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tro de la presentación de mi trágico Manuel Venegas.

En cambio, nada más risueño y gracioso que el cuadro que ví al salir el sol, cuando todavía nos faltaban dos leguas para ar á Granada.—Llevábamos ya bajados por aquella parte dos tercios de la altura á que habíamos subido por la otra... La sierra iba de vencida... Sin embargo, entre la Capital y nosotros se interponía aún la estribación subalterna en que se asienta el pintoresco pueblecillo de Huétor-Santillán... Pero he aquí que de pronto los cerros comienzan á separarse, determinando una depresión triangular de la línea del horizonte y dejando ver á lo lejos una pañoleta (así la llaman mis paisanos) del horizonte subsiguiente, ó sea un vistoso y alegre pedazo de la amplia vega granadina....—Ocho ó diez leguas de extensión, al menos por enfrente de nosotros, tendría aquella otra comarca que fulguraba, allende el maravilloso rompimiento, como un país de las Mil y una noches...—«Todo aquello que ves (me decía mi buen padre, cabalgan-