más modesta, y cristiana que fuera, tenía su dignidad, y era menoscatarla, y hasta humillación, ir á verla; pero hacía el sacrifcio de todo por dar gusto á una santa mujer que veía realmente á las puertas de la tumba, y aunque con escasa esperanza, no quiso que dejara este mundo con un sentimiento contra ella y la idea de que quizás habría logrado lo que su amor maternal y su piedad cristiana deseaban de consumo. Se presentó temprano para encontrarla sola.
XII
Cuando anunciaron á Yolande que su prima deseaba verla, se lo hizo decir dos veces, como si hubiere oído mal; y mostrando disgusto en la sorpresa, estuvo á punto de no recibirla.
- ¿Tú en mi casa? ¡qué honor! dijo con cierta ironia.
- Ya lo comprenderás después de haberme oido.
- ¿Es un sermón que vienes á echarme?
- En otras circunstancias, lo que acabas de decir me habria hecho retirar; pero he vistoá mi tía, á tu