mismo año (1847), á graduarme de bachiller en Filosofía.

¡Granada!...—En muchos libros he hablado de su hermosura, superiormente descrita además en prosa y verso por grandes literatos de todas las naciones... Me limitaré, pues, aquí á declarar, lisa y llanamente, que nada he visto en España, ni en Francia, ni en Suiza, ni en la hechi-