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10 B. PÉREZ GALDÓS


Añade a esto que el Ministerio del Sr. Martínez protege a todos los pillos absolutistas, y comprenderás si el alma de un patriota ferviente como yo puede estar dispuesta a los sentimientos dulces, a los fililíes de lastimillas y consideraciones. ¡Ay! — añadió dando un gran suspiro.- — Si yo pudiera... si yo pudiera decir un solo día: «¡hoy mando yo, y baje todo el mundo la cabeza!...» ¿Sabes que es pesadita esta escalera? ¡Malditas sean mis piernas! Cualquiera me tomaría por un vejete achacoso al ver que no puedo subir seis escalones sin morirme de fatiga... Te digo, querido Lucas, que si llegara el día... puede que llegue... que si llegara ese día, verías a un hombre. No aseguro yo que no pueda ser, y otras cosas más raras se han visto. ¡Por vida de la chilindraina!... figúrate tú que las cosas se arreglaran de modo que yo... ¡Caracoles! ¿pero cuándo se acaba esta escalera? ¡Pobres piernas mías y pobres pulmones míos!... En tal caso, yo arreglaría fácilmente este desconcertado país, limpiándolo de la mala sangre que hay en él... ¿Pero todavía quedan escalones? ¡Ah!... Gracias a Dios: ya estamos arriba... Pues cortando cabezas y más cabezas... Bendito sea Dios, ¡qué apetito tengo! A comer.

II

Solita, después de andar breve rato por las calles de Madrid, llegó á casa del Duque del Parque y penetró en las oficinas, que estaban