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Ven, que te adoro, ven ángel querido...
Ven, que sin tí maldigo la existencia;
Ven, y no arranques con tu propia mano
Esa flor que me embriaga con su esencia.
Concordia, 1866
Ven, que te adoro, ven ángel querido...
Ven, que sin tí maldigo la existencia;
Ven, y no arranques con tu propia mano
Esa flor que me embriaga con su esencia.