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LITTERAE

es decir, en Europa o en Asia puede suceder que, forzosa y necesariamente, los sacerdotes extranjeros sean obligados a dejar la Indisa. En este caso, si falta el clero indígena, ¿quién podrá salvar la religión, sin ningún ministro de los Sacramentos, sin ningún maestro de doctrina? La historia de los chinos, los japoneses y los etíopes habla muy claramente sobre este asunto. En verdad, más de una vez entre japoneses y chinos, ante el odio y la persecución contra el nombre cristiano, las fuerzas enemigas han matado o enviado al exilio a los sacerdotes extranjeros, perdonaron a los nativos, quienes, conociendo la lengua y las costumbres nativas, y apoyados por familiares y amigos, pudieron no sólo permanecer sin peligro en su patria, sino también administrar libremente en todas las provincias los sacramentos y oficios sacerdotales propios de la religión. Por otra parte, en Etiopía, donde ya había doscientos mil cristianos, al no haber clero indígena, los misioneros europeos fueron asesinados o exiliados, la repentina tormenta de la persecución borró de los cimientos el fruto de su trabajo diario.

Finalmente, si miramos al pasado, vemos el cuidado que se tuvo para preservar religiosamente las instituciones de salvación. En el cumplimiento de los deberes apostólicos, primero se enseñaban al pueblo los preceptos cristianos, luego entre los apóstoles se acostumbraba a iniciar en el sagrado ministerio a algunos elegidos entre los fieles, e incluso elevarlos al episcopado. Los Romanos Pontífices, siguiendo su ejemplo, ordenaban a los hombres apostólicos, cuando se había formado una comunidad de fieles suficientemente numerosa, que se esforzasen en elegir al Clero entre los nativos. Desde el momento que se ha decidido preservar y propagar la doctrina católica entre los indios, es necesario formar a los indios en el sacerdocio, quienes pudieran administrar cómodamente los sacramentos y estar a la cabeza de sus cristianos en cualquier momento.

Por esta razón los Prefectos de las Misiones Indias, con el consejo y exhortación de la Sede Apostólica, fundaron donde era posible Seminarios. Y así en los Sínodos de Colombo, Bangalore, Allahabad, que tuvieron lugar a principios de 1887, se estableció que cada Diócesis tuviera su propio Seminario para el clero indígena; si algún obispo sufragáneo no pudiera tenerlo por falta de medios, debería mantener a sus expensas a los clérigos de su diócesis en el seminario metropolitano. Los Obispos, según sus fuerzas, se comprometieron a ejecutar estos decretos,