—¿Con que siguen las conferenciad
— Y seguirán mientras haya sueldos. Lo áe* las dimisiones presentadas el día 4 es una farsa. Tigrekan tendrá que mandar á sus mozos de retrete que pongan á los Ministros en la puerta de la calle.
— San Martín acaba de entrar en Palacio, señores: le he visto.
— Es natural. No estando en presidio...
— También han entrado los embajadores, con M. Lagarde á la cabeza.
— ¿También esos pillos? Ya les arreglaría yo«
— Parece que está ya estipulada la reforma de la Constitución.
— Ya escampa. Así como se dice: «antes la muerte que la deshonra,» yo digo: «antes quiero verla suprimida que reformada.»
Esta sabia proposición política, tan propia de cabezas españolas, salió entonces de la eminente cavidad cerebral de D. Patricio.
— Esa sí que es barbaridad.
— ¿Y prefiere usted el despotismo á las do& Cámaras?
— Lo prefiero.
—¿Y el año 14?
— [Que me den el año 14, chilindrón!
— ¿Y la horca?
— La horca no deshonra: los pasteles apeatan y manchan... Pero allá viene el gran patriota Mejía, que siempre trae buenas noticias.
— Salud, señores—dijo el periodista llevando militarmente la mano al enorme morrión*
—¿Se van ó no se van?
— Usted dirá.