cía de su futuro yerno, á fines de Junio, pasaba las horas recordando hasta las má3 triviales palabras de éste, haciendo cuentas para fijar bien la cifra de su fortuna, y dando consejos á Sólita sobre la mejor manera de fomentar las praderas, de gobernar una casa de labor y de hacer manteca.
— Cansado estoy de hacer manteca en La Bañeza, donde la hay excelente—le decía; — pero tú, con la magnífica leche de Asturias, la podrás obtener mejor.
Soledad, por darle gusto y tenerle contento, afectaba tomar con calor estos temas. Suegro y yerno habían concertado la boda para los primeros días de Julio, y no había que pensar mucho en los preparativos, porque todos po dían hacerse en un día. Los referentes á la documentación ocuparon durante un par de semanas á D. Urbano, que se consagraba á esta dufee tarea con tanto júbilo como cuando se cuso por primera vez lleno de dulces ilusiones.
Un día, mientras su padre escribía algunas cartas, Soledad salió. Iba por la calle con la vista fija en el suelo, sin reparar en nada de lo que á su vista ofrecía Madrid en tiendas y gentío á la mejor hora de la mañana. Pero á pesar de su abstracción, no se equivocaba de camino, y seguía derecha y sin vacilar callo tras calle, hasta que llegó á la casa del Excelentísimo señor Duque del Parque. Ningún obstáculo halló á su entrada, y por fortuna, la persona que buscaba no tenía á nadie en su compañía. Cuando Sola se sentó junto á la mesa del despacho, su hermano pudo obser-